Capítulo 12: Una más

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Zein abandonó el banco y tomó las calles. Conforme se acercaba al centro de Valencia, las fachadas, en vez de ladrillosas y cementosas, se mostraban cristalinas y de todos fríos. Aun así, seguía sin haber presencia mayoritaria de coches. Solo había patines con candado digital por las aceras.

Zein cruzó una calle. Por el costado izquierdo, sintió un fogonazo blanco, el cual provenía de los faros de un coche azul marino y dorado. Desorientado, avanzó y se quedó parado en la acera.

AMARANTA: ¡Eh!

Amaranta iba de copiloto, así que bajo del coche. Llevaba un uniforme negro brillante, con bandas de cuero y corset. En el corazón, brillaba una placa gris con letras salientes que decían 'Seguridad Ciudadana Tangible'. Encima del cabello, portaba una simple gorra blanca con amplia visera.

ZEIN: Anda...

Amaranta se acercó a Zein. Cruzó los brazos con fuerza, torció media parte de la boca y giró los iris 360 grados al frente.

AMARANTA: ¿Qué haces a estas horas por la calle?

ZEIN: Hoy ha sido un día bastante especial para mí. He descansado mucho. Y me siento desubicado.

AMARANTA: Estamos cerca de la Estació.

Zein extendió ligeramente los párpados.

ZEIN: ¿La del Nord?

AMARANTA: Sí.

Amaranta dirigió la mirada hacia el interior del vehículo policial.

AMARANTA: Mi compañera me necesita.

Amaranta se orientó hacia el vehículo.

AMARANTA: Ten cuidado y busca refugio. Te van a matar como seas tonto.

Amaranta subió al vehículo. Su compañera arrancó. Zein quedó plantado en la acera, con un picante frío en la espalda. Miró a los lados, tanto arriba como abajo. No sabía si la presencia de luces en la fachada era ahora buena señal.

Al doblar la esquina, Zein experimentó la sublimidad. Había llegado a la Estació del Nord. No había valla verde de por medio. La fachada seguía con su habitual tono ocre. Sin embargo, la ornamentación modernista vegetal y frutal se había intensificado de tal manera que parecía de estilo barroco. Ya no reinaba un águila negra encima del reloj, sino un gallo metálico imperial azulado.

No ondeaba la bandera de España, y, tampoco, la de la Comunitat Valenciana. En su lugar, había dos nuevas: una, de cuatro linces negros formando una cruz rojigualda arlequinada en el espacio negativo; y otra, índigo con patrones de flores de lis doradas, formando la cabeza de un gallo imponente. Las puertas de madera de la entrada fueron sustituidas por unas correderas transparentes automáticas.

Zein avanzó, entre la curiosidad y la cautela.

El interior estaba conformado por una enorme bóveda de acero, que se extendía hasta formar también las paredes. Los asientos de espera eran negros y acolchados. Los andenes relucían en gris y azul océano gracias a los raíles y a los trenes. Estos eran como una bala, repleta de ventanas. Por el momento, descansaban, hasta que llegara el amanecer.

Zein se fijó en la zona de tiendas. Eran las únicas zonas en albergar luz en la Estació del Nord. Sin embargo, no atestiguaba dependientes o clientela.

ZEIN: ¿Qué son estos nombres?

Zein se acercó a uno de los escaparates, atraído por sus luces verdes radioactivas.

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