—No pues si estás cruda, mi amorcito.
Ruedo los ojos mientras me tomo la pastilla para el dolor de cabeza. Siento el sabor amargo quedarse en mi lengua, y el dolor de cabeza sigue martillando en mis sienes. Todo me da vueltas.
—No tomé tanto, Antonio—digo, tragándome la pastilla.
Él alza los hombros y sigue desayunando, con esa calma que a veces me saca de quicio.
—¿Si se durmió Mateo?
Asiento mientras me dejo caer frente a él, tratando de que el mareo pase.
—Entonces ahora sí vamos a hablar.
Me paro inmediatamente, quejándome.
—Ay no, mejor me voy a dormir otra vez.
—Siéntate, Monserrat.
Bufo y regreso a mi asiento, recargando la cabeza en la mesa como si así pudiera alejarme de la conversación.
—¿Por qué había tres weyes con ustedes?
—Ay ya, Junior, no vamos a pelear—le digo, sintiendo cómo el calor sube a mi cara y mi corazón se acelera un poco. Él no me quita la mirada, sus ojos serios y oscuros.
—Solo te estoy preguntando—dice, su tono tan frío que me incomoda aún más—Qué raro que haya tres morras con tres vatos.
—¡Que no es cierto!
—Ey, no grites—me señala—Estamos hablando bien.
—Es que me porté muy bien, fue ese wey el que se me acercó.
Se le escapa una sonrisita, pero inmediatamente se pone serio.
—¿Y por qué estaban afuera juntos cuando te fui a dejar?
—Pues porque las demás se fueron con ellos.
—¿Y por qué ese wey quería...?
—Ay ya, Antonio—me quejo, cada palabra suya es como un martillazo en mi resaca—Sí, te engañé, me besuqué toda la noche con él.
Se me queda viendo, pero yo solo me siento a comer como si nada, apretando el tenedor entre mis dedos.
—Ya pues, ya te lo confesé, ahora déjame desayunar a gusto.
—No es cierto.
Frunzo el ceño y asiento.
—No, de verdad, cogimos en el baño.
Pico un pedazo de comida con mi tenedor, despreocupada.
—Eres una mentirosa, ya deja de jugar, Monserrat.
—No pues tú ya nos habías hecho historia de amor y todo a ese wey y a mí, ¿no?—le pregunto tomando de mi vaso—Yo nada más la acompleto.
Él se relame los labios, asiente y dice con voz más baja:
—Júralo.
—Ay ya, solamente quiero desayunar en paz—me quejo.
Estaba sumamente cruda, todo me daba vueltas, y yo no sabía cómo fingir que estaba en perfecto estado. Solo quiero que me deje en paz un rato.
—Ya háblame en serio.
—Por eso, te engañé—repito con cansancio—¿Me vas a perdonar o quieres que terminemos?
Ha pasado toda la mañana con ese tema. Ni siquiera había abierto bien los ojos cuando ya me estaba interrogando.
—¿Por qué no te tomas las cosas en serio?
—Porque tú no me tomas en serio—respondo, levantando la voz—¡Parece que no me conoces! Tantos meses ya estando juntos y ¿crees que voy a hacerle caso a un pendejo en dos horas?
Me levanto enojada y, sin esperarlo, corro al baño. En realidad quería vomitar. Me agarro del lavabo, dejando que el mareo pase, y abro la llave de la regadera para ahogar el sonido mientras procedo a vomitar.
Escucho a Junior detrás de la puerta. Unos momentos después, termino y decido meterme a bañar. El agua fría me despeja un poco, como si pudiera lavar también los enredos de mi mente.
Termino y salgo envuelta en una toalla, suspirando al ver a Junior ahí, mirándome.
—Ajá, ¿así nos vamos a reconciliar?—pregunta con una sonrisa traviesa.
Lo ignoro y agarro mi ropa para meterme de nuevo al baño.
—Ya, vamos a hablar bien, en serio—me detiene, con esa seriedad que a veces me desarma—No nos podemos pelear, en una semana es el cumpleaños del niño.
Una sonrisita quiere escaparse cuando escucho que recuerda y se incluye en todo.
—Déjame cambiarme entonces.
—Cámbiate aquí—dice, viéndome a los ojos, esa mirada que me conoce tan bien.
—Si me cambio aquí ya sabemos cómo va a terminar esta pelea.
—¿Y no quieres o qué?
Suspiro, escapándome corriendo al baño para cambiarme. Al poco rato, salgo ya vestida, con el pelo goteando.
—A ver, dime—me siento en la orilla de la cama.
—Era broma que te lo besaste, ¿verdad?
—¡Junior!—me quejo, exasperada.
—Mami, pues yo no sé.
—¿Es que por qué no confías en mí?—pregunto, sintiendo un nudo en el estómago.
—Claro que confío en ti, pero, mi amor, estás bien chula, ¿cómo no les vas a gustar a todos?
—Pero a mí me gustas tú.
Él sonríe, me agarra de las piernas y me jala, acomodándolas sobre las suyas. Sus manos recorren mi piel como si supieran que ahí está mi debilidad.
—Perdóname, mami.
—No tienes por qué ser tan insistente, amor—le pido, acariciando su barbilla—No te voy a engañar.
—Es que ya me la han aplicado tantas veces que me da culo, la verdad.
Sonrío, y beso su mejilla suavemente, sintiendo cómo el calor de su piel se mezcla con mi toque.
—Conmigo no va a pasar. A mí me encantas tú—le susurro al oído, forzándolo a mirarme, a ver que le hablo en serio.
Lo atraigo para besarlo.
—¿Dónde voy a encontrar a un hombre que me dé todo lo que tú?
Él me toma de la cintura y nos acuesta. Yo me subo encima suyo y él baja sus manos hasta mis caderas, firmes y seguras.
—¿Qué tantos regalos?—pregunta, su voz acariciándome el oído.
—Tanto amor—respondo, volteándolo a ver y lo beso, dejando que sienta mi gratitud.
Sonríe en medio del beso y me suelta una nalgada que me saca una risa.
—Última vez que me bromeas con cosas así, ¿eh?—me dice, poniéndose serio—No me dio risa.
Me carcajeo, incapaz de contenerme.
—Perdóname, mi amor.
Bajo mi mano a su pantalón, sintiendo cómo sus ojos se oscurecen un poco más.
—Te lo puedo recompensar—le digo cantadito, provocándolo.
Sonríe y asiente, sus manos firmes en mi cintura.
—Pero calladita—pide, jalándome hacia él, metiendo sus manos donde sabe que me hace perder el control
AMIGAS 😭😭
quería hablarles desde mi cumpleaños porque sentí hermoso que si me hayan felicitado pero tengo un rollo en mi cuenta perdónenme, yo las amo. Gracias por tanto amor y siempre buscarme.😩❤️
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reloj: junior h
FanfictionUna camarera designada para atender al exitoso cantante de corridos, Junior H.