Capítulo 9

30 1 1
                                    

-Andas muy disperso, ¿es por algo importante? -preguntó el rubio mientras cortaba su carne con calma

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

-Andas muy disperso, ¿es por algo importante? -preguntó el rubio mientras cortaba su carne con calma.

Negué, desviando la mirada de la ventana hacia él.

-Nada relevante. Todo sigue igual.

-¿Seguro? Porque me da la impresión de que cierta alumna que salvé aquella vez te tiene así -dijo, con una sonrisa astuta mientras seguía masticando.

Carraspeé, tratando de controlar mi expresión.

-¿Y tú, cómo estás? -quise desviar el tema, pero él soltó una risa burlona antes de responder.

-Mejor que nunca -dijo, y lo vi en sus ojos. Sentí un frío recorrerme. Temí por él, por mi hermano, porque esa chispa en su mirada no era la de siempre.

-Lo dudo, te he notado raro últimamente.

-Qué ironía. Pensé que tú solo tenías ojos para cierta alumna... -dijo, casi disfrutando de mi incomodidad.

Suspiré. Intenté borrar a Lira de mi mente, pero era imposible. Aunque ahora mismo, él me preocupaba más.

-¿Sigues tomando tus pastillas? -pregunté, intentando retomar el control.

Él rodó los ojos, claramente molesto por el cambio de tema.

-Sí, lo hago. -Bebió un sorbo de agua, y de repente, soltó la bomba-: He conocido a alguien.

No tuve que insistir para que soltara la información, lo que me desconcertó aún más.

-¿Quién eres tú y qué hiciste con mi hermano? -bromeé, aunque la idea de mi hermano menor enamorado me parecía un mal presagio.

-Bueno, en realidad solo me he fijado en alguien. Aún no hemos hablado.

-Recuerda que la historia no puede repetirse.

-¿Y tú? -dijo, cambiando el tema con la misma facilidad con la que lo había hecho yo-. ¿Cómo vas con... Lira? ¿Ya puedo decirle "cuñadita"? -se burló, disfrutando de mi reacción.

Sonreí, casi sin darme cuenta, pero fue una sonrisa breve, fugaz.

-En serio te gusta, ¿eh? Nunca te vi así por alguien -observó, sorprendido.

-Hazme el favor de callarte. Solo es mi alumna, nada más -sentencié, aunque en el fondo, trataba más de convencerme a mí mismo que a él.

Se recostó en su silla, la sombra de una sonrisa aún dibujada en sus labios, como si saboreara mi incomodidad. El silencio entre nosotros se hizo espeso, sólo interrumpido por el suave tintineo de los cubiertos contra el plato. Él había sido mi responsabilidad desde que éramos niños, y ahora, cada palabra suya parecía un eco de algo que no podía controlar.

-Sabes, hermano -comenzó, su voz más grave de lo habitual-, hay cosas que ni siquiera tú puedes evitar, aunque lo intentes. Esa alumna, Lira... se ve en tus ojos.

Lo miré, clavando la mirada en los suyos, pero él no retrocedió. Siempre había sido más valiente de lo que aparentaba. Supe en ese momento que la situación se estaba escapando de mis manos.

-No es de ella de quien deberíamos preocuparnos -respondí en voz baja, intentando mantener la compostura-. Tú me preocupas más en este momento. ¿Quién es esta persona de la que hablas?

Su sonrisa se desvaneció levemente, y su mirada pareció volverse más oscura, casi insondable.

-No es importante todavía. Pero lo será -dijo, como si ya lo supiera con certeza-. No te lo tomes a mal, pero no es algo que quieras saber, al menos no ahora.

Eso sólo encendió mi desconfianza. A lo largo de los años, había aprendido a leer a Valter como un libro abierto, pero esta vez había algo diferente, algo que no me estaba contando. Y eso me inquietaba.

-Deberías tener cuidado -advertí-. Lo último que necesitamos es que te metas en otro lío, ya hemos pasado por eso antes.

-No soy un niño -respondió, su tono más frío-. No puedes seguir vigilándome como si lo fuera.

-No te estoy vigilando. Estoy asegurándome de que no cometas errores que ya cometiste.

-Tal vez los errores no son siempre errores -dijo, y volvió a centrarse en su comida, como si la conversación hubiera terminado.

Pero para mí, apenas comenzaba. El aire estaba cargado de tensiones no resueltas, secretos a medio contar. Y, aunque no lo dijo, ambos sabíamos que lo que fuera que él  ocultaba no iba a quedarse enterrado por mucho tiempo. Lo conocía demasiado bien. Sabía cuándo algo oscuro se estaba gestando en su vida, y por su mirada, esta vez parecía ser más grave.

-De todas formas, ten cuidado -repetí, manteniendo la voz calmada, pero firme.

El rubio levantó la vista, y por un breve momento, vi algo más que la habitual burla en sus ojos. Había una chispa de desafío. Como si el siguiente paso que diera ya estuviera fuera de mi alcance.

-Lo mismo te digo, hermano -respondió suavemente-. No dejes que esa chica sea tu perdición.

El silencio volvió a caer entre nosotros, pesado y lleno de significado. Me miró con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos, y algo en su expresión me hizo sentir un frío inesperado. Sus últimas palabras quedaron flotando en mi mente, como una advertencia oscura.

Quizás ya era muy tarde para esa advertencia. Quizás, sin darme cuenta, Lira ya era mi perdición.


Profesor VersackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora