Capitulo 19

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Mi corazón latía con una fuerza desesperada. ¿Qué hacía aquí? Las preguntas se agolpaban en mi mente.

—Sayers —me saludó con su tono grave y familiar, pero esta vez sonaba más personal, como si el simple hecho de pronunciar mi apellido tuviera un peso mayor. Hasta ahora, solo había escuchado mi nombre en sus labios en mis pensamientos más privados. La realidad resultaba mucho más perturbadora de lo que jamás imaginé—. He estado llamándote. ¿Por qué no contestaste?

Sus ojos oscuros me atravesaban, clavándose en los míos con una intensidad que me hizo contener el aliento. Se veía molesto, su mandíbula apretada como si estuviera a punto de perder el control. El profesor Versack nunca había lucido tan... vulnerable. Y de algún modo, esa vulnerabilidad intensificaba la tensión que había entre nosotros. Intenté mantener la compostura, pero mi cuerpo traicionaba mi determinación.

—No tenía batería en el teléfono —mentí, luchando por no desviar la mirada. La excusa sonaba ridícula, incluso para mí, y podía sentir cómo sus ojos examinaban cada pequeño gesto, cada titubeo en mi voz.

—No creo que eso sea cierto —respondió, acercándose un poco más, reduciendo la distancia que había entre nosotros. Su presencia se volvía cada vez más abrumadora—. Me preocupaste. Quería saber si estabas bien. Te escribí para que quedáramos a hablar, pero cuando no contestaste, recordé tu dirección y preferí pasar personalmente.

Mis pensamientos se arremolinaban, y la cercanía de su cuerpo me hacía sentir mareada.

—No debería estar aquí, profesor —dije, forzando una firmeza en mi voz que estaba lejos de sentir—. Lo que ocurrió hoy fue un error. No podemos seguir así.

Él frunció el ceño, como si mis palabras lo irritaran.

—¿Por qué no puedes aceptar lo que hay entre nosotros? —preguntó, su tono cargado de frustración—. No estoy dispuesto a dejar que te alejes de mí.

—No se trata de eso —protesté, tratando de mantener la calma mientras el pánico comenzaba a hacer mella en mi interior—. Lo que sentimos está mal. Somos profesor y alumna. Esto podría costarle su puesto.

Sus ojos brillaron con una mezcla de desafío y deseo, como si mis palabras no significaran nada frente a lo que había surgido entre nosotros.

—No me importa lo que está en juego —replicó, su voz volviéndose más intensa—. Lo que importa es lo que siento por ti. No puedo ignorarlo, y tú tampoco deberías.

Sentí un nudo en el estómago mientras trataba de procesar lo que decía. Era cierto que había algo entre nosotros, algo que ni siquiera podía describir. La atracción, la conexión... todo era innegable. Pero también lo era el riesgo.

—Profesor, debemos ser responsables. —mi voz temblaba, y en mi interior sabía que mis argumentos eran cada vez más débiles.

—Llámame por mi nombre —dijo, su tono bajo y casi íntimo, mientras se acercaba aún más—. Dime que no sientes nada por mí, y entonces me iré. Pero si no puedes hacerlo, entonces estamos en un terreno peligroso.

El aire entre nosotros estaba cargado de tensión, como si el mundo a nuestro alrededor hubiera dejado de existir. Podía sentir mi corazón latiendo con fuerza, cada pulso resonando en mis oídos. Sus palabras resonaban en mi mente, y aunque sabía que lo correcto era rechazarlo, una parte de mí anhelaba lo que ofrecía.

La atmósfera se tornó densa, como si cada palabra estuviera impregnada de un deseo latente. Su mirada fija en la mía hacía que la distancia entre nosotros pareciera aún más pequeña, como si el espacio se encogiera para dar paso a la inevitable atracción que nos consumía.

Profesor VersackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora