Capitulo 13

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Lira

Sábado


—El profesor Versack estaba preguntando por ti —dice Marcel.

Abro los ojos y de inmediato veo a Valery; ella también me ve automáticamente.

—Ese tipo no puede ser más obvio, Lira. Te tiene unas ganas...

—¡Qué puta suerte tienes! El profesor está tan buenote —exclama Bridgi. Yo solo me limito a negar con la cabeza, ruborizada.

—Chicas, cálmense. El profesor está ensañado conmigo. Me odia, no es lo que ustedes piensan.

Valery niega con la cabeza, rodando los ojos.

—Mira, solo te estás engañando a ti misma, hermana —dice.

—Bueno, voy a ir al aula a ver qué quiere el señor aburrido —digo, y ellas parecen querer seguir burlándose.

—Eso, Lira. Sacrifícate por el grupo, que nos apruebe la materia —bromea Marcel. Yo río, negando con la cabeza.

—Sálvense ustedes mismas, vagas —les digo antes de perderme por los pasillos, que usualmente están llenos, pero ahora no hay ni un alma.

El silencio de los pasillos hace eco en mis pasos. Me siento vulnerable, como si cada paso me llevara más cerca de un abismo incierto. Al llegar a la oficina , la puerta está entreabierta y por ella sale un chico que me resultó familar , claro el rubio rarocon que me felicitó luego de la exposición atrás. Me sorprendio el  parecido del profesor con él pero lo deje pasar.

Respiro hondo y empujo con suavidad. El profesor Versack está de espaldas, mirando por la ventana. Parece perdido en sus pensamientos, pero su postura rígida sugiere lo contrario.

—¿Me buscaba, profesor? —mi voz suena más débil de lo que esperaba.

Él se gira lentamente, sus ojos clavándose en los míos como si estuvieran evaluando cada detalle de mi alma. No puedo evitar estremecerme.

—Lira, cierra la puerta, por favor —su tono es suave, pero hay algo más ahí, algo que no logro descifrar.

Obedezco, el sonido del clic cuando la puerta se cierra resuena en la sala vacía.

—Me han dicho que tienes problemas con el tema de esta semana —su voz es baja, casi un susurro, pero se siente cargada de insinuaciones.

—Yo... bueno, lo entiendo, pero quizás podría mejorar. —Estoy nerviosa y odio que se note.

¿Cómo sabía que me costaba?. De seguro me había escuchado quejarme con las chicas ¡mierda!.

Él da un paso hacia mí, lento y deliberado. Sus ojos no se apartan de los míos.

—No necesitas mejorar, Lira. Lo que necesitas es concentración. —Su tono es firme, pero sus ojos se suavizan—. ¿Sabes lo que es la concentración, Lira? Es poner toda tu atención en un solo punto, en un solo... objetivo.

Trago saliva, consciente de cómo su presencia llena el espacio, cómo su mirada se vuelve más intensa, casi devoradora. Siento mis mejillas arder.

—Intento concentrarme... en clase, digo. —Mi voz se quiebra al final, y maldigo internamente por ello.

—No parece suficiente. —Su mano se posa en la esquina de mi escritorio, sus dedos tamborilean ligeramente—. Pero estoy aquí para ayudarte, Lira. —Hay un tono descarado en su voz, como si supiera exactamente el efecto que está teniendo en mí.

Mi respiración se vuelve irregular, y trato de mantener la compostura.

—¿Cómo piensa ayudarme? —logro decir, aunque mi voz apenas sale como un susurro.

Versack se inclina un poco hacia mí, su rostro a pocos centímetros del mío. Puedo sentir el calor que emana de su cuerpo, el ligero aroma de su colonia mezclado con algo más... algo casi animal.

—Eso depende de ti, Lira. Depende de cuánto quieras... mejorar.

Cada palabra está cargada de tensión, cada segundo parece estirarse hasta el infinito. Estoy atrapada entre la atracción y el miedo a lo que podría suceder si cruzo esa línea que él está trazando frente a mí.

—Yo... —empiezo, pero él levanta una mano, pidiendo silencio.

—No tienes que decidir ahora. Pero si realmente quieres sobresalir, sabes dónde encontrarme. —Su mirada es casi una promesa, o una amenaza, no estoy segura.

Me aparto un paso, necesitaba aire. Siento como si hubiera olvidado cómo respirar correctamente en su presencia.

—Entiendo, profesor —murmuro, y antes de que él pueda decir algo más, me dirijo a la puerta, sintiendo su mirada pesada en mi espalda hasta que salgo del aula.

El pasillo sigue vacío, pero ya no me siento sola. Es como si su presencia me persiguiera, como si sus palabras se hubieran quedado adheridas a mi piel.

Camino rápido, tratando de dejar atrás esa sensación, pero en el fondo sé que no lo lograré. Sé que algo cambió en ese aula, y que la próxima vez que nos encontremos, la línea entre lo permitido y lo prohibido será aún más delgada.

Profesor VersackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora