Capitulo 33[Final de temporada]

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Rick Versack;

-¿De verdad piensas eso de mí? -pregunté, con incredulidad en mi voz, aunque me esforzaba por mantenerme firme mientras me acercaba lentamente a ella.

Lira sostenía el cuchillo con fuerza, sus dedos pálidos de tanto apretar el mango. Llevaba puesta mi camisa, demasiado grande para ella, que apenas cubría su piel desnuda, dejando entrever la curva de su clavícula y las marcas de mis manos en su cuerpo. Era imposible no notarlo: se veía jodidamente hermosa, incluso en ese momento de tensión. Su mirada, mezcla de desafío y vulnerabilidad, siempre había sido mi perdición. Algo en su postura me hacía querer tomarla entre mis brazos y no dejarla nunca ir.

-¿Y qué son esas fotos, Rick? -preguntó con un leve temblor en la voz, pero no bajó el cuchillo ni un centímetro.

Pude sentir su miedo. Estaba ahí, palpable, como una barrera entre nosotros. Pero también había algo más: determinación. Una voluntad férrea que no cedería fácilmente. Esa era una de las cosas que más amaba de ella, su espíritu indomable. No me lo pondría fácil, no se rendiría sin luchar.

-¿Fotos? -traté de ganar tiempo, confundido-. ¿De qué demonios estás hablando, Lira?

Di un paso hacia ella, las manos en alto, mostrando que no era una amenaza. Mi mente trabajaba a toda velocidad. Fotos. ¿Qué había visto? ¿Qué creía que sabía?

-¡Te dije que no te acerques! -gritó, agitando el cuchillo frente a mí. Su voz era un filo cortante, pero detrás de esa dureza, podía escuchar el miedo, como un susurro traicionero-. ¡Eres un jodido lunático, Rick! ¿Qué hago aquí? -preguntó, su voz quebrándose por un instante-. ¿Me quieres matar como a todas esas personas en las fotos?

Su última frase cayó en la habitación como una bomba. Cada palabra era un golpe directo. Un susurro ahogado, entre la incredulidad y el terror. No quería creerlo, podía verlo en sus ojos. Pero estaba al borde de hacerlo. Y ese miedo... ese maldito miedo me desgarraba por dentro.

-Lira... -dije con la voz más baja, más suave. Necesitaba que me escuchara, que me creyera-. Nada de eso es cierto. Por favor, mírame, déjame explicártelo.

Ella retrocedió un paso, negando frenéticamente con la cabeza, lágrimas corriendo por su rostro. El cuchillo temblaba en su mano, pero su mirada estaba clavada en mí, como si estuviera luchando con ella misma, como si una parte de su ser quisiera dejar el cuchillo caer y correr a mis brazos, mientras la otra temía por su vida.

-No te acerques... -susurró, su voz rota, rota por la duda, por el miedo que yo mismo había provocado, aunque nunca intencionadamente-. ¿Qué hice para merecer esto? -sollozó, sus ojos reflejando una mezcla de tristeza y desesperación.

-Por favor, amor, déjame explicarte... -mi voz quebrada, casi rogando, mientras daba un paso más. Pero ella se mantuvo firme, sin darme tregua.


-¡No me llames amor! -gritó Lira, retrocediendo otro paso. El filo del cuchillo reflejaba la luz débil de la habitación, bailando ligeramente por el temblor en su mano. Su voz era una mezcla de furia y desesperación, pero el dolor era innegable. Me desgarraba verla así, creyendo que yo era capaz de algo tan monstruoso.

Mi garganta se cerró, y sentí una punzada en el pecho. Las cosas habían llegado demasiado lejos. Todo lo que había ocultado, todo lo que había intentado enterrar, se había desmoronado en un segundo. Y ahora ella estaba ahí, al borde del abismo, temiendo lo peor de mí.

-Lira, escúchame... -intenté acercarme de nuevo, pero el cuchillo se alzó más alto, como una advertencia final. Ella ya no era solo mi Lira, la mujer que conocía. Ahora era una criatura herida, atrapada en una jaula de sospechas.

-¡Basta de acercarte! -exclamó con voz rota, y luego susurró-. Sólo dime... ¿qué son esas fotos? ¿Por qué ... están todos muertos? ¿Qué hiciste, Rick? ¿Qué clase de monstruo eres?

Sus palabras me atravesaron como cuchillos. La vi tragarse el nudo en su garganta, como si decirlo en voz alta la ayudara a aceptar la horrenda posibilidad. El cuchillo bajó un poco, pero su mirada seguía llena de duda y terror.

No podía seguir así. Era hora de hablar, de revelar todo antes de que la perdiera para siempre.

-Tienes razón -admití con voz tensa-. Esas fotos son reales... pero no son lo que piensas.

Su cuerpo se tensó al escuchar mi confesión, y el cuchillo volvió a elevarse. Su respiración era errática, su pecho subía y bajaba con fuerza.

-¿Qué significa eso? -Lira demandó, su voz temblando.

Tragué saliva, mi mente buscando las palabras adecuadas. Cada segundo contaba. Si decía lo incorrecto, si no lograba que me creyera...

-Esos... esos cuerpos, esas personas -continué, tomando una respiración profunda-. No las maté, Lira. Pero estuve allí. Yo las encontré, todas ellas. No sé cómo explicarlo, pero he estado involucrado en cosas que no deberías saber.

Lira frunció el ceño, su confusión evidente.

-No entiendo nada Rick... -su voz más baja, pero aún llena de sospecha y miedo-. ¿Por qué no me dijiste nada antes?

-Porque no quería que te involucraras. ¡Quería protegerte! -solté desesperado, dando un paso más, pero ella retrocedió de nuevo, sus ojos centelleando de emoción contenida.

-¿Protegerme? -rió con incredulidad, una risa amarga que no sonaba como ella-. ¿De qué? ¿De ti mismo? ¿O de lo que sea que estás metido?

-Sí, de mi mismo y de algo mucho peor que yo, Lira -mi voz se apagó en un susurro, sintiendo la gravedad de lo que iba a decir-. personas... personas poderosas que controlan todo esto. Los que están detrás de esas muertes. Y si supieran que tú... -mi voz se quebró por un segundo-. Si supieran que tú significas tanto para mí, te matarían sin dudarlo.

Ella parpadeó, claramente aturdida por mis palabras, pero todavía insegura.

-Entonces, ¿me estás diciendo que todo esto es por protegerme? -preguntó con escepticismo-. ¿Y por qué tienes esas fotos? ¡Dime la verdad Rick! ¡no me mientas más!.

El cuchillo seguía en su mano, pero su agarre ya no era tan firme. Su respiración se calmaba lentamente, aunque las lágrimas seguían cayendo por su rostro. Sus ojos buscaban los míos, como si tratara de encontrar la verdad enterrada en alguna parte. El silencio entre nosotros era sofocante, cargado de tensión, pero también de una última esperanza.

-Tienes cinco minutos, Rick -susurró, aún temblorosa-. Di lo que tengas que decir... antes de que me vaya para siempre.

Sentí el peso de sus palabras como una sentencia final. Era ahora o nunca. Revelarlo todo o perderla para siempre.

Respiré hondo, los recuerdos me golpeaban con fuerza, imágenes de cuerpos, de amenazas, de decisiones que nunca debí tomar.

Miré a Lira una vez más, viendo la fragilidad detrás de esa fachada de acero. Sabía que si no lo hacía, si no le decía la verdad, todo habría terminado para nosotros.

Profesor VersackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora