Capítulo 28

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Valter siempre había sido un tipo reservado, más por necesidad que por elección. Sus años de infancia fueron un caos por no decir algo peor, con constantes peleas en casa, la sensación de abandono, el vacío que lo había acompañado desde que tenía memoria pero sobre todo el lado oscuro de su familia. A los quince años, el caos mental había alcanzado un punto crítico, y los psiquiatras decidieron que lo mejor sería calmar su mente con medicamentos. Desde entonces, se volvió dependiente de las pastillas que le permitían, al menos en apariencia, mantener el control. Pero eso era antes.

Todo cambió el día que la vio.

Era una tarde común, una de esas donde caminaba con los auriculares puestos para evitar la realidad que lo rodeaba. Mientras avanzaba por la calle, algo -o más bien, alguien- llamó su atención. No fue solo su belleza lo que lo dejó anonadado, sino la manera en que ella parecía moverse como un ser celestial entre mortales. Una chica de tez blanca, con un cabello azabache que caía en rizos deslumbrantes, pasó frente a él. Sus pasos eran ligeros, como si flotara, ajena al mundo que la rodeaba. Valter se quitó los auriculares automáticamente, paralizado en su lugar. Quedó hipnotizado por esa visión, un ángel caminando en medio del bullicio.

Ella no lo notó. Ni siquiera parecía consciente de su entorno, tan inmersa en sus propios pensamientos que pasó como un fantasma a su lado. Fue un momento fugaz, pero para Valter, todo cambió en ese instante. Esa chica, ese ser etéreo, fue lo que siempre había estado buscando, aunque no lo supiera.

Después de ese encuentro, pasó días tratando de averiguar quién era. Hasta que, en una de las clases más tediosas para él, Literatura, la vio de nuevo. Allí estaba, sentada al fondo del aula, como si fuera una aparición. La misma chica, la misma diosa griega. Esa revelación le cayó como un balde de agua fría, y desde entonces, dejó las pastillas. Algo en ella lo había transformado. Dejó de sentirse prisionero de sus pensamientos caóticos, al menos mientras ella estuviera cerca.

Desde entonces, Valter se obsesionó con averiguar todo sobre ella. Primero, fue a través de las conversaciones que escuchaba en clase; luego, lo siguió por cuentas anónimas en redes sociales. Todo lo que descubría la hacía más perfecta a sus ojos. Se volvió una especie de adicción, un escape de su propia oscuridad. No necesitaba las pastillas, porque ella se había convertido en su nueva droga.

Sin embargo, Valter sabía que lo que sentía no era amor, o al menos no en el sentido más puro. Era más bien una fascinación, una obsesión irracional, algo que lo mantenía atado a ella de una forma que ni él mismo entendía. Pero no le importaba. Lo único que importaba era estar cerca de ese "ángel", aunque ella no supiera que existía.

Y así fue como Valter dejó de lado su propia cordura, sustituyendo las pastillas por algo mucho más peligroso: la necesidad incontrolable de estar en la órbita de esa chica, de esa figura que, sin darse cuenta, se había convertido en el centro de su universo roto.

[...]

Valter se dirigió a la casa de campo de su hermano con una mezcla de rabia y determinación ardiendo dentro de él. Ese día iba a enfrentarse a Rick, dejarle claro que ya no podía seguir interfiriendo en su vida, especialmente cuando de su futura chica  se trataba. No se imaginaba, sin embargo, la sorpresa que le esperaba al llegar.

Cuando tocó la puerta y ésta se abrió, allí estaba ella. Lira, con su cabello ligeramente alborotado y una expresión de sorpresa al verlo. Claro, pensó Valter con una sonrisa cínica, el nuevo entretenimiento de su hermano. No es que Rick soliera mezclarse con sus estudiantes, pero con Lira... claramente estaba rompiendo sus propias reglas.

—¿Valter? —preguntó Lira, con una mezcla de desconcierto y cortesía.

—¿Quién más iba a ser? —respondió él, su voz impregnada de una sutil burla mientras sus ojos la recorrían. No podía evitar compararla con Valery, y aunque Lira no era precisamente poco atractiva, para Valter no se acercaba en absoluto a la perfección que veía en Valery, su verdadero objetivo.

Profesor VersackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora