Capitulo 18

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El golpe en la puerta resuena como un trueno en la pequeña oficina, desvaneciendo de golpe la burbuja en la que me encontraba atrapada. Nos separamos abruptamente, y el aire entre nosotros parece cargarse de una nueva y pesada tensión. El profesor Versack da un paso atrás, sus labios entreabiertos y su expresión aún encendida por lo que acaba de ocurrir. Mi corazón late con fuerza, tratando de recuperar el ritmo perdido, mientras la realidad se instala bruscamente en mi mente.

—Adelante —dice Versack con voz firme, aunque apenas perceptible el rastro de lo que acaba de suceder entre nosotros.

La puerta se abre lentamente, y al ver quién entra, siento un vuelco en el estómago. Es el decano de la facultad. Sus ojos recorren la habitación, deteniéndose un segundo más de lo necesario en mí. Mi pulso se acelera de nuevo, pero esta vez por una razón completamente diferente. La posibilidad de haber sido descubiertos en algo tan inapropiado me hace contener la respiración.

—Rick, ¿puedo interrumpir? —pregunta el decano con tono cortés, aunque su expresión no parece ofrecer opciones. Mis ojos se dirigen a Versack, quien ya ha recuperado su postura habitual, aunque su rostro aún luce tenso.

—Claro, Tom. Solo estaba hablando con la señorita Lira sobre algunos asuntos académicos —responde el profesor, su voz ahora medida y calmada, como si nada fuera de lo común hubiera ocurrido minutos antes.

El decano asiente, pero puedo notar su mirada evaluadora, sobre todo cuando vuelve a posarse en mí. Trato de mantenerme tranquila, mis manos frías se aprietan en puños discretos para ocultar el temblor que amenaza con delatarme.

—Espero no interrumpir algo importante. Solo quería hablar contigo sobre unos asuntos administrativos antes de la reunión de esta tarde —añade el decano, ignorando cualquier rastro de tensión en el aire.

Versack asiente, y antes de que el decano continúe, decido que este es mi momento para salir.

—Yo... ya me iba —digo con la voz apenas controlada, dirigiéndome hacia la puerta—. Gracias por la reunión, profesor. Discutiremos lo que quedó pendiente en otro momento.

No espero una respuesta. Camino hacia la salida con pasos apresurados, sintiendo la mirada del decano clavada en mi espalda mientras me deslizo fuera de la oficina. Al salir, cierro la puerta suavemente detrás de mí, y una vez en el pasillo, me detengo para tomar aire.

Mi mente se agita con lo que acaba de suceder. El beso, la interrupción, la posible implicación de haber sido descubiertos. Me apoyo contra la pared, mis piernas temblando aún mientras intento procesar la sucesión de eventos. ¿Qué fue lo que me llevó a dejarme llevar por ese momento? ¿Y cómo voy a enfrentarme a Versack después de esto?

Mi teléfono vibra en mi bolsillo, pero no tengo fuerzas para mirarlo todavía. Necesito tiempo, necesito entender qué ha cambiado dentro de mí en estos últimos minutos. Lo que está claro es que nada volverá a ser igual después de esto.

El corazón me latía con fuerza a cada paso incierto. Mi mente proyectaba, una y otra vez, lo ocurrido apenas 20 minutos antes. De repente, el claxon de un coche me sacó bruscamente de mis pensamientos; estuve a punto de ser atropellada, y el conductor tuvo que frenar de golpe. Me disculpé al aire y apuré el paso, ansiosa por llegar a casa y desplomarme en la cama, buscando procesar lo sucedido.

Está mal, maldita sea, esto está muy mal.

Soy su alumna, y aunque ambos somos adultos, lo que está en juego es su puesto. Las reglas son claras: no se puede salir con estudiantes.

Lo que más me atormenta es pensar qué habría pasado si el practicante no hubiera tocado la puerta y nos hubiera descubierto. O peor aún, ¿qué habría pasado si nadie nos detenía? ¿Habríamos tenido sexo? Al pensarlo, un escalofrío recorrió mi cuerpo. Era evidente que le gustaba, y lo más desconcertante de todo... yo sentía lo mismo.

Llegué a casa con el corazón aún acelerado y las emociones a flor de piel. Apenas cerré la puerta detrás de mí, solté un suspiro y dejé caer mi mochila en el suelo. No podía dejar de pensar en lo que había pasado con el profesor Versack, en su mirada, en ese beso. Todo se mezclaba en mi cabeza, como una tormenta de sensaciones que no podía controlar.

Me dejé caer en la cama, cubriéndome con la manta como si pudiera esconderme de la realidad.

Impulsivamente, agarré mi teléfono. Sin pensarlo demasiado, abrí el chat con Versack y, antes de darme cuenta, ya estaba escribiendo:

"Profesor, he estado pensando, y lo mejor sería que busque a otro alumno para la asistencia. Creo que es lo más prudente. Además, sería mejor que borre mi número."

Sentí que mis dedos temblaban mientras pulsaba "enviar". Apenas vi el mensaje entregado, un peso cayó sobre mí, y me pregunté si había sido lo correcto. Sabía que estaba huyendo, pero después de lo que había pasado, no veía otra salida.

[...]

Ese día no salí de casa; pasé la tarde pensando. La escena se repetía una y otra vez en mi mente: sus manos firmes recorriendo mi cuerpo, sus labios carnosos rozando los míos.

Más tarde, recibí un mensaje suyo. Me daba miedo abrirlo, así que lo ignoré. Tenía pánico de que, después de lo sucedido, me rechazara de la peor forma. Apagué el teléfono de inmediato y pasé el resto de la tarde escuchando música y viendo películas, intentando no pensar en nada.

A eso de las seis, sonó el timbre del departamento, y fruncí el ceño. ¿Quién podría ser? Enseguida recordé que había apagado el teléfono. ¡Tal vez era Valery, preocupada porque no respondí, viniendo a verificar si seguía viva!

Abrí la puerta, pero al ver quién estaba del otro lado, sentí que el corazón se me detenía.

—¿Profesor Versack? —susurré, apenas capaz de creerlo. ¿Qué hacía él aquí?.

Profesor VersackDonde viven las historias. Descúbrelo ahora