Profesor Versack

Capítulo 30

Lira;

Hace un mes, todo parecía ser mucho más simple. Mi vida giraba en torno a la universidad, las clases, y mis amistades. Pero ahora, todo se sentía completamente diferente. A veces, me despertaba sintiendo como si estuviera atrapada en un torbellino de caos que había surgido de la nada. Y todo, desde que Rick me reveló aquella verdad que nunca vi venir: Valter, mi compañero en literatura, es su hermano.

Al principio, fue un golpe difícil de asimilar. La confusión, la sorpresa, todo se mezclaba en mi mente como una maraña imposible de deshacer. La misma semana que descubrí su parentesco, Rick me pidió que mantuviéramos lo nuestro en secreto. No le conté nada a Valery, aunque me dolía. Ella siempre había sido mi confidente, mi amiga cercana, pero algo en la forma en la que Rick me lo pidió, con esa mezcla de urgencia y seriedad, me hizo ceder. Desde entonces, mis encuentros con él han sido a escondidas. Nos vemos en su casa, lejos de las miradas curiosas, y cada vez siento cómo me hundo más en este remolino de mentiras.

Lo más loco es que Valter parece ser el único que sabe lo nuestro. A veces me pregunto si disfruta tener esa información, como si fuera una carta secreta que juega en su mente retorcida. Cada vez que lo veo en clase, siento su mirada fija en mí, y una inquietante sensación se apodera de mi estómago. Rick me ha dicho que no me preocupe, que Valter es inofensivo. Pero yo no estoy tan segura. Su hermano es un misterio, y la conexión que tiene con Rick, tan profunda como turbia, me hace pensar que hay mucho que no sé de ambos.

Las semanas han pasado y he comenzado a distanciarme de James. Rick ha sido claro sobre lo que siente respecto a él. Según Rick, James está enamorado de mí, algo que siempre he considerado absurdo. Pero cuando Rick me lo mencionó tantas veces, empecé a preguntarme si quizás había algo de verdad. Y aunque me dolía, decidí apartarme un poco de James. No quería que Rick se sintiera inseguro o molesto por mi relación con él. Lo último que quería era que Rick se sintiera mal por algo que yo hiciera.

Pero lo más confuso ha sido lo que me ha dicho sobre Valery. A pesar de ser mi amiga de toda la vida, Rick insiste en que ella me tiene envidia, que me guarda rencor. Dice que lo nota en su forma de mirarme, en esos momentos en los que ella parece distraída o distante. Según él, Valery no es realmente mi amiga. La idea me persigue y no puedo evitar mirar nuestras interacciones bajo una nueva luz. ¿Y si Rick tiene razón? ¿Y si Valery me odia en secreto?

Mi vida se ha vuelto un entramado de secretos, desconfianza y emociones ocultas. Ya no sé en quién puedo confiar.

Desde que pasé más tiempo con Rick, sentí una calma nueva, como si todo comenzara a encajar de una forma que antes no entendía. Su personalidad firme, su intelecto, y la forma en que veía el mundo me atrapaban más cada día. Me llevó a lugares que jamás imaginé conocer, escondidos rincones de Estados Unidos donde la naturaleza parecía ser suya. Esos picnics, llenos de risas, conversaciones profundas, y una simpleza que me hacía olvidar lo demás, se convirtieron en nuestros momentos.

Una de las mayores sorpresas fue cuando me enseñó su vivero. Jamás imaginé que detrás de su casa existía un pequeño paraíso lleno de flores de todo tipo. Verlo entre las plantas, con esa mirada serena, me mostró una parte de él que no conocía. No sólo era el profesor serio y dominante, también era alguien con un alma que cuidaba de la vida a su manera. En ese momento, entre el atardecer y el aroma de las flores, todo se sintió perfecto. No pudimos contenernos, y el deseo nos envolvió hasta que hicimos el amor rodeados de ese oasis, mientras el sol se ocultaba y las sombras caían entre nosotros.

Aquel lugar, sus manos, el calor del momento... todo parecía hecho para mí. Y con él, por primera vez en mucho tiempo, sentí que estaba donde debía estar.

[...]

Era sábado por la tarde. Estaba sentada en el porche de la casa de Rick, una de esas tardes que comenzaban a volverse rutinarias. El sol de otoño se filtraba a través de los árboles mientras lo observaba leer el periódico. Había algo en su calma, en su concentración, que me resultaba a veces fascinante, pero otras, demasiado predecible. Miré mi teléfono y, de nuevo, le respondí un mensaje a Valery.