Captítulo 4

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Narrador

Por su cabeza han pasado cientos de nombres y rostros. Personal despedido, familiares, amigos, conocidos y vecinos. En todos, buscaba hallar un motivo lo suficiente grande para querer llevarse a Gisella y a su nieta. En su interior resaltaba un apellido, pero se negaba a darles más poder del proporcionado en estos tres años.

—Nadie me odia lo suficiente —confirma a los presentes —puedo estar equivocado.

Senna Sanders es, sin lugar a dudas, la única persona viva que lo odia lo suficiente para hacerle ese tipo de daños. Por desgracia, la prisión no ha sido un impedimento para hacerle daño. Esa revelación le hiela la sangre, si su hija y nieta están en manos de esa demente, no van a pedir rescate.

—La culpa es de Hunter —señala Rosy, su exesposa en medio del llanto.

—Lo único que me faltaba —se queja Mariana—ahora mi hijo es culpable.

—¿Desde cuándo la novia es la que espera al novio? —ataca su ex. —si tu hijo hubiera llegado a tiempo, mi bebé jamás pisaría esa sacristía.

Adrián, que en pocas ocasiones le da la razón a su exesposa y madre de su única hija, el día de hoy sabe que sus palabras traen un poco de verdad. Hunter tardó demasiado en llegar a la catedral, las murmuraciones en los presentes tenían una sola línea.

Hunter había dejada a Gisella plantada.

—¿Dónde está tu hijo en estos momentos? —insiste Rosy cada vez más alterada.

—¡En un ataque de nervios! —lo defiende con vehemencia. —el chofer está con él, está devastado y teme lo peor.

—Jamás salió de su casa, se encerró como el cobarde que siempre ha sido —insiste su ex —este matrimonio es obra ustedes y lo que sucedas a las niñas, también.

—Recibió una llamada de negocios —insiste Mariana con Adrián estudiando sus movimientos.

—¿De quién? —quiere saber Adrián. —todos los contactos sabían de la boda, la persona a cargo es Holman.

—¿Qué importa? —ataca Rosy y señala a Mariana —no pierdas el tiempo en excusarlo, tu hijo se arrepintió de casarse, jamás tuvo intensión de llegar a la catedral.

—Las cámaras lo mostrarán en la entrada.

—¿Cuáles cámaras? —ataca fuera decir —¿Esas que misteriosamente se apagaron durante el secuestro? A saber si su ausencia en la boda tiene relación con el secuestro de mis niñas.

—¿Qué es esto? —habla Ivania por primera vez —¿Te das cuenta de lo que dices? ¿Qué haces aquí lanzando veneno?

Adrián decide que ha tenido suficiente y se incorpora del sillón. Las autoridades le han pedido quedarse en casa a la espera de una llamada de los captores. Un consejo que le cuesta, tanto o más como el sentimiento de culpa que crece en su interior.

—Gisella es mi hija y Jackeline mi nieta. Este será mi hogar hasta tanto no aparezcan.

Adrián avanza hacia el balcón apoya ambas manos en las barandas y lanza un gemido cargado de desesperación. Se ha alejado de la discusión, pero continúa escuchando extractos de la misma.

El secuestro de su hija y nieta, fue el mejor escenario para unir a su actual esposa y a su ex. Gracias a ese acto, Adrián ha podido ver a cada una de ellas en acción. Jamás debió engañar a Rosy, menos con alguien como Ivania Sullivan, o unirse en matrimonio con ella.

Hacer memoria sobre como perdió el rumbo de su vida y el control de su hogar y llega a una conclusión. Todas las desdichas llegaron luego de casarse con unirse a los Sullivan. Gracias a eso y por eso, Mariana Sullivan y su pequeño hijo llegaron a vivir a su hogar.

Un príncipe BastardoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora