Capítulo 30

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El despertar de papá trajo consigo muchos eventos, buenos y malos. Sin dudarlo, las partes buenas eran su despertar, el próximo encarcelamiento de los Sullivan, el regreso a nosotros de domingo, entre otras muchas.

¿La mala? El inminente regreso a casa de mamá y su familia, el silencio que rodeaba a Gisella y su actitud cambiante. Mis intentos por saber lo que le sucede y poder ayudarle, son recibidos con rechazo. Los primeros días lo atribuí al estrés que ejercía sobre ella estar al frente a la empresa y que las Sullivan aún no estuvieran arrestadas como todo lo queríamos. Su actitud no mejoraba, ni siquiera cuando las noticias buenas aumentaban y eso me mantenía estresado.

La antigua cafetería a una breve distancia del hospital está repleta de personas que, como yo, vienen a ver su ser querido, nos recibe. Me acompaña domingo, mamá y su esposo están visitando por última vez a mi padre antes de regresar al Mallory.

Patrick lo hará en "Cuanto las Sullivan estén en prisión y cantando." Le había dicho a mi padre, cuando este le preguntó si iba a quedarse mucho tiempo.

Mi compañero de aventuras y fiel amigo de mi hija, se ha convertido en mi chofer, escolta, psicólogo y cualquier cosa que necesite. Asegurando que necesita sentirse útil y tener la mente ocupada. Se alejó de nosotros un par de días, en ese tiempo debo confesar que lo imaginé había recaído.

Al volver nos dijo que ingresó a un grupo de ayuda para alcohólicos anónimos, su objetivo era darnos la cara como un hombre nuevo. No deseaba ser una carga o preocupación más dentro de las muchas que ya teníamos. Si bien, su mirada es limpia y su diálogo más amplio y sin rastros de alcohol. Rostro y cuerpo, aún conserva rastros de los excesos pasados.

Va por buen camino y es lo que cuenta.

Domingo, al igual que todos, ha visto el cambio de actitud y se ha mostrado al igual que todos preocupados. No ha ido a ver a mi padre ni una sola vez, dando una excusa tras otra. Mamá y Patrick, me piden tener paciencia y darle espacio, no tengo problemas en hacerlo, siempre y cuando me diga lo que sucede.

—¿Han discutido? —me pregunta luego de escucharme hablar.

Niego y se queda pensativo observando la calle desde el cristal de la ventana de la cafetería. Su comportamiento lo asocio al rencor, es descabellado pensarlo, pero es la impresión que me da.

—Es mucho más fuerte —hablo luego de una larga pausa. —por instantes capto rabia e impotencia en su voz.

—Está enojada, pensé que habían discutido —razona —lo sabrás cuando le preguntes.

—Lo he intentado.

En las pocas veces que se ha mostrado receptiva hacia mí, algo que ocurre cada vez menos. Cuando le pregunto, guarda silencio o niega estar enojada o preocupada, asegura que todo en la empresa funciona bien, no hay nada que le moleste.

—¿Tienes alguna chica detrás de las cortinas? —bromea sonriente—Te ves como un hombre enamorado, pero la estupidez puede segarnos.

—Perdí el interés en otras mujeres desde que conocí a Yuliana. Estuve con alguien cuando estábamos separados, pero fueron encuentros casuales —afirma en silencio observando los transeúntes como yo —ninguno de los dos buscaba algo serio, lo dejamos claro al conocernos.

—Entonces, no son celos. —resume.

Se acabó hace mucho tiempo, no la volví a contactar y ella hizo lo mismo. Hay una gran diferencia entre el sexo ocasional y el hacer el amor, lo tengo claro desde mi primera relación formal. La duda que podía tener sobre ambos actos, se disipó cuando conocí a Yuliana Gisella, la secretaria de mi padre.

Un príncipe BastardoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora