Capítulo 24

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Le doy los últimos toques a mi vestuario calzándome las zapatillas, he dejado las puertas abiertas, para estar al pendiente de Jackie. A domingo se le ofreció varios sitios para quedarse, un hotel, en casa del tío Gabriel, con mamá, con nosotros y el apartamento de Jake. Escogió este último, asegurando que no deseaba incomodar.

Jamás lo haría.

Recojo mi móvil a mi paso y las llaves de la casa, viendo a mi hija cruzar mi campo de visión con la muñeca en brazos.

—Es hora de irnos, linda. —hablo —no juegues con los ascensores.

—Ajá. —capto cierto aire burlón en esa palabra y ruedo los ojos.

Desde que descubrió que con los ascensores comunican la sala de estar con las habitaciones, lo pierde oportunidad para jugar con ellos. Un comportamiento que no deja de ser peligroso, ella puede confundirse y presionar el primer piso del edificio.

—¡Jackie! —le llamó.

Su negativa a responder me obliga a salir de la habitación e ir en su búsqueda. Es pillada por mí arrastrando una silla hacia los botones de la caja metálica. Su rostro se torna rojo al verme en pie, manos en jarras y rostro interrogante.

—Ya hemos hablado de esto. —le reto. —hacen parte de las zonas peligrosas, tu padre te ha hablado de ellas.

—Aja —susurra.

Cubre su rostro con sus manos y baja los hombros. No puedo continuar reprendiéndola cuando hace ese gesto. Es demasiado pequeña para ver el peligro, se aburre en esas cuatro paredes, lo sé. En casa de Nikolái y Ana Lucia, tenia a Ilya y a sus primos. En el penhouse solo adultos.

Me arrodillo ante ella y le tomo en brazos, su reacción me saca una sonrisa. Su pequeño cuerpo pegado al mío, las manitos en mi cuello y los besos que deja en mi mejilla.

—Lo siento mami —se excusa cubriendo el rostro en mi cuello.

—Eres igual a tu padre —le reto —quieres ser perdonada a punta de besos.

Lo peor es que lo logran con facilidad.

—Será mejor bajar — anuncio — tu tío, debe estar por llegar.

No me responde, algo en la terraza ha llamado su atención y al ver hacia el sitio, sonrío. Una hermosa paloma de plumaje verde iridiscente, morado y bronce es lo ha llamado su atención. Segundos más tarde, una segunda, de plumaje azul y terroso, arriba a unos cuarenta centímetros de su compañera.

En dos minutos las barandas del balcón están repleta de unas diez de ellas, en colores variados y haciendo sonidos extraños. Jackie no deja de sonreír al verlas hacer un corto vuelo, sostenerse en el aire y cambiar de sitio.

—Es la primera vez que las veo —le miro — ¿Ya las habías visto?

—No —hace ese sonido moviendo la cabeza de un lado a otro.

—Tu abuelo quizás las alimentaba, deben estar esperándolo a él —razono viendo su comportamiento —dejaron de venir con el tiempo y al ver movimientos en el penhouse regresaron.

Explicaría los tazones metálicos apilados en una esquina de la terraza del balcón, aunque no he visto granos o alimentos para aves en su hogar. Le doy una última mirada antes de ingresar al ascensor y sonrío ante el paisaje.

—Le traeremos comida esta noche —le prometo —desde mañana le daremos de comer.

Jackie afirma en silencio, maravillada por la imagen de las palomas, al grupo se han unido tórtolas y uno que otra ave más pequeña de plumaje rojo y blanco.

Un príncipe BastardoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora