Capítulo 17

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—Debemos salir, la visita acabó.

—¡No!

La oscuridad cubre lo que me rodea y el frío se cuela hasta mis huesos ocasionando escalofríos. En medio de esta oscuridad se escuchan voces y un cuerpo pequeño lleno de calor que se pega a mí en medio del llanto. Siento su corazón latir a toda prisa y el miedo que trasmite su voz al gritar fuerte.

—Papi ¡No! —grita la voz infantil, mientras la una segunda le indica que debe salir.

¿Jackie? Es mi Jackie y la voz que la persuade a alejarse es mi madre. Mis intentos por hablar o abrazarlas, acaban en fracasos. Algo o alguien tira de ella que se aferra a mí en medio de gritos desesperados.

¿Dónde estoy? ¿Por qué no puedo verlos, tocar o hablar?

—La están asustando —es escucha decir una voz más calmada que las demás.

Continúa en búsqueda de movilidad y algo de luz en medio de ese lugar. Las voces adultas disminuyen, no el llanto de su hija que continúa llamándole en medio del llanto.

—Prometo que podrás ingresar, una vez revise a tu padre...

—¡No! —repite una vez más en medio del llanto.

—Lo siento, no sé qué le sucede —se excusa mamá —no es la primera vez que ingresa.

—No puede quedarse aquí, señora, lo siento.

—¿Quieres salir un momento? Compraremos muchos juguetes.

El calor que transpira mi hija disminuye y el llanto de ella se incrementa, van a llevársela. Mis dedos están acalambrados, mi cuerpo rígido ¿Estoy atado? ¡Es imposible! Mi madre no lo permitiría.

El llanto de mi hija se convierte en histeria, ya no siento su cuerpo pegado a su pecho, solo su mano sosteniendo la mía. Mi corazón late a toda prisa, parece a punto de estallar, no sé donde estoy o por qué mi madre quiere separarla de mi lado, pero no voy a permitírselo.

Mi mano logra moverse, lo suficiente para atrapar uno de sus dedos. Una enorme bocanada de aire me permite respirar y sé alguien enciende la luz.

—Despertó. —cierro los ojos cuando la luz me ciega he logrado sostener su mano o es ella la que lo hace.

—Bienvenido señor Giles —al volver a abrir mis ojos, me topo con un rostro conocido.

—Cariño.

La voz de mi madre me hace buscarla, mientras el doctor revisa mis signos vitales. Cierro los ojos con el llanto de ella como fondo y al volver a abrirlos las enfermeras ya no están. Solo mi madre y el cardiólogo.

—¿Sabe quién soy? —intento responderle, pero sigo sin poder hablar —tómese su tiempo. —me pide. —¿Señor Giles?

—El Doctor Won.

—¿Sabe dónde está?

—En el hospital Frederick. —afirma y señala a mi madre.

—¿Quién es ella?

—Alice —respondo y ella sonríe limpiando su llanto —mi madre.

Mi respuesta hace que ella llore aún más fuerte, un llanto que solo yo entiendo. Alzo la mano hacia ella y avanza a toda prisa para tomarlas. Lamento haber tardado tanto tiempo en decírselo, ella merecía escucharlo desde el primer momento. No quería hacerlo forzado, deseaba que saliera de mis entrañas.

Tal cual lo hace ahora.

—¿Sabe quién es?

Señala a mi costado derecho, mi hija está pegada a mi pecho en donde se aferra con fuerza. Alza el rostro en mi dirección y esboza una sonrisa. Sus pestañas y mejillas están húmedas y partes de su cabello se ha pegado a ellas. Intento retirarlas, pero algo me lo impide, sigo buscando el motivo, choco con un catéter en mi mano.

Un príncipe BastardoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora