Capítulo 6

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Los nervios se apoderaron de mí desde que desperté y no vi a Jake, a ese sentimiento se le unió la desesperación al hallar la nota diciendo donde estaba y lo que debía hacer en caso de no volver.

Con Jackeline dormida busqué una forma de pasar el tiempo haciendo un tour por el chalet. Mi primera parada fue en la cocina, la tarde de ayer descubrí que estaba repleta con una gran variedad de alimentos, lo mismo que el refrigerador.

Con una idea de lo que podía preparar para desayunar a mi bella durmiente y mi fugitivo acompañante, retomé mi excursión. Imágenes familiares adornados con elegantes portarretratos se mostraban en casi todas las paredes.

Un hombre rubio y una mujer trigueña, acompañaban a varios chicos. La mezcla de genes de los padres sobresalía en cuatro de los cinco pequeños de edades diversas.

Uno de ellos destacaba por su sonrisa y lo diferente en los rasgos. Cabello y ojos negros, ojos achinados y una sonrisa traviesa en todas las instantáneas. Era el protagonista de algunas en las que aparecía en solitario, sobre árboles, paredes y muebles.

Sin más datos de los ocupantes que las imágenes que adornaban su sitio de relax, me dediqué a admirar las fotografías de todos sus viajes. Una familia hermosa y unida, de esas que toda persona desea tener o conformar.

El reloj de pared marca las ocho de la mañana cuando mi pequeña sale de la habitación. Su cabello negro cae sobre sus hombros de cualquier forma, sus ojos azules tan parecidos a los de su padre lucen rojos y confusos.

—Buenos días —le digo avanzando hacia ella y arrodillándome —¿Sabes quién soy?

—Gis —responde frotando su nariz y viendo a todos lados.

—¿Tienes hambre?

No responde y, en cambio, avanza un par de pasos observando a su alrededor. Busca a Jake con quien ha forjado una estrecha relación. Algo que no he podido lograr en todo este tiempo.

—¿Buscas a alguien? —insisto.

Junta sus manos y juega con sus dedos mientras avanza de habitación en habitación. Sin perderla de vista me dirijo a la cocina y le sirvo el desayuno. Las cuatro habitaciones pasan por la vista curiosa de mi bebé. C

—¿Jake? —pregunta en mitad de la sala retorciendo sus dedos en su vientre.

El día de ayer su padre pasó horas con ella en el mar, eso la hizo tomar confianza. Hay que admitirlo, Jaken sabe como llegar a los corazones femeninos, una virtud que yo odié y fue motivo de muchas escenas de celos.

—Ya viene cielo, —respondo avanzando hacia ella y tomándola en brazos —iremos a asearnos y luego preparemos el desayuno. —describo —un fabuloso desayuno para tu Jake y para ti.

Hacer el comer, bañarnos, jugar, eran actos que acostumbrábamos hacer las veces que me la dejaban en casa. Jackeline solía dejar lo que hacía y quedarse viéndome por largo tiempo. Tal cual lo hace en este instante, mientras nos dirigimos al baño.

Es demasiado pequeña para entender muchas cosas. Mi mayor temor era que creciera lejos de mí y que pensara fue abandonada por sus padres, nunca la quisieron o no hizo lo suficiente para estar juntos.

La ducha juntas logró romper el hielo y me permitió verla sonreír. Una hora más tarde, ambas con la piel arrugada por tanto tiempo debajo del agua y una sonrisa en los labios, nos dirigimos a la cocina.

Utilicé la misma técnica y resultado fue satisfactorio. Descubrir que mi hija disfrutaba de mi presencia me llenó de optimismo. Jaken y yo solo debíamos pasar tiempo de calidad con ellas, lo demás lo haría el tiempo y el amor que le brindáramos.

Un príncipe BastardoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora