Capítulo 25

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A papá le costó retirarse el estigma de ser un Sanders, no solo del bufete en donde los tenía por socios, también de la relación marital de más de dos décadas. Durante su convalecencia, cuando yo cuidaba de él, fui testigo de todos sus esfuerzos para desligarse de ese apellido.

Un logro que obtuvo tras catorce meses de lucha en los tribunales. En adelante, lo que siguió fue mantener a flote su firma. Su mayor sueño era mantenerla estable y funcional, aun sin su presencia.

—Es como si él sospechara lo que sucedería —le explico a Rogers quien decidió acompañarme al bufete y hablar con los empleados de papá —el bufete ha seguido trabajando sin que la presencia de mi padre se note en los estrados.

En la oficina era notorio su ausencia.

—¿Por qué se han mantenido al margen de tu problema? —señala todo el lugar —¿Por qué no pedir ayuda?

Una parte de mí creía no necesitar de abogados para salir airoso ¡Yo era abogado! E inocente de todos los cargos, no era necesario uno para salir libre de culpa.

—Ego —respondo luego de pensarlo mucho y mi acompañante sonríe —estaba seguro no necesitarlo.

—Llegué a pensar que el motivo fue alejar a la firma del escándalo.

—También influyó —confieso —muy poco, a decir verdad. Lo cierto, es que de no ser por Nikolái Borch, jamás hubiera buscado a un abogado.

—¿Ya lo conociste?

—Lo haré cuando logre limpiar mi nombre.

Le señalo la silla a la cabeza en donde papá suele presidir las reuniones con sus abogados y me ubico a su lado. El recibimiento en la firma fue cargado de entusiasmo, la gran mayoría suponían que iba a tomar el control de la misma. Algo que no estaba claro.

Lo que buscaba con esa visita, en nada, tenía que ver con tomar el liderato de la empresa. Durante mi visita a la estación y en lo que duró el interrogatorio, varias cosas llegaron a mi cabeza. Una de ellas se relacionaba con las llamadas de mi padre y su móvil apagado.

—Desde lo sucedido con Senna, papá tomó por costumbre usar el teléfono privado de la empresa.

Señalo el objeto al costado derecho sobre el escritorio, el reluciente escritorio en color caoba que, aun sin la presencia de su dueño desde hace diez meses, sigue luciendo como si llevara minutos sin usarlo.

—La prensa nos atacó por todos los frentes —continuo —en las últimas fechas Senna lo señaló como socio de delitos.

El abogado ajusta su saco antes de sentarse y sus ojos recaen en el escritorio vacío. Por varios segundos permanece viendo los papeles, portarretratos y detalles que lo adornan.

—¿Pruebas? —enarca su ceja al verme negar.

—Ninguna capaz de llevarlo a la corte.

—¿Entonces? ¿Cuál era el miedo?

—Crearía la duda y eso dañaría su reputación.

—Entiendo —ajusta su corbata y sus dedos tamborilean sobre el escritorio —¿Qué deseas encontrar en ese registro telefónico?

—Una guía que me indique su camino ese día—confieso —necesito seguir sus pasos horas antes de su muerte.

—¿Y el teléfono te ayudará? —afirmo —¿Cómo llegaste al de los Montgomery?

Retiro el móvil de Gisella de mi saco y lo dejo en la mesa. Todo empezó al descubrir que me traje ese objeto por equivocación y el recuerdo de una anécdota de Gisella.

Un príncipe BastardoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora