Capítulo 10

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He perdido la cuenta de cuantas veces tuve que le he mentido a Jackie y las infinidades de excusas que he dado durante todo el viaje a New York. Superado por los gritos y llantos cuando fue separada de mi lado. Intenté hacerles entender que lo mejor era estar con ella, pero se negaron.

—Es mientras dure su declaración —me habían prometido —ambas tendrán que pasar a revisión médica, no pienso tardarlas.

Fui llevada a una sala de interrogación, una enorme mesa metálica fijada el suelo, cuatro sillas y una TV en la pared era el único adorno. Ha pasado treinta minutos que los siento como eternidad. El pánico de perder a mi bebé, la muerte de mi papá, el asalto a Landon me impide concentrar.

Demasiadas cosas juntas y poco valor para enfrentarlas.

—Sé que es difícil de creer para usted, pero el señor Giles es único culpable de la muerte de su padre —comenta el oficial.

—Y de atacar a su padre, ya me lo dijo —le respondo. —¿Puedo ver a mi hija?

—Su hija está bien...

—No lo está —le interrumpo señalándolo —despertó cuando sus hombres irrumpieron en nuestro hogar, tuvo que presenciar, ver a su padre ser esposado, tuvo que salir de casa y ahora está sola en medio de desconocidos.

—Señora Montgomery.

—Giles —le aclaro —le recuerdo que estoy casada con Jaken.

—La misma noche en que su padre murió ¿No es extraño?

Extraño es que mi padre esté muerto, de forma violenta y no de vejez como tanto quería. No vio a su nieta realizada, ni a mi feliz, como tanto decía querer. Busco en mis recuerdos la última vez que hablé con él, fue horas antes de la boda.

Discutimos, él estaba enojado por mi poca colaboración. Intentaba hacerme entender que esa boda era lo mejor que podía sucedernos. La niña sería mostrada como hija de Hunter, mi boda tranquilizaría a Senna.

—Lamento todo esto, señora —me dice entregándome un pañuelo, malinterpretando mi silencio y llanto.

—La última vez que lo vi con vida, le dije lo mucho que lo odiaba —le hablo al oficial —por obligarme a casar con un hombre que no quería y por negarme a ver a mi bebé.

Ingresó a mi habitación, corrió las cortinas y me incitó a levantarme. Estaba emocionado, ese día acabarían nuestras penas. El oficial, guarda silencio, extrae de su saco una grabadora que tras encender deja sobre la mesa.

El resumen de lo que fue ese día, lo hago, no por colaborar dictar sentencia a mi esposo. Como imagino, ellos piensan. Lo que busco es otro instante en que me crucé con mi padre o alguna otra conversación que no fuera otra disputa.

Hasta encerrarme en la sacristía de la catedral, no la encuentro y en el tiempo en que duré en ella, tampoco recibí una llamada de su padre. Algo muy común entre nosotros desde que le dije estaba en embarazo y me negué a abortarlo.

—¿Terry es su hermano?

—Es el hijo del segundo esposo de mi madre —le aclaro —yo le llamaría amigo.

—¿Y Lina?

—Una amiga de mi niñez —mi mirada viaja a mis manos y me distraigo en ellas —se conocieron gracias a esa amistas y se hicieron novios.

—Ellos no han dicho nada de esa huida que usted menciona —manifiesta —¿Sabe por qué?

—Tendrá que preguntárselos a ellos. Estaba dispuesta a casarme para recuperar a mi hija —digo —ellos me hicieron entender el error que iba a cometer.

Un príncipe BastardoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora