Capítulo 8

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La feria campesina era patrocinada por los grandes agricultores y ganaderos de la zona e impulsada por el párroco de la localidad. Recibimos la invitación de las manos del sacerdote, cierto domingo en que fuimos a un servicio.

El presbítero nos dio una larga lista de beneficios si llevábamos nuestros productos, números de ventas y como ayudaría a nuestro hogar un dinero extra. A Jaken y a mí no nos parecía interesante acudir a una feria en donde estarían nuestros vecinos.

Esos a lo que no le agradábamos y no perdían oportunidad en demostrarlo. Sin embargo, fue tanta la presión ejercida por el sacerdote que acabamos pagando por una inscripción que no sabíamos si íbamos a usar.

El dinero no es que nos sobrara, pero tampoco nos hacía falta al grado de quitarle la oportunidad de vender a algún local. Llevados por la curiosidad y el deseo de respirar aires nuevos, aquí estábamos, pero sin los productos.

La diversidad de casetas, frutas, comidas, dulces y productos del campo nos mantuvo distraídos por horas. Ganadería, agricultura y juegos infantiles se hicieron presentes en la plaza que rodeada la humilde iglesia de la localidad.

La más emocionada era Jaki, que quería ir a todos los sitios de juegos, subirse a todos y repetir. Contaba con el apoyo de su padre, tan o más emocionado que ella al verla subirse a todos los animales del carrusel.

—Estaré en las casetas de las artesanías, vi unas pulseras que quiero comprar. —les digo al verla a ella subir por tercera vez a los avioncitos.

—En cinco minutos se acaba su tiempo —me responde —iremos a buscarte.

—Me gusta tu fe Giles, eres su esclavo en lo que dure su apego. —me mofo de él y sonríe lanzándome besos al verme partir.

Giro hacia él una última vez antes de perderme en uno de los cruces. Está a años Luz de ser el hombre de la ciudad que conocí, el reconocido abogado, hijo de los dueños de uno de los Bufetes más cotizados de New York.

Si Senna lo viera en estos momentos, pondría el grito en el cielo. En vaquero, botas, camisa a negra y sombrero a juego, podría mezclarse dentro de los presentes si su estatura, porte y aquel tono dorado que ha adquirido su piel, no llamarán tanto la atención dentro del personal femenino.

Me divierte ver los intentos de muchas chicas en llamar su atención, con el ajeno a todo. Nuestra hija y las muecas que le hace sobre el avioncito tienen su atención. Sacudo mi cabeza, y mis ojos buscan la argolla matrimonial y el anillo de compromiso. Si no lo hubiera subestimado como lo hice cuando decidí alejarme de él ante el miedo que su madre le dañara como amenazó, nuestra historia sería distinta.

Debí buscar a Landon, a su hermano o incluso a su verdadera madre y no recurrir a mi padre. Lanzo un suspiro largo y retomo mi camino. No hay nada que pueda hacer por los errores pasados, salvo aprender de ellos y crecer.

Encuentro el sitio y me concentro en buscar las pulseras adecuadas a cada uno. Es el gusto de nuestra hija la que acaba por hacerme decidir. Encuentro una con cuencas en forma de flores en diversos tonos púrpuras.

—¿Tiene de estas, pero con coronas? —le pregunto a la artesana que aleja la mirada de su tejido y mira el sitio que señalo.

—No, pero puedo hacerlas, si cuento con el material —sonríe —¿Qué tipo de coronas busca?

—¿Rey, reina y princesa? —Uno las manos en señal de ruego lo que le divierte y se queda pensativa.

—Está de suerte — aliviada, la veo negar —pero el precio aumenta y tardaría unos minutos.

—No importa, —le calmo —en estos mismos tonos —le señalo la pulsera y afirma. — adelanto el pago, daré una vuelta mientras lo elabora.

Le entrego el dinero acordado, recibo el cambio junto con el tiempo en que debo volver y me alejo del sitio. Me distraigo viendo los demás casilleros y la diversidad de talento oculto en esta zona.

Un príncipe BastardoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora