Confesión inesperada

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Morgan caminaba por el pasillo hacia la oficina de Mia, una leve sonrisa dibujándose en su rostro al recordar el beso fugaz de la noche anterior. Al llegar a su despacho, la vio sentada en su silla, con una mano apoyada en la frente y una expresión claramente incómoda. La resaca parecía estar afectándola más de lo que ella había previsto. Aun así, seguía intentando mantener su compostura mientras revisaba unos documentos.

Morgan se detuvo un momento en la puerta, observando la escena. Ver a Mia en ese estado, dolorida y un poco fuera de lugar, despertó en él una mezcla de ternura y admiración. A pesar de todo, ella seguía intentando mantener su imagen de profesional impecable. Con una ligera sonrisa, Morgan tocó suavemente la puerta para llamar su atención.

—¿Se puede? —preguntó con educación, manteniendo su tono ligero y amigable.

Mia levantó la vista de inmediato al escuchar su voz, su cuerpo se tensó por un instante, pero rápidamente recuperó su postura, incorporándose en su silla como si nada hubiese pasado. La frialdad y profesionalidad habitual que la caracterizaba volvió a tomar el control en cuestión de segundos.

—Por supuesto, pasa —respondió Mia con una voz firme y controlada, aunque había un leve rastro de incomodidad en sus ojos que Morgan no pudo evitar notar.

Morgan entró en la oficina y se acercó lentamente a su escritorio, aún con la imagen del beso de la noche anterior rondando en su mente. Podía sentir la tensión en el aire, una tensión que ambos claramente estaban intentando ignorar, pero que seguía ahí, palpable.

—Mia... sobre anoche... —comenzó Morgan, con cuidado en su tono, tratando de abrir la conversación.

Pero antes de que pudiera continuar, Mia levantó la mano de forma sutil, cortándolo sin siquiera mirarlo directamente. Sus ojos estaban fijos en el monitor de su computadora, como si estuviera completamente inmersa en su trabajo.

—No hay nada que hablar, Morgan —dijo con una frialdad que contrastaba con su actitud de la noche anterior—. Fue un error. No debemos mezclar lo personal con lo profesional.

Morgan parpadeó, sorprendido por la firmeza de sus palabras, pero decidió no presionarla demasiado. Sabía que Mia era una persona orgullosa y reservada, y claramente estaba decidida a seguir adelante como si nada hubiera ocurrido. Pero él también sabía que, aunque lo ocultara detrás de su fachada profesional, había algo más en juego entre los dos.

—Entiendo —respondió Morgan finalmente, aceptando su postura por ahora—. Solo quería asegurarme de que estuvieras bien.

Mia asintió brevemente, sin levantar la vista de su pantalla.

—Estoy bien, gracias —dijo de manera automática, pero su tono no tenía el calor habitual que solía tener cuando interactuaba con él.

Morgan se quedó en silencio por un momento más, observándola. Aunque Mia intentaba mantener su distancia, él sabía que no todo estaba bien. Había algo en su mirada, en la forma en que sus manos se movían ligeramente inquietas sobre el escritorio, que le decía que ella también estaba procesando lo que había pasado entre ellos.

Pero al ver que ella no estaba dispuesta a hablar en ese momento, decidió no insistir. Morgan dio un paso atrás y, con una última mirada a Mia, salió de su despacho en silencio. Sabía que, tarde o temprano, tendrían que hablar de lo que había sucedido. Pero por ahora, respetaría su espacio y esperaría el momento adecuado.

Mientras cerraba la puerta detrás de él, no pudo evitar sentirse frustrado por la barrera que ella había levantado entre ambos. Pero también sabía que Mia era fuerte y que, cuando estuviera lista, sería ella quien daría el siguiente paso.

Mentes Criminales: La hermana de Reid (Derek Morgan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora