Pasión

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Después de que terminaron de cenar y de seguir conversando entre risas, el ambiente comenzó a cambiar lentamente. Las bromas y las anécdotas quedaron atrás, dejando espacio para una sensación más íntima, más personal.

—Bueno, supongo que ya es hora de que me vaya —dijo Morgan, estirándose ligeramente antes de levantarse. Se movió hacia la puerta, sintiendo la familiar despedida llegar.

Pero justo cuando estaba a punto de agarrar su chaqueta, Mia lo miró desde la cocina, con una expresión pensativa que detuvo sus pasos.

—Morgan... —comenzó, su tono calmado, pero con una ligera duda—. Es bastante tarde ya. Si quieres, podrías quedarte a dormir aquí. No es un problema, hay una habitación libre.

Morgan se giró hacia ella, sorprendido. Había esperado la despedida habitual, una noche agradable que terminaría como cualquier otra, pero la oferta de Mia lo tomó desprevenido. Su tono era casual, casi inocente, pero había algo más en sus ojos, algo que lo hizo detenerse y reconsiderar.

—¿Estás segura? —preguntó Morgan, tratando de leer su expresión—. No quiero incomodarte ni nada...

Mia sonrió, con una mezcla de nerviosismo y calidez.

—Sí, claro —dijo, encogiéndose de hombros como si fuera lo más natural del mundo—. No tiene sentido que conduzcas tan tarde. Además, hay vino... y estoy cansada. No pasa nada si te quedas.

Morgan observó la situación, intentando entender la dinámica. Todo parecía inocente, pero algo en la atmósfera había cambiado. Finalmente, asintió con una sonrisa.

—Está bien, si insistes. Gracias, Mia.

Mia le indicó la habitación de invitados, y Morgan dejó su chaqueta a un lado, preparándose para pasar la noche allí. Pero cuando Mia regresó al salón, donde estaba él, las cosas comenzaron a cambiar de dirección.

—Voy a cambiarme —dijo Mia, más para llenar el silencio que por cualquier otra razón—. Puedes ponerte cómodo.

Morgan asintió mientras ella desaparecía en el baño. Se sentó en el sofá, tratando de relajarse, pero no podía dejar de pensar en el giro inesperado de la noche. Todo parecía normal, pero había una tensión bajo la superficie, algo que ambos estaban evitando.

Mia, por su parte, se apoyó en la puerta del baño después de cerrarla, sintiendo el latido acelerado de su corazón. Sabía que invitarlo a quedarse había sido una decisión espontánea, una que ahora no estaba segura de haber tomado con la mente clara. Algo en ella se estaba abriendo hacia Morgan, algo que no podía controlar del todo.

Después de unos minutos en la ducha, Mia salió, envuelta en una bata, con el cabello cayendo sobre sus hombros. Bajó las escaleras y encontró a Morgan en el sofá, hojeando distraídamente una revista que había encontrado.

—¿Todo bien? —preguntó Morgan, levantando la mirada hacia ella, sintiéndose un poco fuera de lugar.

Mia asintió y se acercó, sentándose junto a él en el sofá. La proximidad entre ellos era palpable, y aunque ninguno de los dos lo mencionó, ambos eran muy conscientes de la tensión en el aire.

—Gracias por quedarte —dijo Mia suavemente, sin mirarlo directamente—. Ha sido un día largo, y es agradable no estar sola por una vez.

Morgan la miró de reojo, notando lo vulnerable que se veía en ese momento. Era diferente a la Mia segura y profesional que solía ver en el trabajo. Esta versión de ella era más abierta, más humana... y más cercana.

—No tienes que agradecerme —respondió Morgan, con un tono suave—. Sabes que siempre estoy aquí para ti, Mia. No importa la hora, el lugar o lo que sea.

Mentes Criminales: La hermana de Reid (Derek Morgan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora