Queda poco tiempo

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En el bar, Mia se removía incómoda en su asiento. Kevin no dejaba de hablar, pero sus palabras sonaban vacías, como si estuviera divagando. Su comportamiento no encajaba con el hombre que ella conocía, y cada minuto que pasaba, la sensación de inquietud en su pecho se intensificaba.

Kevin había empezado con comentarios triviales, quejándose de la carga de trabajo, de lo injusto que era que los agentes de la BAU recibieran tanto crédito. Pero poco a poco, su tono había cambiado, su mirada se oscurecía y sus palabras adquirían un peso más grave. A Mia le preocupaba su insistencia en algunos puntos, su forma de hablar como si fuera víctima de una conspiración.

—Mia —dijo de repente, interrumpiendo su propio monólogo—, necesito que vengas conmigo a un lugar. Necesito que veas algo, que entiendas...

Mia parpadeó, sorprendida por el cambio de dirección en la conversación. Sintió una punzada de alarma, pero mantuvo su expresión serena. No quería levantar sospechas, pero tampoco podía ignorar la sensación de peligro que empezaba a envolverla.

—¿A dónde quieres ir, Kevin? —preguntó con suavidad, inclinándose ligeramente hacia él, intentando sonar curiosa en lugar de cautelosa.

Kevin la miró fijamente, sus ojos oscuros, casi vacíos, como si estuviera buscando algo en ella, una especie de validación.

—No puedo explicártelo aquí —dijo en voz baja, inclinándose hacia adelante—. Necesito que vengas conmigo. Es... importante. Es algo que los demás no entenderían, pero sé que tú sí.

Mia tragó saliva. Su instinto le gritaba que no debía ir, pero algo en el tono de Kevin la hizo dudar. ¿Podría ser esto una oportunidad? Si él realmente era el Sudes, tal vez estaba buscando a alguien en quien confiar, alguien con quien confesar. Si ella lo acompañaba, podría obtener la información que tanto necesitaban, ponerle fin a la pesadilla de una vez por todas. Pero también estaba el riesgo... el riesgo de que Kevin no fuera el Sudes, sino alguien completamente distinto, alguien que se estaba desmoronando y que podría volverse impredecible.

—Kevin... no estoy segura de que sea buena idea —dijo, dudando, pero manteniendo su tono ligero—. ¿Por qué no me cuentas aquí de qué se trata?

Kevin sacudió la cabeza rápidamente, como si esa idea fuera imposible.

—No, aquí no. Aquí no podemos hablar. Hay demasiadas miradas, Mia, demasiada gente observándonos... No entiendes, pero cuando lo veas, todo tendrá sentido.

La mirada de Kevin se volvió más intensa, casi suplicante. Mia notó cómo el sudor perlaba su frente, y sus manos temblaban ligeramente. Esto no era solo tristeza o estrés. Kevin estaba al borde de algo, y ella no sabía si sería capaz de controlarlo.

—Por favor —insistió Kevin—. Solo... solo confía en mí. Te prometo que todo va a estar bien.

Mia respiró hondo. Cada fibra de su ser quería levantarse y marcharse, pero sabía que no podía. Si Kevin era el Sudes, y si podía sacarle una confesión o algún indicio de sus planes, tendría que aprovechar la oportunidad. No podía huir ahora.

—De acuerdo —dijo finalmente, con una calma que no sentía—. Te acompañaré. Pero solo un rato, ¿de acuerdo?

Kevin asintió, un destello de alivio en sus ojos. Se levantó rápidamente, pagó la cuenta sin decir nada más, y se dirigió hacia la puerta. Mia lo siguió, con su corazón latiendo con fuerza en el pecho.

Mientras caminaban hacia el coche de Kevin, Mia se permitió un breve momento de reflexión. Tenía que confiar en que Morgan y Reid la encontrarían si las cosas salían mal. Y si Kevin realmente era el Sudes... tenía que estar preparada para lo peor.

Mentes Criminales: La hermana de Reid (Derek Morgan)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora