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Luna despertó al día siguiente con una sensación diferente, como si algo dentro de ella hubiera cambiado durante la noche. Las dudas aún estaban ahí, pero ya no eran tan abrumadoras. El miedo, que hasta entonces había sido una sombra constante, comenzaba a disiparse. Todavía le preocupaba cómo iría la conversación con Cristhian, pero ahora sentía que, independientemente de lo que sucediera, estaba lista para dar ese primer paso.

Se levantó de la cama, y mientras caminaba hacia la cocina, encontró a Gabito preparando el desayuno. Le sonrió cuando la vio entrar, pero como siempre, no mencionó nada sobre Cristhian. Sabía que Luna necesitaba tiempo, y ella agradecía profundamente su paciencia.

—Buenos días —dijo Gabito, tendiéndole una taza de café.

—Buenos días —respondió Luna, tomando la taza y sentándose en la mesa.

Durante unos minutos, el silencio fue su único acompañante. Luna observaba el vapor subir de su café, intentando ordenar sus pensamientos. Había pasado tanto tiempo sintiendo que Cristhian tenía el control de todo, que ahora, al darse cuenta de que la decisión era suya, se sentía un poco extraña. No estaba acostumbrada a tener esa autonomía en relación a su hermano mayor.

Finalmente, Gabito rompió el silencio.

—Pareces más tranquila hoy —dijo, sentándose frente a ella—. ¿Te sientes mejor?

Luna lo miró, asintiendo lentamente.

—Sí, creo que sí —respondió—. He estado pensando mucho, y... aunque todavía tengo miedo, creo que estoy lista para hablar con Cristhian. No puedo seguir evitando esto para siempre.

Gabito sonrió suavemente, como si hubiera esperado escuchar esas palabras.

—Me alegra escucharlo, Luna. Sabía que llegarías a una decisión cuando estuvieras lista.

Luna asintió, sintiéndose más segura ahora que lo había dicho en voz alta. Hablar con Cristhian seguía siendo aterrador, pero ya no se sentía tan paralizada por la idea. Sabía que la conversación no iba a ser fácil, que probablemente habría momentos incómodos y tal vez incluso dolorosos, pero también entendía que era necesario. No solo por él, sino por ella misma.

—No quiero seguir sintiéndome atrapada por lo que pasó en el pasado —dijo, más para sí misma que para Gabito—. Cristhian siempre ha sido tan dominante, tan... incapaz de ver las cosas desde mi perspectiva. Pero esta vez, quiero que me escuche. Quiero que entienda cómo me he sentido todo este tiempo.

Gabito la miró con admiración, viendo la determinación en sus ojos.

—Tienes todo el derecho de hacerlo, Luna. Y recuerda que, pase lo que pase, tú ya has hecho lo más importante: alejarte cuando lo necesitabas. Ahora puedes enfrentar esto desde un lugar más fuerte.

Luna respiró hondo, dejando que las palabras de Gabito la reconfortaran. Sabía que aún no era el momento de hablar con Cristhian, pero la decisión estaba tomada. Ahora, solo tenía que encontrar la manera de abordar la conversación sin perder el control. Era importante para ella mantener la calma, no dejar que las emociones la arrastraran a una pelea que no llevaría a nada.

Pasaron los días, y Luna continuó reflexionando sobre cómo sería esa conversación. En su mente, practicaba las palabras que quería decirle a Cristhian, las cosas que había guardado durante tantos años. Quería que él entendiera por qué había tenido que irse, por qué necesitaba espacio, y cómo su forma de controlarla había afectado su vida.

A veces, mientras caminaba por el parque o se sentaba a leer en el balcón, Luna se encontraba ensayando mentalmente lo que diría. Sabía que no podría prever cómo reaccionaría Cristhian, pero quería estar preparada. Quería que, sin importar lo que él dijera o hiciera, pudiera mantenerse firme en lo que sentía.

Una tarde, mientras organizaba algunas cosas en el departamento, el teléfono de Luna vibró. Era otro mensaje de César.

—Cristhian sigue esperando una respuesta. Me dijo que cuando estés lista, está dispuesto a escucharte. No hay presión, pero quería recordarte que él también está esperando.

Luna se detuvo, mirando el mensaje por un momento. El simple hecho de que Cristhian estuviera dispuesto a escucharla era un cambio significativo. En el pasado, él habría insistido en que todo se hiciera a su manera, que las cosas se resolvieran bajo sus términos. Pero ahora, por primera vez, parecía estar dejando espacio para ella. Eso le dio a Luna una pequeña chispa de esperanza.

Decidió que ya era hora de dar el siguiente paso. No podía seguir posponiendo la conversación, ni dejar que el miedo la detuviera más. Así que, con manos temblorosas, comenzó a escribirle a César.

—Estoy lista. Dile a Cristhian que quiero hablar con él.

Antes de enviar el mensaje, se detuvo un momento. Su corazón latía rápido, pero algo en su interior le decía que estaba tomando la decisión correcta. Cuando finalmente presionó “enviar”, una extraña mezcla de alivio y nerviosismo la invadió. No había vuelta atrás.

Gabito llegó a casa más tarde esa noche y, cuando Luna le contó lo que había decidido, le dio un abrazo largo y cálido.

—Estoy orgulloso de ti —le dijo, acariciando su cabello—. Sé que esto no es fácil, pero tomar esta decisión ya es un gran paso.

Luna se recostó en su pecho, dejando que el sonido de su respiración la calmara.

—Todavía me siento nerviosa —admitió—. Pero al mismo tiempo, siento que finalmente estoy haciendo lo que necesito hacer.

—Es normal sentirse así —respondió Gabito—. Lo importante es que lo estás haciendo por ti, porque sabes que lo necesitas para seguir adelante.

Durante el resto de la noche, Luna intentó distraerse con cosas simples: una película, una conversación ligera con Gabito, y un rato leyendo su libro favorito. Pero, aunque su mente intentaba concentrarse en otras cosas, sabía que el momento se acercaba.

Cristhian la estaba esperando, y muy pronto, se verían frente a frente para una conversación que llevaba años esperando.

Y esta vez, Luna estaba lista para enfrentarlo.

El Lado Oscuro De EllosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora