Los días transcurrieron lentamente tras la conversación con César. Luna seguía indecisa, debatiéndose entre enfrentar a Cristhian y dejar las cosas como estaban. Cada vez que pensaba en hablar con él, las viejas heridas volvían a abrirse, recordándole las discusiones, los gritos y la constante sensación de no ser suficiente para sus hermanos. Sin embargo, también sabía que escapar de esa conversación significaba cargar con esos sentimientos no resueltos por más tiempo.
Gabito le dio el espacio que necesitaba, pero se mantenía cerca, como un ancla. Sabía que Luna estaba atravesando un proceso difícil, y que no podía apresurarla. Ambos continuaron con su vida cotidiana, pero el peso de la decisión pendiente se sentía en el aire. Luna intentaba distraerse con pequeñas cosas: organizar el departamento, leer libros nuevos, y salir a pasear por el vecindario. Sin embargo, en el fondo de su mente, la conversación con Cristhian seguía acechándola.
Una tarde, mientras caminaba sola por un parque cercano, Luna se sentó en un banco y dejó que sus pensamientos fluyeran. Miraba a las personas pasar, algunas con amigos, otras con familia, y sintió una mezcla de nostalgia y tristeza. Aunque había elegido distanciarse de sus hermanos para encontrar su propia voz, el lazo familiar siempre sería una parte de ella. No podía simplemente cortar de raíz los sentimientos que había construido durante toda su vida.
—¿Por qué es tan difícil? —se preguntó en voz baja, sin esperar respuesta alguna.
Sabía que la relación con Cristhian era complicada, pero también sabía que no podía cambiar el pasado. Lo único que estaba en sus manos era decidir cómo enfrentarlo ahora. Recordó la última vez que lo vio, cuando se marchó de casa. Cristhian había estado furioso, gritándole que estaba cometiendo un error, que no sabía lo que estaba haciendo. Luna había intentado razonar con él, explicarle que necesitaba espacio, pero él no la había escuchado. Siempre había sido así: sus deseos quedaban enterrados bajo las expectativas y el control de Cristhian.
—¿Realmente habrá cambiado algo? —murmuró, mientras se recostaba en el banco, mirando el cielo.
Cerró los ojos, dejando que el sol calentara su piel, intentando despejar su mente. Sabía que no había forma de saber cómo sería la conversación hasta que ocurriera. Podía imaginar diferentes escenarios, pero todos eran solo eso: especulaciones. Tal vez Cristhian seguía igual, incapaz de entenderla, o tal vez había reflexionado sobre sus acciones, aunque eso le parecía difícil de creer.
De repente, su teléfono vibró en su bolsillo, sacándola de su meditación. Lo sacó y vio que era otro mensaje de César. Lo miró por un momento antes de abrirlo.
—Luna, sé que esto es difícil para ti, pero quería recordarte que estoy aquí, sin importar lo que decidas. Cristhian sigue esperando una respuesta. No hay prisa, pero él también necesita saber si vas a hablar con él o no.
Luna suspiró al leer el mensaje. Sabía que César solo quería ayudar, pero cada vez que lo mencionaba, sentía que el peso sobre sus hombros aumentaba. No podía dejarlo pendiente para siempre, eso lo sabía, pero aún no estaba segura de si realmente quería abrir esa puerta. Guardó el teléfono sin responder.
Al llegar a casa esa noche, encontró a Gabito en la cocina, preparando la cena. La saludó con una sonrisa, pero no dijo nada sobre la situación con Cristhian. Luna le agradeció internamente por no presionarla. En silencio, se sentó a la mesa y lo observó cocinar. Le gustaba verlo en esos momentos cotidianos, cuando todo parecía más sencillo.
—¿Quieres ayudarme con esto? —preguntó Gabito, señalando unos vegetales que aún tenía que cortar.
Luna asintió y se acercó para ayudarlo. Mientras trabajaban juntos, se dio cuenta de lo diferente que se sentía con él. Con Gabito, no había presión ni expectativas inalcanzables. Él la aceptaba tal como era, y eso le daba una sensación de seguridad que nunca había tenido con sus hermanos, especialmente con Cristhian.
Después de la cena, se sentaron en el sofá a ver una película, pero Luna apenas prestó atención. Su mente seguía volviendo al mismo tema, incapaz de soltarlo. Finalmente, cuando la película terminó, se giró hacia Gabito.
—He estado pensando en Cristhian todo el día —dijo, sabiendo que él no se sorprendería.
Gabito asintió, apoyándose en el respaldo del sofá para mirarla mejor.
—¿Y cómo te sientes? —preguntó, sin prisa.
Luna se mordió el labio, tratando de encontrar las palabras adecuadas.
—No lo sé. Parte de mí siente que necesito hablar con él, como si fuera la única manera de cerrar ese capítulo de mi vida. Pero otra parte de mí… tiene miedo. Miedo de que él siga igual, que no entienda nada de lo que le diga, y que termine siendo una pérdida de tiempo. No quiero volver a sentirme pequeña frente a él.
Gabito le tomó la mano, ofreciéndole ese apoyo silencioso que tanto valoraba.
—Lo entiendo. No puedo decirte qué hacer, pero sé que si decides enfrentarlo, no estarás sola. Ya no eres la misma Luna que se dejó controlar. Eres más fuerte ahora, y tienes derecho a defender tus límites. Pero también tienes derecho a protegerte, si crees que aún no es el momento.
Luna apretó su mano, agradecida por sus palabras. Sabía que Gabito tenía razón. Había cambiado, y tal vez Cristhian lo había hecho también. Pero no podía esperar garantías. Tenía que decidir si estaba dispuesta a correr el riesgo.
—Voy a pensar en ello un poco más —dijo finalmente—. No quiero apresurarme y arrepentirme después.
Gabito asintió, dándole el espacio que necesitaba.
Esa noche, mientras Luna se acurrucaba en la cama, sintió que el peso de la decisión seguía ahí, pero algo en su interior comenzaba a encontrar paz. No tenía todas las respuestas, pero sabía que estaba más cerca de tomar una decisión. Sin importar lo que sucediera con Cristhian, ella era dueña de su propia vida ahora.
Y eso, más que cualquier otra cosa, le daba fuerza.
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El Lado Oscuro De Ellos
FanfictionEl lado oscuro de ellos Luna siempre había admirado a sus hermanos mayores, Carlos, Cristhian y cesar. Creció creyendo que ellos eran sus protectores, sus guías y sus modelos a seguir. Pero, a medida que los años pasan, luna comienza a darse cuenta...