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El motor del coche ronroneaba suavemente mientras Luna y Gabito se alejaban de la casa. Luna miró por el retrovisor una última vez, viendo cómo la figura de sus hermanos se desvanecía en la distancia. Un peso enorme se levantó de sus hombros, pero al mismo tiempo, un vacío desconocido comenzaba a formarse en su pecho. Era un nuevo capítulo en su vida, y aunque sabía que había tomado la decisión correcta, las dudas aún intentaban aferrarse a ella.

Gabito, con una mano firme en el volante, la miró de reojo de vez en cuando. Podía sentir su tensión, aunque ella no dijera una palabra.

-Si necesitas hablar, aquí estoy -dijo finalmente, rompiendo el silencio. Su tono era suave, lleno de comprensión, pero sin presionarla.

Luna respiró hondo y miró por la ventana. El mundo parecía más grande de lo que recordaba, ahora que estaba realmente dando un paso hacia él sin la sombra de sus hermanos. Su mente volvía una y otra vez a lo que había dejado atrás: Cristhian, con su mirada severa, incapaz de aceptar su partida; César, siempre el mediador, tratando de protegerla pero también de no romper lazos; y Carlos, el más distante pero que, en el fondo, también había querido cuidarla.

-Es extraño -dijo finalmente Luna, sin apartar la vista del paisaje que pasaba rápido-. Toda mi vida he querido salir de esa casa, alejarme del control de Cristhian, de la presión que siempre sentí allí. Y ahora que lo estoy haciendo... no puedo evitar sentirme un poco perdida.

Gabito asintió en silencio, dándole espacio para desahogarse.

-Es normal sentirse así -respondió después de unos segundos-. Estás dejando atrás una parte importante de tu vida. Pero no lo veas como una pérdida. Lo que estás haciendo es darte la oportunidad de descubrir quién eres realmente, sin que otros dicten tus decisiones.

Luna cerró los ojos un momento, dejando que esas palabras calaran hondo. Gabito siempre tenía una forma de tranquilizarla, de hacer que las cosas parecieran menos aterradoras. Aunque su corazón aún estaba dividido entre la tristeza por lo que dejaba atrás y la emoción por lo que venía, sabía que no había marcha atrás. Este era su camino.

-¿Tú crees que estoy haciendo lo correcto? -preguntó, buscando una confirmación más allá de sus propios pensamientos.

Gabito le lanzó una mirada rápida, pero intensa.

-Luna, no tengo ninguna duda. He visto cómo has sufrido con todo lo que ha pasado en esa casa. Has luchado tanto por tener tu propio espacio, por ser tú misma. Este es el paso que necesitas para hacerlo. Y no tienes que hacerlo sola. Estoy aquí contigo.

Luna sonrió levemente, sintiendo un calor reconfortante en su pecho. Gabito había sido su roca en los últimos meses, el único que no intentaba controlarla, el único que la veía como una persona capaz de tomar sus propias decisiones.

-Gracias -susurró-. No sé qué haría sin ti.

-No tienes que hacerlo sin mí -respondió Gabito, apretando suavemente su mano-. Vamos a construir algo juntos, algo que sea nuestro, sin el peso de lo que dejaste atrás.

La carretera los llevaba fuera de la ciudad, hacia un pequeño departamento que Gabito había conseguido con esfuerzo y cariño. No era mucho, pero era suyo, y sería el primer lugar donde Luna podría sentirse verdaderamente libre.

Cuando llegaron, Luna sintió un nerviosismo que no esperaba. Era un lugar pequeño, modesto, pero Gabito había hecho todo lo posible para que se sintiera acogedor. Al abrir la puerta, el olor a pintura fresca y los muebles sencillos pero elegidos con cuidado la recibieron. Era un lugar nuevo, un espacio en blanco.

-Bienvenida a casa -dijo Gabito, esbozando una sonrisa mientras dejaba las llaves sobre la mesa de la entrada.

Luna dio un paso adentro, mirando alrededor. No era grande ni lujoso, pero sentía algo diferente en el aire. Aquí, no había juicios, no había expectativas imposibles de cumplir. Era un lugar donde podía ser ella misma.

-Es perfecto -dijo con una sonrisa genuina, mirando a Gabito-. No necesito más que esto.

Gabito la abrazó por la cintura y la atrajo hacia sí, besándola suavemente en la frente.

-Lo sé. Aquí empezamos de nuevo. Juntos.

Luna se dejó caer en el sofá, sintiendo una mezcla de agotamiento y alivio. Había sido un día largo y emocionalmente agotador, pero ahora, en este nuevo lugar, sentía que el mundo se abría frente a ella de una manera que nunca antes había experimentado. Por primera vez, no tenía miedo de lo que el futuro le deparaba.

Gabito se sentó a su lado, tomando su mano. El silencio que compartían era cómodo, lleno de promesas de días mejores, de una vida que construirían a su manera.

-¿Qué es lo primero que quieres hacer? -le preguntó Gabito, girándose para mirarla a los ojos.

Luna pensó por un momento, sintiendo la libertad en la punta de los dedos, una sensación que apenas comenzaba a entender.

-Quiero descubrir quién soy, sin que nadie más me diga quién debo ser -respondió con firmeza-. Quiero vivir a mi manera.

Gabito sonrió, satisfecho con la respuesta.

-Entonces, eso es lo que haremos.

El Lado Oscuro De EllosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora