-25-

21 3 0
                                    

Los primeros días en el nuevo departamento fueron una mezcla de emociones para Luna. Por un lado, la libertad que sentía al despertarse cada mañana en un lugar que realmente podía llamar suyo era liberadora. Por otro, la sombra de los años vividos bajo la estricta mirada de Cristhian y la sobreprotección de César y Carlos seguía presente en su mente, como un eco lejano que se negaba a desaparecer del todo.

Gabito había vuelto al trabajo, dándole a Luna el espacio que necesitaba para adaptarse a su nueva vida. A menudo, se encontraba caminando por el pequeño departamento, descubriendo qué hacer con su tiempo ahora que no estaba bajo la presión constante de complacer a sus hermanos. Era extraño, pero también emocionante. Tenía todo el día para ella misma, y no estaba segura de por dónde empezar.

Una tarde, mientras organizaba la pequeña estantería que Gabito había montado para sus libros, recibió un mensaje en su teléfono. Era de Carlos.

—Hola, Luna. Solo quería saber cómo estás. No hemos hablado desde que te fuiste, y quería asegurarme de que todo esté bien contigo.

Luna se quedó mirando el mensaje por un momento. Carlos a pesar de un principio estar como Cristhian, el si se tomo el tiempo de cambiar y se un apoyo mas para luna. Le respondió con una breve sonrisa en los labios.

—Estoy bien, Carlos. Gracias por preguntar. ¿Cómo están ustedes?

No pasó mucho tiempo antes de que Carlos respondiera.

—Cristhian sigue enojado. Sabes cómo es. Pero César y yo solo queremos que estés bien. Te extrañamos, y si necesitas algo, no dudes en pedirlo.

Luna suspiró, agradecida por la preocupación de Carlos, pero al mismo tiempo sintiendo que la distancia entre ella y sus hermanos era necesaria. Sabía que los extrañaría, pero también sabía que regresar no era una opción. No ahora.

—Gracias, Carlos. Yo también los extraño, pero necesito este tiempo para mí. Espero que Cristhian pueda entenderlo algún día.

Después de ese mensaje, se quedó en silencio, pensando en sus hermanos. A pesar de lo estrictos que habían sido, seguían siendo su familia. Parte de ella deseaba que las cosas hubieran sido diferentes, que hubieran podido entender sus deseos y su necesidad de independencia sin tanto conflicto. Pero la realidad era la que era, y ella había tomado la decisión de alejarse para descubrir su propio camino.

Gabito llegó esa noche con una sorpresa. Había pasado por una pequeña tienda local y comprado una planta en una maceta, algo simbólico pero significativo.

—Pensé que sería bueno tener algo que cuidar juntos —dijo, colocando la maceta sobre la mesa—. Es una planta sencilla, pero crece rápido. Y pensé que podría simbolizar lo que estamos construyendo aquí.

Luna sonrió, tocando suavemente las hojas verdes y frescas de la planta. Le gustaba la idea de tener algo que cuidar, algo que representara el crecimiento, tanto de la planta como de ella misma.

—Es perfecta —respondió, mirando a Gabito con cariño.

Esa noche, mientras cenaban juntos, Luna empezó a compartir sus pensamientos con Gabito, algo que le había costado hacer los primeros días. Habló de sus dudas, de sus miedos, pero también de su emoción por todo lo nuevo que estaba experimentando. Gabito la escuchaba con paciencia, sin juzgar, simplemente apoyándola.

—Sé que esto no es fácil —dijo Gabito después de escucharla—. Nadie te prepara realmente para lo que es empezar de nuevo, especialmente cuando vienes de un entorno tan controlado. Pero lo estás haciendo increíblemente bien, Luna. Y cada día será un poco más fácil.

Luna asintió, agradecida por sus palabras. Cada día sentía que daba un pequeño paso hacia adelante, hacia una versión de sí misma que aún estaba descubriendo.

Al día siguiente, Luna decidió que era hora de salir y explorar su nuevo entorno. El departamento estaba ubicado en un barrio tranquilo, con pequeñas tiendas y cafés a lo largo de las calles. Caminó sin rumbo, dejándose llevar por la sensación de ser una desconocida en su propio mundo. Era una sensación que, lejos de incomodarla, la hacía sentir libre.

Entró en una pequeña librería de segunda mano, atraída por el olor a papel viejo y el ambiente acogedor. Mientras hojeaba los libros, encontró uno sobre el autocuidado y el crecimiento personal. Decidió comprarlo, sintiendo que era una señal de que estaba en el camino correcto.

Esa noche, mientras Gabito leía en el sofá y Luna se sumergía en su nuevo libro, se dio cuenta de que, aunque el proceso de reconstruirse a sí misma era lento, estaba empezando a sentir algo que hacía mucho tiempo no experimentaba: paz. Ya no sentía la necesidad de complacer a nadie más que a ella misma. Por primera vez en su vida, estaba aprendiendo a volar.

Gabito la miró desde el sofá y sonrió, como si supiera exactamente en qué estaba pensando.

—¿Todo bien? —preguntó, con una leve sonrisa.

Luna asintió, sonriendo de vuelta.

—Todo está bien. Por primera vez en mucho tiempo, todo está bien.

El Lado Oscuro De EllosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora