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Luna pensó que después de la conversación con Cristhian las cosas mejorarían. Había sentido que, por un breve momento, su hermano mayor había comprendido lo que ella le pedía: espacio, libertad, una oportunidad de ser ella misma. Pero, a los pocos días de su regreso, se dio cuenta de que Cristhian no estaba dispuesto a cambiar.

Los primeros días fueron tensos pero tranquilos. César parecía hacer un esfuerzo por suavizar la situación, y Gabito trataba de mantenerse al margen de las discusiones. Luna se esforzaba por mantener la paz, ocupándose de sus asuntos, saliendo con sus amigos cuando podía, y evitando las confrontaciones directas con Cristhian. Sin embargo, sabía que esa calma era frágil, y no tardó en quebrarse.

Una noche, cuando Luna regresó tarde de una cena con Gabito y unos amigos, Cristhian la estaba esperando en la sala de estar. Él no había dicho nada cuando ella entró, pero la mirada que le lanzó fue suficiente para que Luna sintiera una punzada de tensión en el estómago.

-¿Dónde estabas? -preguntó con tono gélido, sin mirarla directamente.

Luna suspiró, ya cansada de esa dinámica.

-Salí a cenar con unos amigos, Cristhian. Ya te lo había dicho esta mañana.

-No me importa lo que dijiste -respondió, levantándose lentamente del sillón-. Llegaste tarde. Deberías haber estado aquí mucho antes.

Luna se cruzó de brazos, tratando de contener el enojo que hervía dentro de ella.

-No tengo que rendirte cuentas. Soy adulta, Cristhian. No tienes derecho a exigirme nada.

Él frunció el ceño y se acercó a ella, su presencia imponente llenando el espacio. Aunque no alzaba la voz, su tono era aún más intimidante.

-Te estoy protegiendo, Luna. No puedes salir a cualquier hora, no puedes estar por ahí con cualquiera. ¿Qué pasa si te ocurre algo? ¿Si te metes en problemas? No es cuestión de que seas adulta o no, es cuestión de que el mundo es peligroso.

Luna apretó los puños. Esta conversación era la misma de siempre. Él no podía, o no quería, entender que ella no necesitaba su protección.

-¡Ya basta, Cristhian! -gritó, incapaz de contenerse-. ¡No necesito que me protejas! ¡Deja de tratarme como si no supiera lo que estoy haciendo! No puedo seguir viviendo con este control.

Cristhian dio un paso hacia atrás, sorprendido por la intensidad de su reacción, pero su expresión rápidamente volvió a endurecerse.

-No sabes lo que estás diciendo -replicó, con voz firme-. Estás siendo irresponsable. Yo sé lo que es mejor para ti, porque lo he visto. He visto lo que pasa cuando dejas que otros tomen el control de tu vida, y no voy a permitir que eso te pase.

-¿Y qué es lo que me va a pasar, Cristhian? ¿Qué crees que va a suceder si salgo con mis amigos, si vivo mi vida? -Luna lo miró directamente a los ojos, desafiándolo-. ¡Lo que va a pasar es que voy a cometer errores, como cualquier persona! Pero prefiero eso a vivir bajo tu sombra, bajo tus reglas.

Cristhian apretó la mandíbula, su mirada dura como el acero.

-No puedo confiar en ti -dijo finalmente, con una frialdad que la atravesó-. No cuando veo lo mal que estás actuando. Si algo te pasa, será mi responsabilidad. No puedo permitir que te destruyas por capricho.

Luna sintió que algo se rompía dentro de ella al escuchar esas palabras. La impotencia y la frustración la inundaban. ¿Cómo podía Cristhian no ver lo que estaba haciendo? No era protección, era control. Y lo peor de todo, era que él no iba a cambiar.

-Cristhian, no puedes salvarme de todo -dijo ella, con un hilo de voz, cansada de pelear-. Tienes que dejarme ser.

Pero Cristhian solo negó con la cabeza, implacable.

-No puedo. No voy a hacerlo.

El silencio que siguió fue como un golpe final. Luna lo miró, buscando en su rostro algún rastro de comprensión, alguna señal de que él podría ceder, pero no encontró nada. Solo una pared, una barrera inquebrantable que sabía que no podría derribar.

Luna se dio la vuelta, sintiendo que no tenía sentido seguir discutiendo. Subió las escaleras hacia su habitación, cerrando la puerta detrás de ella. Una vez sola, dejó escapar un suspiro lleno de frustración. Sabía que Cristhian no iba a cambiar, no importaba cuánto lo intentara. Y ahora, tenía que aceptar que si quería su libertad, tendría que luchar por ella de otra manera.

Se sentó en la cama y revisó su teléfono. Gabito le había enviado un mensaje:

"¿Todo bien? ¿Llegaste a casa?"

Luna sonrió tristemente mientras le respondía:

"Sí, llegué. Pero las cosas con Cristhian están igual. No va a cambiar."

Gabito le contestó casi de inmediato:

"Lo sé. ¿Qué vas a hacer?"

Luna miró la pantalla durante varios minutos antes de responder. Sabía que tenía que tomar una decisión, y por primera vez, sentía que estaba lista para hacerlo.

"No lo sé aún, pero tengo que encontrar una salida."

El Lado Oscuro De EllosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora