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Luna pasó la mayor parte de la noche sin poder dormir. El peso de las palabras de sus hermanos seguía atormentándola. Sentía que estaba atrapada en una red de reglas y expectativas que nunca había pedido. ¿Cómo era posible que César y Cristhian no vieran lo injusto que era todo esto? Ellos decían que lo hacían por su bien, pero cada vez estaba más claro que solo querían tener el control absoluto sobre su vida.

El amanecer trajo consigo una claridad que Luna no había sentido en mucho tiempo. Sabía que no podía seguir viviendo así. Si César y Cristhian estaban decididos a mantenerla bajo sus reglas estrictas, entonces tendría que encontrar una salida. No podía quedarse ahí esperando que las cosas cambiaran por sí solas. No lo harían.

Se levantó temprano, aun antes de que el resto de la casa despertara, y empezó a empacar algunas cosas en silencio. No estaba segura de cuánto tiempo se iría, pero sabía que necesitaba espacio. Necesitaba pensar, respirar, y decidir qué hacer sin la constante presión de sus hermanos sobre sus hombros.

Mientras metía ropa en su mochila, su teléfono vibró. Era un mensaje de Gabito.

Gabito: -¿Estás bien? No supe nada de ti anoche.-

Luna se quedó mirando la pantalla por un momento, dudando si contarle lo que había pasado. Sabía que Gabito la apoyaría, pero tampoco quería meterlo más en el conflicto con sus hermanos. Finalmente, decidió responder.

Luna: -No mucho… las cosas en casa están peor de lo que pensaba. Necesito salir de aquí por un tiempo-.

No pasaron ni dos minutos cuando llegó la respuesta de Gabito.

Gabito: -¿Quieres que pase por ti? Nos podemos ir a algún lado-.

Luna suspiró. La oferta era tentadora. Irse con Gabito, alejarse de todo por un rato, sonaba como la escapatoria perfecta. Pero también sabía que eso solo empeoraría las cosas con César y Cristhian. No podía simplemente desaparecer sin más. Tenía que ser cuidadosa.

Luna: -No sé si sea buena idea… si me voy así, las cosas van a ponerse mucho peor con mis hermanos-.

Gabito insistió.

Gabito: -Luna, no puedes seguir viviendo así. No puedes dejar que te controlen de esa manera. Si necesitas espacio, deberías tomarlo. Ellos van a estar molestos, pero es tu vida-.

Esas palabras resonaron en su cabeza: "Es tu vida." Luna sabía que Gabito tenía razón. Esta era su vida, y no podía seguir dejándola en manos de los demás, ni siquiera de su familia.

Bajó las escaleras, mochila al hombro, con el corazón latiéndole con fuerza. César y Cristhian ya estaban despiertos, sentados en la cocina. Apenas la vieron, supieron que algo estaba ocurriendo.

-¿A dónde vas?- preguntó Cristhian, su tono serio como siempre, sin ninguna duda de que algo estaba mal.

Luna se detuvo en el marco de la puerta, respirando hondo. Sabía que esto sería difícil, pero ya no había vuelta atrás.

-Me voy por un tiempo,- dijo, tratando de mantener su voz firme. -Necesito espacio. Necesito tiempo para pensar sin estar bajo presión todo el tiempo-.

César se levantó de su silla, incrédulo. -¿Qué estás diciendo, Luna? No puedes simplemente irte. Esta es tu casa-.

-Lo sé-, respondió ella, -pero no puedo seguir aquí si eso significa que no puedo tomar decisiones por mí misma. Ustedes dicen que es por mi bien, pero lo que están haciendo es sofocarme. No puedo respirar, no puedo vivir-.

-Esto no es una opción-, intervino Cristhian, su tono más duro que nunca. -No vas a ir a ningún lado, No mientras no tengas un plan claro de lo que vas a hacer-.

-Sí, sí tengo un plan-, replicó Luna, sus manos temblando ligeramente. -Voy a quedarme con una amiga por un tiempo. No voy a desaparecer, no voy a meterme en problemas. Solo necesito tiempo. Necesito que confíen en mí-.

César dio un paso hacia ella, su rostro serio. -Luna, esto no es solo sobre ti. Somos una familia, y cuando tomas decisiones impulsivas, no solo te afectas a ti, nos afectas a todos-.

-Pero no es una decisión impulsiva-, protestó ella. -Llevo meses sintiendo que estoy ahogándome, y ustedes no me escuchan. Lo que ustedes llaman preocupación, yo lo siento como control. Y ya no puedo más-.

Cristhian la miró fijamente, sin pestañear. -Y si te vas, ¿qué esperas que pase cuando regreses? ¿Crees que las cosas van a ser diferentes? No puedes irte cada vez que algo no te guste, Luna-.

-No estoy escapando-, dijo Luna, elevando la voz. -Estoy tomando control de mi vida, algo que ustedes no me dejan hacer aquí-.

César, que hasta ese momento había guardado un tenso silencio, finalmente habló. -Si te vas, Luna, será bajo tu propio riesgo. No esperes que las cosas cambien cuando regreses. Las reglas seguirán siendo las mismas, porque es lo mejor para ti-.

Esas palabras golpearon a Luna más de lo que esperaba. Sabía que sus hermanos eran estrictos, pero nunca pensó que llegarían al punto de hacerla elegir entre su bienestar mental y su lugar en la familia.

-Lo entiendo-, respondió Luna, con voz apagada. -No espero que cambien. Solo necesito este tiempo para mí-.

Con esas últimas palabras, Luna salió de la casa sin mirar atrás. Sabía que este sería un momento clave en su vida. Las cosas ya no serían iguales, ni en su relación con sus hermanos ni en su visión de sí misma. Pero por primera vez, se sintió dueña de su propio destino, aunque las consecuencias fueran inciertas.

Gabito la estaba esperando en su auto a unas pocas cuadras de distancia. Cuando la vio, su rostro mostró una mezcla de alivio y preocupación.

-¿Estás bien?- le preguntó en cuanto ella se subió al auto.

-No lo sé-,  respondió Luna, mirando por la ventana mientras se alejaban. -Pero por primera vez en mucho tiempo, siento que estoy haciendo algo por mí misma-.

Gabito asintió, dándole una mirada comprensiva. -Eso es lo importante-.

Mientras el auto se alejaba, Luna sabía que el camino que había elegido sería complicado. Tendría que enfrentarse a las consecuencias de sus decisiones, pero estaba dispuesta a hacerlo. Estaba cansada de vivir bajo el control de los demás. Ahora era el momento de empezar a vivir su vida, a su manera.

El Lado Oscuro De EllosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora