Capitulo 24. Ejecución (Im)Perfecta (2/2)

309 34 9
                                    

EJECUCIÓN (IM)PERFECTA.

Las personas, los humanos, somos seres racionalmente estúpidos. Actuamos por impulsos, tomamos decisiones de maneras precipitadas arrastrados por sentimientos del momento, pero siempre bajo la fiel creencia de que es lo correcto. Porque lo pensamos una y otra vez, es como si nuestro cerebro trabajara a mil por hora, busca, analiza y sin más decide. Un impulso, un factor externo, un sentimiento, una emoción, cualquier cosa nos hace perceptibles a eso, actuar sin pensar.

Deslicé mi pulgar sobre el anillo que colgaba de mi cuello. Me sentía en un lugar flotante, irreal, como en una especie de entresueño. Max me había entregado su anillo en una pequeña cadena que llevaba puesta. Ahora tenía como amuleto y collar un anillo con la letra "M".

Él ya no estaba, se había ido. Y ahora yo debía esperar su mensaje, su aviso de que podía entrar.

Cerré mis ojos con fuerza, y apreté mi mano sobre mi amuleto. Mis pensamientos parecían buscar una manera de escapar de mi razón, como si cada uno golpeara en una neurona y rebotara sobre un nervio provocándome un dolor de cabeza potente.

El sonido de un mensaje nuevo llenó el pequeño espacio vacío. Otro tic tac que se había detenido, el último del día.

Miré nervioso y ansioso la pantalla negra, deslicé mi dedo sobre él y ahí estaba su mensaje.

Todo va estar bien, pensé tomando una bocanada de aire. Todo va a estar bien, es un plan sencillo.

Deslicé mi mano sobre la mochila que tenía en mi regazo. Y le di un apretón cuando entendí que debía apurarme. No podía perder el tiempo, en cuanto más rápido mejor.

Me moví de manera apresurada. Me enderecé en el asiento y me pasé las manos sobre la cara, dándome una leve cachetada para centrarme a mí mismo.

Apenas mis pies tocaron fuera del coche, corrí a toda velocidad hacia el hospital. Llevaba un jersey con capucha que me había puesto para que nadie me viera. Bueno, principalmente mi madre. El hecho de que estuviera lloviendo, provocó que muchas más personas estuvieran como yo. Con abrigos, suéteres, cubriéndolos por completo; porque el frío dentro era inclusive mayor por el aire acondicionado.

Dentro todo parecía un pequeño caos controlado. Enfermeras corriendo de un lado a otro, personas impacientes caminando por los pasillos, uno que otro paciente perdido entre la gente. Se veía como un desastre, uno para un pequeño hospital como este, era un pueblo. Todo siempre tenía que estar controlado por el reducido número de personas que entraban y salían de él, pero ese día no era así. Probablemente se trataba de la lluvia, siempre provocaba más accidentes de automóvil que de costumbre.

—Lo siento, lo siento —Esquivé una enfermera que venía caminando a toda prisa y a la que no había visto.

Continué moviéndome. Los latidos de mi corazón, el pulso de mis manos que no dejaban de moverse inquietas, apretándolas y soltándolas cada que notaba como comenzaba a lastimarme, se habían vuelto demasiado para mi propio cuerpo, que comencé a sentir náuseas.

Agaché la mirada y respiré hondo, buscando calmarme. Cada extremidad de mi cuerpo parecía no pertenecerme. Mis pies se movían porque era una necesidad, mis manos se tensionaban porque el estrés de la situación comenzaba a hacer que mis músculos dolieran y mi cabeza no se daba tiempo más que para producir escenarios negativos.

No sé cómo, o en qué momento llegué, pero cuando alcé la vista pude divisar la puerta marcada con el 111. Tragué hondo, profundo, buscando tranquilizar mis nervios, estaba más cerca de acabar que de empezar. Si todo salía bien en menos de diez minutos saldría por esa misma puerta con Lando.

Cicatrices || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora