Capitulo 2. Los dos chicos

738 50 3
                                    

LOS DOS CHICOS

Cuando me enteré de que tendríamos que mudarnos a Hasselt, lo primero que hice fue poner su nombre en el buscador de Google. Esperaba encontrar imágenes del pueblo, pero no, en cambio encontré un par de páginas con listas de asesinos, terroristas, sicarios y políticos corruptos que habían nacido o vivido en Hasselt.

Los nombres más sonados eran el de la pareja Tom. Amalia y Erick Tom habían sido una pareja que habían asesinado a más de veinte personas de maneras brutales, desde mutilaciones hasta quemarlos vivos. Nunca se supo por qué lo hicieron, pues se quitaron la vida y como único legado dejaron una carta con todos los nombres de sus víctimas.

Ana Hanks, Nelson O., John Miller, Alessandro Hugs... y más nombres encabezaban esta lista de asesinos o personas que habían vivido solo para cometer un delito. Hay quienes estaban muertos, algunos en la cárcel o incluso había quienes eran prófugos y andaban libres sin haber pagado por sus delitos.

Y si seguías buscando más, encontrabas cosas peores. Incluso llegué a encontrar imágenes de niños con un historial nada agradable para alguien de tan solo diez años.

Sin embargo, todos aquellos registros tenían años, casi dieciocho o más. Era como si solo hubiese sido una oleada de personas despiadadas. Porque actualmente no se mencionaba nada de eso. Únicamente eran esos registros tormentosos del pasado los que quedaban del pueblo.

***

Eran las tres de la mañana. Estaba recostado en la cama con la mirada en el techo, aún no podía dormir. Me pasaba esto a menudo. Ya me había acostumbrado a no poder conciliar el sueño con mucha facilidad. A veces solo me quedaba con la cabeza un poco idea o en blanco. Me gustaba cuando era así, cuando mi cabeza estaba en un punto un tanto perdido y no se atormentaba. Era silencio y calma gris, pero calma al fin.

Un olor a tierra y madera mojada invadió mi nariz. El sonido del chipoteo de las gotas resonaba como una leve melodía afuera que se escabullía hacia dentro, era una lluvia ligera, pero que al parecer por los grandes rayos que se producían en el cielo nublado pronto comenzaría a ponerse peor.

Farfullé una maldición de mala gana cuando uno de mis pies se deslizó fuera de mis sábanas y todo mi cuerpo se sintió más frío de lo que ya estaba. Aun a pesar de la tela sedosa envuelta de arriba abajo en mi cuerpo ya no estaba soportándolo, comenzaba a ser algo realmente fastidioso.

Me pasé las manos por la cara, y miré hacia la ventana que había quedado abierta. No quería pararme a cerrarla, el piso iba a ser un témpano de hielo, aunque era eso o pasar la noche a maldiciones por el frío.

Definitivamente elegía lo primero.

Me levanté dispuesto a cerrarla, recorriendo los pocos pasos que separaban mi cama de la ventana y justo cuando iba a hacerlo, algo captó mi atención; una persona en la casa de al lado. No era el mismo que me había sonreido. El chico que unas horas antes había tenido esa discusión con una persona la cual no pude ver.

Max.

Ese era su nombre.

Estaba recargado sobre un pilar fuera de su casa y en esa posición podía verlo mejor. Era alto, su cabello rubio y humedecido por la lluvia se deslizaba sobre su frente y parte de su cuello haciendo un contraste enorme con el color de su piel que era blanca casi pálida. Llevaba un pantalón negro y un hoodie del mismo color. Su vista parecía demasiado enfocada.

Moví mi mirada hacia donde él miraba. Su jardín. Exactamente a los dos columpios que colgaban del árbol.

Coloqué mis manos en el marco de la ventana y con sumo cuidado para no ser atrapado, me deslicé a un extremo de la ventana para que mi cuerpo no se viera mucho y ahí me detuve a mirarlo por unos segundos, intentando averiguar algo más de él. Era muy atractivo, no lo podía negar, pero su semblante parecía no tener ninguna expresión. Una parte de mí quería correr de regreso a mi cama y la otra simplemente quería seguir observándolo.

Cicatrices || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora