Capitulo 28. Pidelo

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"PÍDELO"

La puerta de la habitación se abrió y di un pequeño sobresalto sobre el colchón. Rápidamente me recompuse, fingiendo que dormía.

Tenía los ojos rojos y la nariz me picaba por haber llorado. No me sentía mal, incluso me sentía bien. Cuando dejé de hablar con Fernando, repasé una y mil veces sus palabras. Es extraño como necesitamos escuchar de otros algo que sabemos. No era como si el sentimiento hubiera desaparecido, pero ahora era capaz de entenderlo, de disuadirlo. De no solo confundirme y asfixiarme a mí mismo buscando dejar de sentirlo sin saber cómo hacerlo. Tal vez entenderme y entenderlo era un buen comienzo.

Escuché un par de pasos y después sentí como el colchón se hundió a mi lado. Su calor invadió mi espalda en un pequeño escalofrío cuando sentí como se movía a mis espaldas y pasaba su mano por mi cintura.

Colocó su barbilla en mi hombro y pude sentir su mirada sobre mí.

—¿Estás despierto?

No contesté, aunque el impulso de darme la vuelta y enganchar mi brazo en su cuello y hundir mi boca en la suya, hizo que mis manos cosquillearan. Sin embargo, no lo hice. No porque no lo quisiera, sino porque tenía los ojos rojos y no quería que lo viera. Regresó muy pronto después de que dejé de hablar con mi tío. Cuando saliera me tomaría mis cinco minutos para arreglar mi desastre.

Por un momento pensé que se iría al no obtener respuesta, sin embargo, no lo hizo, en cambio permaneció ahí. Con su barbilla en mi hombro, mirándome. Lo sabía, sentía como su mirada estaba sobre mi rostro. Y de pronto sentí el dorso de su mano deslizarse por mi mejilla.

Bien. En ese momento no supe como fui capaz de soportar no moverme o no reaccionar a su tacto.

—No, no lo estas —dijo finalmente.

Resopló con cansancio y dejó un beso en mi mejilla, para después salir de la cama.

Abrí mis ojos levemente, y noté como caminó hacia la cómoda y sacó un poco de ropa para echársela al hombro y salir.

Iba a bañarse. Yo también debía hacerlo. Me había quedado dormido después de lo que pasó afuera con George, esperando a que mi cuerpo se enfriara.

Me reacomodé, dando un vistazo rápido a la puerta. Miré mi ropa y miré la cómoda. Miré la mesita de noche y volví a mirarme.

Bieeeeen. No debía de pensar en eso.

¡Sí!

No.

¡Sí!

No.

Sí.

Sí. Bien, al diablo.

Me estiré sobre la cama y tomé mi celular, usándolo como espejo. Pasé mis dedos sobre mis ojos, y con una mano comencé a echarme aire en la cara.

Bien, bien, bien. Esto no era una buena idea. Respiré hondo y me miré por una última vez en el reflejo. Seguían rojos, levemente, podía pasar como que me había levantado, recién.

Me puse de pie y corrí a la cómoda. Tomé lo que necesitaba y después caminé hacia el closet, buscando...

—Bien —miré los pañuelos de tela en mi mano—. Bien.

Tal vez él no quería. O tal vez sí. O tal vez yo acababa hiperventilado, en plena crisis. O tal vez debía dejar de torturarme tanto. Actuar por impulso me llevó hasta aquí. Un impulso más.

Me di la vuelta con las cosas en mano y salí de la habitación, y luego de la cabaña, con los nervios golpeando mi pecho.

No. No. Mejor debía regresar y esperar a que...

Cicatrices || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora