Capitulo 10. Verdades Ocultas

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VERDADES OCULTAS

Me sentía...

Cómo explicarlo...

Lo único que escuchaba era mi respiración. Una negrura opaca cubría mis ojos, haciendo a la oscuridad mi prisionera. Mi respiración estaba agitada. Mi corazón retumbaba en mis oídos por la intensidad en que bombeaba.

No podía ver. Estaba en una habitación. Estaba encerrado, no lo veía, pero lo sentía. Sentía mi pequeño cuerpo encerrado, delimitado sin poder moverse.

Algo me lo impedía, algo me obstruía con tanta fuerza que no era capaz de nada: El miedo.

Quería correr, pero no podía.

Quería gritar, pero no podía.

Quería llorar, pero no podía.

Quería simplemente desaparecer. Cerrar los ojos y volver a ver un poco de luz, pero no había nada. Por más que abriera y cerrara mis ojos buscando encontrar un cambio, nada pasaba.

Tenía miedo, y lo sentía en cada parte de mi cuerpo. Lo sentía fluyendo en mis venas. Extendiéndose por cada músculo, por cada área. Sin reparar en detenerse.

Estaba de pie. Inmóvil. En medio de una oscuridad penetrante.

Y de repente pasó...

Una mano me tomó del cuello, provocando que mi cuerpo se estremeciera ante ese rudo tacto. Fue doloroso. Tan brusco, tan repentino que casi me hizo perder todo el aire.

El miedo se había vuelto más potente. Se había vuelto un recuerdo. Uno disperso e incluso a pesar de ello, aún quemaba en mi interior de maneras descomunales.

Comenzó a presionar con fuerza. Estaba ahorcándome, intentaba simplemente asfixiarme. Y yo no podía moverme, ni siquiera podía luchar. Mi mente lo pedía a gritos, pero mi cuerpo no se movía. Estaba paralizado.

Creí morir. Creí perder la consciencia. La mano presionaba. Dejarme sin aire era su propósito y lo estaba logrando. Mi mente ya divagaba entre recuerdos confusos. Entre palabras, decisiones, sucesos. Simplemente, estaba en un colapso mental.

Quise gritar. Y lo intenté, pero presionó más. Y más...

Hasta que mis cuerdas vocales se desgarraron en un sonido doloroso para mi garganta.

—Nooo —grité desesperada, cuando logré emitir un sonido. Salió tan fuerte que sentí como quemaba.

La desesperación se envolvió en mi cuerpo como una soga que presionaba mis músculos hasta tensarlos. Mis manos se movieron hasta mi cuello en donde la soga presionó con más fuerza, pero cuando la quise quitar no había nada, mis uñas se restregaron en mi piel, buscando y queriendo desaparecer eso que me lastimaba hasta que unas manos me detuvieron.

—Estas bien. Estas bien, Checo, solo fue una pesadilla —El rostro de Max apareció frente a mí. Acunaba mis mejillas con ambas manos, obligándome a verlo.

Sus ojos azules estaban fijos en los míos. Mis manos se habían desplazado en un movimiento inconsciente para sostener sus brazos. Estaba aferrado a él, como si fuera mi única salvación.

Tragué hondo, un nudo seguía ahí que no me dejaba respirar con normalidad.

—Mírame. Estas bien. Yo estoy aquí —volvió a hablar, con voz delicada.

—No, no... No puedo respirar.

—Sí puedes, vamos, hazlo con calma.

Negué con la cabeza, ¿Por qué no podía ver la soga? Me estaba asfixiando. Dejé de aferrarme a él y llevé mis manos con una nueva desesperación a mi cuello, quería que él lo viera, que viera la soga.

Cicatrices || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora