Capitulo 13. Habitacion 111 [Parte 2/2]

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HABITACIÓN 111

Al dar otro paso torpe, me estampé con el cuerpo de Max, quien me sostuvo del brazo y tiró de mí hacia él.

—El baño, rápido —susurró Lando poniéndose de pie, lo más rápido que su cuerpo se lo permitió—. Les dije que no debían estar aquí.

Estaba un poco perdido en la situación. La puerta ya estaba siendo tocada con una insistencia un tanto amenazante. En ese momento mi cerebro ya había formulado mil escenarios en donde ninguno tenía un buen final. No podía moverme, o más bien no sabía qué hacer.

Max me jaló consigo, al ver que yo no hacía ningún gesto de moverme o actuar. Mis torpes pies lo siguieron hasta el baño sin resistencia alguna. Entramos y él me sostuvo de manera casi automática, colocándonos dentro de la ducha para ser tapados por la cortina.

Los nervios me pisotearon la razón, no estaba ni mínimamente segura de que hacer, como moverme, hacia donde, la desesperación era como un torrente abierto que bombeaba en todas direcciones.

Pero Max actuó primero, me tomó del brazo en un tirón y me puso delante de su cuerpo, una de sus manos me sujetó de la cintura pegándome a él, y la otra la colocó en mi boca, como si creyera que cualquier movimiento o palabra pudiera delatar nuestra presencia.

—No hables, ni te muevas —me susurró al oído—. Todo va a estar bien.

Me quedé quieto, su cercanía, su frío tacto sobre mis labios y su agarre en la cintura me hicieron estremecer casi al instante. En esos momentos no sabía si estaba nervioso por quien quiera que estuviera fuera en la habitación o por estar en esa posición con Max.

—¡Voy, estoy en el baño! —exclamó Lando.

A los pocos segundos entró George posicionándose a nuestro lado, completamente callado y serio.

Un nervio en mi garganta comenzó a latir rápido por los nervios y todo pareció intensificarse cuando se escuchó el sonido de la puerta de la habitación siendo abierta, y la misma voz masculina de hace unos segundos comenzó a hablar de nuevo.

Agudicé mi oído con la esperanza de oír algo, para mi suerte lo logré. Se oía distante, como si fueran susurros, y unas cuantas veces se escuchaba más claro. Casi podría decir que estaban gritando.

—¡Cállate, maldita sea! —Eso sí fue un grito—. No me importa que...

Maldita sea, nada se podía escuchar claro. Su tono bajaba y la audición detrás de la puerta era como un fino hilo quebradizo.

Pero un déjà vu me hizo fruncir el ceño. El grito había hecho eco en mi cabeza, reconocí la voz. No podía recordar de donde, solo sabía que ese mismo timbre de voz lo había escuchado antes.

El grito también había provocado algo en los hermanos. Max se tensó automáticamente. Su mano se aferró de manera sutil a mi cintura en un modo casi protector. No podía verlo, pero sabía que su mandíbula estaba tensa. George tenía las manos empuñadas. Sus nudillos estaban casi blanco de tanto que estaba haciendo fuerza.

Otro grito se oyó proveniente de la habitación para después escuchar un par de sollozos. Eran de Lando, los tres lo supimos al instante. No sabía que estaba pasando, no sabía quién era la persona junto a el. Lo único que sabía es que no podíamos hacer nada. Ninguno podía actuar. Y la impotencia de aquello se reflejó en las palabras que salieron de la boca de Max:

—Juro que lo mataré —susurró muy despacio.

—Lo haremos, tenlo por seguro —contestó George, sin titubeo.

Cicatrices || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora