Capitulo 3. Encuentros

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ENCUENTROS

Miedo.

Angustia.

Dolor.

Era lo único que sentía en esos momentos.

Las sensaciones serpenteaban con tanta fuerza por mi cuerpo que mi cabeza dolió y todo a mi alrededor se redujo a una sensación asfixiante. Me sentía pequeño en el lugar.

—Sergio ve a casa —la voz de Marilú resonó en la distancia, casi se oyó ajena, pero sabía que no lo estaba—. Tendré que quedarme a apoyar al personal, al parecer no hay ningún cirujano disponible y me necesitan.

Las palabras entraron y salieron; y tuve que poner toda mi fuerza para concentrarme en la persona frente a mí.

Miré detenidamente a mi madre, enfocando mi atención en ella por más que todo el ajetreo, sonido, pitido y habladuría me sofocara y me engullera. Eso, debía hacer eso...solo alejarme, respirar, irme.

Un pequeño movimiento en mi brazo me hizo regresar por un segundo al momento en que estaba. Marilú estaba a la expectativa, esperando mi respuesta tardía.

Vacilé un par de veces al hablar, gesticulando de forma absurda porque mi boca estaba tan seca que sentía que cada intentó de decir alguna palabra me era imposible. Aun así, hablé o eso intenté:

—Sí, sí, claro. —Fue lo único que pude decir. No sentía ni mi propia voz.

Marilú no dijo nada. Se quedó a la expectativa de algo más, sin embargo, yo simplemente estaba aturdido, sin emitir un sonido o una palabra coherente en esos momentos. No me sentía capaz de poder conectar cada parte de mí para que realizara una acción.

Pasaron unos cuantos segundos en silencio; en donde ni ella, ni yo decía o hacía nada. Su necesidad y prisa de irse, la hicieron dar el primer paso. Rebuscó entre su bolsa que colgaba de su hombro. Buscó y buscó, hasta que su rostro mostró una mueca de alivio, que duró casi un microsegundo. Sacó su billetera y unos cuantos billetes de ella, extendiéndomelos.

—Toma —me ofreció el dinero—, es para el taxi de regreso, puedes pasar a desayunar a algún sitio si quieres —pronunció deprisa, revoloteando el dinero en mi cara para captar mi atención lejana.

Necesitaba irme.

Movilicé cada músculo de mi cuerpo y tomé el dinero de manera torpe como un mero instinto mecánico, porque me sentía tan mareado y aturdido que era lo único que podía hacer. Actuar de manera mecánica.

Apenas lo hice, ella se fue corriendo por los pasillos hasta pasar por una puerta, que deduje iba hacia la sala quirúrgica.

La necesidad de salir del lugar me invadió por completo. Fue como si mi cuerpo lo exigiera, mi cabeza, todo, pero algo no terminara de encajar con fuerza para hacerme moverme. Me relamí los labios. Odiaba esto. Estos desencadenantes que me privaban de las sensaciones normales y me llevaban a los extremos. La sangre, la de ese chico, se sentía casi...

Di un paso hacia atrás, aturdido cuando alguien pasó a mi lado y me hizo trastabillar. El impulso repentino y desconcertante contrarrestó de golpe con las sensaciones pausadas que me metían en un círculo que solo me hundía y; de la forma más lenta y torpe sentí como mi mente conectaba con todo mi cuerpo.

Tenía una necesidad de huir, de correr, de borrar de mi mente a ese chico, la sangre que la cubría.

Sin darme cuenta ya estaba fuera del hospital. Mi respiración estaba agitada, parecía que acababa de correr un maratón. Las uñas de una de mis manos estaban clavadas a mi antebrazo en un mero e inútil intento de mantenerme centrado, de saber que estaba ahí. O simplemente como un acto cobarde al que siempre recurría cuando mis temores y problemas aparecían.

Cicatrices || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora