Capitulo 29. Max Verstappen

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MAX VERSTAPPEN.

El Sol, la Luna y la estrella

Mi cuerpo aún se sentía adormilado y ligero. Estaba sobre Max, con mi mejilla en su pecho. Sus brazos me rodeaban por la cintura y sus manos estaban dentro de mi jersey, propiciándome pequeñas caricias lentas sobre la piel de mi espalda baja.

Era cálido. Cerré los ojos por ese pequeño cosquilleo, placentero, que me producía.

—¿Max? —musité, llamándolo.

—¿Mmm?

—¿Puedo preguntarte algo?

Me quedé esperando su respuesta, nervioso.

—Depende —contestó al cabo de unos segundos.

—¿Depende de qué?

—¿Qué quieras preguntar? —dijo, con un tonito ligero, su voz aún se escuchaba adormilada.

—¿Te molestaría si te preguntara algo personal?

—No me molestaría —aseguró—. Pero no estoy seguro que pudiera responderte.

Mordí mi labio inferior y comencé a mover mis dedos con nerviosismo sobre su pecho, trazando pequeños circulitos.

—¿Confías en mí? —susurré, lo suficientemente fuerte para que me escuchara.

Sus dedos dejaron de moverse sobre mí piel, y sentí como un pequeño escalofrió frío me recorrió.

Sabía de dónde venía esa pregunta. La noche anterior antes de poder conciliar el sueño, sentí un remordimiento, una sensación extraña, por lo que había pasado entre nosotros en el baño. Jamás había creído que podría llegar a intimar de esa forma con alguien, era como algo lejano, de lo que no pensaba mucho. Nunca le tomé tanta importancia.

Bueno, no hasta que pasó. Sentía que eso era algo muy íntimo. Y aunque no tenía problema con que hubiera pasado con Max, tenía miedo de que él sí.

Tragué hondo cuando sentí como me tomaba de la barbilla, y me movía ligeramente la cabeza para que lo viera.

—¿Por qué lo preguntas? —me inquirió, con el ceño fruncido.

Me encogí de hombros.

—Curiosidad.

Sus ojos me escudriñaron de arriba abajo.

—Sí —contestó, pero pude ver la duda en sus ojos, no una duda a lo que decía, sino a la razón de porque lo hacía—. Sí, lo hago.

—Bien...—asentí con ligereza.

No sabía cómo decirle lo siguiente. Aparté la cara para no sentirme más inseguro, y la reposé en su pecho de nuevo.

—Y si tuve que haberte contado algo y no lo hice ¿Aún confiarías en mí?

Hubo un breve silencio, en donde los nervios comenzaron a circular por mi garganta.

—Bueno, creo que los dos tenemos muchas cosas que no nos hemos dicho.

—Pero esto es diferente. Tal vez...—me relamí los labios—. Tal vez te moleste.

—¿Molestarme? A ver ¿a ti te molesta estar en esta cabaña sin saber el verdadero motivo de por qué estamos?

—No —contesté, sin entender su punto—, pero...

—¿Te molesta el no saber por qué mis hermanos y yo estamos haciendo esto?

Cicatrices || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora