Capitulo 1. Un nuevo comienzo

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                        UN NUEVO COMIENZO

SERGIO PEREZ

Todo comenzó por mis padres. Una decisión de ellos me llevó a un pueblo, me llevó a conocerlo, a odiarlo, a amarlo, a querer ser parte de su historia. A ser ese rayo de luz en su vida que lo hiciera cambiar.

Yo quería curar sus heridas, esas que la vida les había propiciado, esas que él con el tiempo empezó a cubrir por el miedo de que pensaran que era débil.

Todo tiene un inicio y este fue el nuestro...

Mis padres Marilú y Antonio Pérez, una pareja de personas trabajadoras con la familia perfecta, es lo que dirían todos los que los conocen.

Pero busquen un poco más y encontrarán la grieta en este lindo hogar.

Ella era cirujana general en un hospital en la ciudad de Mexico y mi padre era arquitecto, trabajaba para una de las más grandes empresas de construcción del país.

Al parecer, esta empresa había decidido abrir una sucursal en Hasselt, Bélgica. Un pequeño pueblo del otro lado del mundo (literalmente). Mi padre fue el designado para que manejara toda esta nueva sucursal.

Mi madre, Marilú, al principio desistió de esta idea, pues ella tenía un puesto muy importante en el hospital, el cual no quería dejar, pero un par de llamadas por aquí y por allá y le ofrecieron un gran puesto en un hospital en Hasselt. Al parecer no tenían un gran personal médico en el único hospital que tenían y tener a mi madre entre ellos les era una bendición.

—¡Sergio! —gritó mi madre desde el carro—. Apresúrate, el avión saldrá en 10 minutos.

Los nervios picaron en mi garganta y me pasé la mano por el lugar en un pequeño intentó de aliviar el malestar. Me costaba un poco asimilar el hecho de que nos teníamos que marchar. No es que no quisiera hacerlo, es que era pésima acostumbrándome a los cambios grandes.

Bueno, era pésima en todo en lo que tuviera que ver con muchas personas. Y llegar a un nuevo pueblo suponía conocer nuevas personas, más por el hecho de que iba a ingresar solo al último año de la preparatoria.

No tenía amigos en Bélgica y probablemente en Hasselt iba a ser peor. Ya estaba acostumbrado, pero de nuevo en otro sitio, era como darle un golpecito más a una espina que ya estaba clavada.

Mi padre solo pasó a mi lado y me dio una palmadita en el hombro, como si quisiera darme algún tipo de ánimo. No tenía ninguno.

—Anda, apresúrate, si no quieres verla enojada.

—Sí, sí, ya voy —musité, yendo a mi cuarto y apresurándome a recoger algunos objetos.

Al entrar a mi habitación vacía, sentí una nostalgia pesada acentuándose en mi piel. Todo el lugar estaba vació. No estaba mi cama, no estaba mi escritorio, no estaba mi ropero. Ojalá un cambio de casa pudiera eliminar más. Como los recuerdos. Las sensaciones crudas que me tragaban cada que cerraba las cortinas y me engullía yo misma en mi cabeza asfixiada de dolor.

Los recuerdos y sentimientos iban a seguir. De eso estaba segura, sin embargo, realmente esperaba que lejos todo disminuyera. Sin el recuerdo constante, tal vez todo podía dolor menos.

Recogí un peluche que llevaba conmigo más de quince años y el cual adoraba. Era rosita con forma de estrella. Sí, como patricio estrella. Y una pequeña caja de madera en donde guardaba ciertas cosas.

Cuando llegué al auto con las cosas en mano, me percaté de que mi madre y padre ya estaban listos. Guardé los objetos en la cajuela y subí.

—Listo —avisé, ajustándome el cinturón de seguridad.

Cicatrices || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora