Capitulo 30. Sergio Pérez

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SERGIO PÉREZ

Sergio Pérez.

—¿Estás bien?

—Sí.

—¿Quieres qué te lleve a tu casa o podemos ir a la mía, y ver una pe...

—Llévame a mi casa —lo corté.

No respondió, pero estoy seguro que asintió con resignación.

Miré las gotas que se deslizaban por la ventanilla. No sé en qué momento George llamó a Charles, pero cuando llegamos a las afueras del bosque, el ya estaba ahí. Y aunque no preguntó o dijo algo al respecto, podía ver como su cara estaba consternado con respecto a mi estado.

Apreté los ojos con fuerza e inhalé hondo. Me ardía la cara, la nariz, los ojos, incluso me encontré varias veces pasando el dorso de mi mano por mis mejillas cuando las lágrimas salían sin que me diera cuenta. La sensación de mi cuerpo era como si no pudiera reaccionar a nada. Como si mi cuerpo entero, a excepción de los latidos ralentizados y del dolor en mi pecho, estuviera en shock.

El resto del viaje fue silencioso. A veces Charles intentaba sacarme unas cuantas palabras, pero mis respuestas eran tan cortantes que al final simplemente se callaba.

Cuando estacionó frente a mi casa, le di las gracias y bajé a toda prisa, tomando mi mochila. Mis pasos fueron rápidos, quisiera decir que también fueron firmes, pero mi cuerpo estaba tan aturdido que no estoy seguro como rayos no me caí. Atravesé el césped llegando a la entrada y abrí la puerta con rapidez. En ese momento, todo se me estaba sobreviniendo.

Porque lo sabía, cuando entrara a la habitación, cuando dejara caer mi cuerpo sobre mi cama, y lo único de lo que fuera consciente, fuera de los latidos de mi corazón. Todo se vendría a mí, como una avalancha sin freno. Ese era el problema de que algo no doliera como debía en su momento, que después era peor.

No hay nada que lo drene, simplemente tu cuerpo se obstruye.

Pero en ese momento era lo único que anhelaba. Sentir algo más que dolor y lástima. Solo quería poder sentir. En mi cama. Solo. Quería entender lo que no había podido. Repetir cada palabra que me había dicho, para poder terminar de romper lo que quedaba. Sacar lo que sentía, todo lo que estaba estancado y no me dejaban liberar nada.

Ni siquiera me di el tiempo de revisar si había alguien en casa, entré casi corriendo atravesando el pasillo principal, hacia las escaleras que me llevarían a mi habitación.

—Sergio.

Me detuve en medio de la escalera cuando la voz de mi padre me llamó. Nunca nadie estaba en casa, pero al parecer hoy pareció un buen día para aparecer. Apreté los ojos inhalando fuerte, sin embargo, no volví mi vista y esperé a que él volviera a hablar. No quería que me viera y tampoco me veía capaz de articular una palabra, el nudo en mi garganta era fuerte y estaba seguro que acabaría en un sollozo.

—Tu tío ha venido a visitarnos, ven a saludarlo.

Fruncí el ceño, captando apenas las palabras.

¿Tío?

Yo... Mi cuerpo se heló por completo. Fue como si una sensación frívola me abrazara por la espalda. Y aunque mi corazón latía con fuerza como si quisiera huir, apreté los ojos intentando detener el hilo de pensamientos que llegaban a mi cabeza.

Giré mi cabeza, aferrando mis ojos a una tortura cuando los abrí con lentitud. Y lo vi.

«No. Por favor esto no» Las palabras se repitieron en mi cabeza como una súplica. Mi garganta ardió de resequedad y por un momento tan pequeño, pero infernal, no pude moverme. Mi mundo lo hizo, como si algo se hubiera levantado desde el infierno, pero mi cuerpo se clavara sobre el piso. Todos mis músculos se habían tensado.

Cicatrices || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora