Capitulo 25. Por El

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*Capitulo un tanto largo ya que a lo mejor esta semana no pueda actualizar tan seguido*

"POR ÉL"

Mis manos se movieron con impaciencia recogiendo mi mochila, y buscando en ella mi celular y mi cargador. Era lo único que me importaba en ese momento. Recoger mis cosas y largarme.

Sentía como mi corazón latía de forma frenética sobre mi pecho. Estaba molesto y llena de culpa, y era una mezcla que me absorbía. La culpa me hacía sentir miserable. Pero me sentía más molesto que nada. El puto mundo de Max se reducía a él y a sus hermanos.

Porque en el fondo, aunque me sentía mal por haberle ocultado lo de los moretones de Lando me irritaba el hecho de que solo me culpara a mí. El me lo había pedido, fue su decisión, y yo la había respetado, sin embargo, en la cabeza de Max todo era mi maldita culpa.

Lo entendía, yo estaba muy abajo entre sus prioridades. Aunque tampoco creí que fuera capaz de mandar todo al diablo en fracción de segundos. Ni siquiera le había importado que le dijera que me marcharía.

Deslicé mi mano hasta el fondo de la mochila y solté un bufido cuando noté que no estaba. Estaba ahí hace apenas unos minutos.

—Buscabas esto.

Giré mi cabeza al escuchar la voz de George, que sostenía mi celular en sus manos.

—Sí. —Estiré mi mano, con impaciencia—. Me lo puedes dar, por favor.

—No te vas a ir a estas horas —soltó con voz calmada, y encendió la pantalla del celular—, son las nueve de la noche.

—No importa, quiero irme.

—Vete por la mañana, ahora es de noche. Y no puedes arriesgarte a andar en medio del bosque a estas horas.

Mordí mi labio inferior, comenzando a sentir como mi garganta se secaba. No sabía cuánto iba a soportar sin quebrarme. La frustración, la rabia, todo amenazaba con hacerme quebrar en llanto.

—Me quiero ir ahora, no mañana —espeté, más brusca de lo que esperaba.

George ladeó la cabeza, frunciendo el ceño. Como si al fin captara un poco más de la situación.

—¿Qué te dijo Max? —inquirió.

—Nada —me limité a contestar—. Me puedes regresar mi celular.

—Cuándo me digas qué ocurrió ahí dentro te lo daré —señaló la habitación con la cabeza.

Me relamí los labios y tragué hondo. Él no sabía que yo sabía lo de Lando. Tal vez debía decírselo de una vez para que se molestara y tampoco le importara que me fuera a estas horas.

Lo pensé por unos segundos. Quería irme y George no iba a dejarme ir, entonces haría que lo quisiera.

—Yo sabía lo de los moretones de Lando, desde el hospital —las palabras salieron de mi boca de forma clara, sin titubeo.

Me sentía como una mierda al decirlo así, como si no me importara.

—¿Lo sabías? —frunció el ceño—. ¿Y por qué no dijiste nada?

—El me lo pidió.

—¿Te pidió que no lo hicieras?

—Sí, eso dije —reiteré impaciente.

—¿Cómo te lo dijo exactamente?

Fruncí el ceño molesto y confundido. Qué carajo importaba como me lo había pedido, el problema aquí estaba en que yo lo sabía y no se los había dicho.

Cicatrices || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora