Capitulo 31. No somos nuestro pasado

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*Siéntanse en la libertad de saltarse las partes que les incomoden respecto a la narración de lo que sufrió Checo. No es muy explícito, pero puede llegar a incomodar.

ACLARACIÓN:

*He investigado de los temas y he intentado tocarlos de la mejor manera. Sin embargo, no puedo hablar desde un punto de experiencia, concreto. Y si alguien que esta leyendo esto, siente que he tocado algún tema de mala manera, siéntanse en la libertad de comunicarse conmigo y decírmelo*

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P.D. El capítulo es demasiado largo, aunque probablemente sea el último así de largo. Así que no se preocupen. Y por cierto, ya estamos cerca de la recta final :')

NO SOMOS NUESTRO PASADO

Dolía.

Demasiado.

La presión en mi garganta me sofocaba como si una garra se enterrara sobre mi piel. Sentí como los dedos se presionaron sobre mí cuello, sin escrúpulo, sin medirse, como si quisieran simplemente asfixiarme, quebrarme.

Y lo estaban logrando.

Dolía.

Sentía como mi garganta ardía, lo había hecho. Estaba seguro, yo lo había hecho. Yo no me detuvo, no dejé de pedirle que parara, no dejé de gritarle que me dolía, que se detuviera, hasta que realmente no pude más. Solo dejé de existir. El dolor, el miedo, el saber que no iba a parar, me inhibió.

Hubo simplemente un momento en donde su mano en mi garganta me asfixió tan fuerte que estaba segura que si el dolor que estaba sintiendo mi cuerpo no me mataba, su mano lo iba a hacer.

Y todo se volvió negro.

Gimoteé y llevé ambas manos a mi garganta apenas pude sentir como mis ojos se abrían. Como si un golpe de realidad me hubiera reanimado. El problema era que la realidad y las pesadillas solo eran una línea difusa en mí, entre lo que estaba viviendo y lo que había vivido.

Mi corazón latía con fuerza sobre mi pecho y sentía la bilis correr por mi garganta en una quemazón que me revolvía las entrañas. No, no me gustaba esto. Estaba sudado y sofocado; y por un momento solo pude quedarme quieto con ambas manos en mi garganta, tirando de mi propia piel como si quisiera quitarla.

Los recuerdos tan vívidos y difusos, que se habían vuelto pesadillas. Hubo un tiempo en donde eran tan recurrentes y a la vez tan abstractos que creí que estaba comenzando a perder la cordura. A veces solo estaba en un cuarto negro, otras veces sentía como me asfixiaban, y otras tantas no sentía nada, pero sentía todo a la vez, como si el espectro de lo que lastimaba circulara por mi piel sin enterrarse.

Sin embargo, en todas y cada una de esas veces dolía. Tal vez no físicamente, pero por dentro era como si todo se sobreviniera sobre mí y me absorbiera.

Llevé ambas manos a mi cara, con frustración. Quería llorar, pero no podía. Siempre era lo mismo, sentir como todo lastimaba, pero nada cambiaba por completo.

Tragué saliva y miré a mi alrededor. Era de noche.  Apenas y podía distinguir el lugar, y por un segundo había olvidado por completo donde estaba, hasta que el olor peculiar a madera mojada y fragancia suave invadió mi nariz. Estaba en la cabaña. Y todo lo que había pasado hace unas horas me llegó de golpe.

Me deslicé hasta quedar sentada sobre la cama con mis pies colgando de ella y me estiré para alcanzar mi celular de la mesita. Miré la hora y fruncí el ceño, eran pasado de las tres de la madrugada.

Cicatrices || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora