Capitulo 17. Dulce despedida.

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DULCE DESPEDIDA

Sus ojos no se despegaron de Lewis, quien ahora no parecía muy atento a mí. Miraba al chico frente a él. Alto, corpulento y su rostro sin una mínima mueca de gracia.

—No te metas. Esto...

Max lo volvió a interrumpir. Esta vez su mano se estrujó sobre su camisa, acercándolo a él de una manera amenazante. Su mandíbula estaba tensa, sus músculos del brazo estaban ejerciendo una fuerza superior sobre la camisa ahora maltratada. Era como si deseara causarle algún tipo de mal a la prenda. Aunque lo que transmitía era como si realmente se contuviera a convertir lo que estrujaba entre sus manos en algo más sensorial, como la piel.

—No te lo voy a volver a repetir —arrojó con enojo, para después seguir con una voz más pausada y ácida—: Suéltalo.

Me mantenía apenas a unos pasos de distancia, o lo que el largo del brazo de Lewis me lo permitía.

Los ojos de Lewis estaban abiertos de par en par y bastaron apenas un par de segundos para que acatara la orden de Max y lo hiciera. Su tacto flaqueó soltando mi brazo de manera automática, como si mi tacto quemara.

Aunque su rostro cada vez se veía más pálido al notar que Max no hacía el mínimo afán de soltarlo.

—Amigo, esto no es tu problema...

—El es mi problema.

—El no dice lo mi...

Por tercera vez no lo dejo continuar. Lo soltó de manera veloz, y de un movimiento rápido lo tomó del cuello de la camisa, estampándolo contra el coche, haciendo sonar un sonido seco y doloso de su espalda, impactando contra el metal del carro.

El rostro de Lewis por primera vez mostró una reacción distinta a la sorpresa, el golpe lo desestabilizó y el cuerpo de Max quedó inclinado sobre el suyo, no hubo sorpresa, hubo miedo. No quedaba ni rastro de aquel arrogante, burlesco y valiente chico de hace unos minutos. Ahora era solo el miedo personificado.

Cuando sintió como Max lo elevó para ponerlo a su altura, se sostuvo de sus brazos para no caer.

—Si yo digo que el es mi problema, es porque es mi maldito problema.

Lewis asintió un par de veces, su rostro rojo por la forma en que Max lo sostenía.

—Es tuya, bien, ahora lo sé. No me le voy a volver a acercar.

—Ni tú ni ningún otro cabrón, díselo a quien lo tenga planeado —advirtió de forma letal—. Y agradécele que no quiero que mire como te destrozo la cara por haberla tocado.

Lo miré con los ojos de par en par. Jamás lo había visto así. Estaba molesto. Realmente molesto. La manera en que hablaba era como si escupiera cada palabra cargada con ira.

—Sí, yo...no...lo sie...—ni siquiera sabía que estaba intentando decir.

Lewis intentaba apartar la mirada de Max, pero este tomó su rostro bruscamente con una mano, obligándolo a mirarlo.

—No te le acerques —escupió con un tono hostil—. No te le vuelvas a acercar o a la próxima no me contendré. ¿Escuchaste? Y diselo a toda la puta escuela, a todo el puto pueblo, si alguien se mete con el, se esta metiendo conmigo, porque el es mío.

Lewis asintió efusivamente.

—Habla —demandó Max.

—Sí, yo...no volveré a acercarme a el.

—Vale, cumple tu puta palabra y mantente alejada de el, si no quieres que la próxima vez que te tenga en esta posición sea con tu cara ensangrentada.

Cicatrices || ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora