Capítulo 8: La Caza del Íncubo

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El aire en la ciudad se sentía pesado, cargado de una amenaza invisible. Lucía lo percibía cada vez con mayor intensidad, como si las sombras mismas estuvieran observando cada uno de sus pasos. Después de su encuentro con el Guardián de los Sueños, algo en su interior había cambiado. Si bien ahora contaba con la protección y guía de esa enigmática figura, sabía que su lucha con el íncubo estaba lejos de terminar. De hecho, apenas comenzaba.

El Guardián había sido claro: el íncubo había establecido una conexión poderosa con ella, y su objetivo no solo era reclamar su alma, sino también devorar su esencia y mente. Romper ese lazo requeriría enfrentarlo directamente en su propio terreno, y para ello, debía cazarlo. No sería una caza común, no habría armas convencionales ni enfrentamientos físicos. Este combate ocurriría en los rincones más oscuros de los sueños y, lo más aterrador, dentro de su propia psique.

Lucía no podía permitirse el lujo de esperar más. El íncubo ya había invadido su vida en todas las facetas posibles, afectando su salud física y mental. El tiempo corría en su contra.

Tras su última visita a Samuel, el experto en sueños, Lucía sabía que enfrentarse al íncubo no sería una tarea fácil. Se requería más que coraje; era necesario un conocimiento profundo de las artes esotéricas, de los rituales antiguos, y sobre todo, de sí misma.

Samuel, después de escuchar los últimos detalles de sus sueños y la advertencia del Guardián, sugirió un enfoque diferente: un ritual que no solo la prepararía para la confrontación, sino que además la empoderaría, fortaleciéndola y abriendo un canal para localizar al íncubo en el mundo de los sueños y arrastrarlo hacia el plano físico, donde sería más vulnerable.

"Este ritual es peligroso, Lucía," advirtió Samuel, mientras hojeaba uno de sus libros más antiguos. "No solo pondrá tu vida en riesgo, sino que podrías quedar atrapada en el plano de los sueños, incapaz de regresar."

"¿Tienes alguna otra opción?" preguntó Lucía, decidida a enfrentar lo que fuera necesario para poner fin a esta pesadilla.

Samuel negó con la cabeza. "Este es el único camino. El íncubo es fuerte en su propio dominio, pero aquí, en el plano físico, es más débil, más humano. Si logras traerlo aquí, tendrás una oportunidad. Pero no será fácil."

Lucía pasó el resto del día preparando todo lo necesario para el ritual. Samuel le proporcionó un conjunto de herramientas y símbolos protectores que debía usar durante el proceso: una daga ceremonial, un espejo de obsidiana para ver más allá del velo de los sueños, y una serie de velas negras que rodearían el círculo donde se llevaría a cabo la caza. También le entregó un pequeño frasco de agua bendita, explicando que aunque los íncubos no podían ser exorcizados de manera convencional, el agua bendita podía debilitarlo si lograba herirlo.

"Recuerda," dijo Samuel mientras le entregaba el frasco, "no es una solución milagrosa, pero puede darte una ventaja."

Lucía asintió y guardó los objetos con cuidado. Sabía que este ritual representaba su última esperanza, pero también era consciente de que no podía hacerlo sola. Para un enfrentamiento de este tipo, necesitaba toda la ayuda posible. Decidió contactar a dos amigos en los que confiaba plenamente: Irene, una médium con la capacidad de entrar en trance y acceder a otras dimensiones, y Marcos, un investigador paranormal que había trabajado en casos relacionados con entidades demoníacas antes.

Irene y Marcos llegaron al departamento de Lucía al caer la noche. Ambos conocían la gravedad de la situación y habían aceptado sin dudarlo ayudarla en lo que fuera necesario.

Irene, una mujer de mediana edad con ojos profundos y serenos, se sentó frente a Lucía, tomando sus manos con firmeza. "Puedo sentirlo, Lucía. Su presencia es fuerte a tu alrededor. Está furioso porque intentas liberarte. Esto no será fácil, pero estamos contigo."

Marcos, un hombre robusto con una actitud calmada, colocó varios equipos en la sala, preparándose para documentar y monitorear cualquier actividad paranormal. Había traído cámaras, detectores de movimiento y grabadoras de audio, no porque creyeran que podrían capturar algo que el ojo humano no pudiera ver, sino porque las pruebas eran esenciales si algo salía mal.

"¿Todo listo?" preguntó Marcos mientras encendía las cámaras.

Lucía asintió. Sabía que debía estar completamente preparada mental y espiritualmente para lo que estaba por venir. "Vamos a comenzar."

El salón estaba completamente oscuro, excepto por las velas negras que emitían una luz temblorosa, creando sombras danzantes en las paredes. Lucía, Irene y Marcos estaban sentados en el centro de un círculo de sal, uno de los elementos protectores más poderosos en este tipo de rituales.

Lucía tomó la daga ceremonial y, con una respiración profunda, comenzó a recitar las palabras antiguas que Samuel le había dado. La atmósfera en la sala cambió al instante, volviéndose más densa y opresiva. El aire parecía vibrar a su alrededor, y Lucía sintió que el velo entre el mundo físico y el de los sueños comenzaba a desgarrarse.

A medida que pronunciaba las últimas palabras del conjuro, un viento helado barrió la sala, apagando momentáneamente las velas. La temperatura descendió drásticamente, y una presencia palpable llenó el espacio.

"Está aquí," susurró Irene, entrando en un trance profundo. "Puedo sentirlo... está observándonos."

Marcos agarró una de las cámaras, apuntándola hacia un rincón oscuro de la sala, donde una sombra más densa que el resto comenzaba a formarse. De repente, una figura se materializó ante ellos: el íncubo, con su piel pálida y ojos rojos brillantes, parecía casi tangible.

"Lucía," murmuró la criatura, su voz seductora y venenosa. "¿Realmente pensabas que podrías escapar de mí? Nuestro vínculo es más fuerte de lo que imaginas."

Lucía sintió un escalofrío recorrer su espalda, pero no cedió al miedo. Apretó la daga ceremonial con fuerza y se levantó, enfrentándose al íncubo cara a cara. "No soy tuya. Este es el fin."

El íncubo rió, un sonido oscuro y gutural que resonó en las paredes. "Has cometido un error al traerme aquí, al plano físico. Aquí soy más fuerte de lo que crees."

En ese momento, Irene comenzó a murmurar en su trance, sus palabras apenas audibles pero cargadas de poder. Su energía se canalizó hacia Lucía, llenándola de una nueva fuerza. El círculo de sal que los rodeaba brilló intensamente, creando una barrera que el íncubo no podía cruzar.

"¡Ahora, Lucía!" gritó Marcos, arrojándole el frasco de agua bendita. Lucía rompió el sello y lanzó el líquido hacia la criatura. El íncubo rugió de dolor cuando el agua tocó su piel, creando marcas humeantes.

Aprovechando el momento de vulnerabilidad, Lucía alzó la daga y, con una determinación feroz, se lanzó hacia el íncubo. La daga se hundió en su carne espectral, atravesando el vínculo que lo mantenía unido a ella. El grito de la criatura fue ensordecedor, una mezcla de rabia y desesperación.

"Esto... no es el fin..." murmuró el íncubo antes de desvanecerse en la oscuridad, dejando solo un rastro de humo en el aire.

Cuando todo terminó, la sala quedó en un silencio sepulcral. Irene salió de su trance, agotada pero con una expresión de satisfacción en su rostro. Marcos apagó las cámaras y revisó los equipos, asegurándose de que todo hubiera sido capturado.

Lucía, por su parte, se derrumbó en el suelo, sintiendo una mezcla de alivio y agotamiento. Había logrado romper el vínculo, pero sabía que el íncubo no había desaparecido por completo. Su presencia aún se sentía en el aire, como una amenaza latente, pero por primera vez en mucho tiempo, Lucía sentía que tenía el control.

"Lo hemos logrado," murmuró Irene, sentándose junto a Lucía. "Has roto su vínculo. No volverá tan fácilmente."

Marcos se acercó y les ofreció a ambas una mano para levantarse. "Debemos estar preparados, Lucía. Puede que lo hayamos debilitado, pero las entidades como él siempre encuentran una forma de regresar."

Lucía asintió, pero en su interior sabía que este era solo el comienzo de una nueva fase. El íncubo había sido cazado, pero no destruido. Ahora, tendría que estar más alerta que nunca. Pero al menos, ya no estaba sola.

Sombras en la Noche: El Llamado del ÍncuboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora