La primera vez que Lucía escuchó sobre la Puerta de los Sueños fue a través de un antiguo libro que había encontrado en la biblioteca de Samuel. Estaba escrito en un idioma que apenas comprendía, con dibujos y símbolos que parecían pertenecer a una época olvidada por la humanidad. El título, apenas visible en la desgastada cubierta de cuero, susurraba un enigma en sí mismo. Había algo intrigante y ominoso en aquellas páginas polvorientas, algo que parecía estar conectado con todo lo que ella había estado experimentando desde su primer encuentro con el íncubo.
Esa noche, mientras hojeaba las páginas del libro, Lucía sintió que una puerta se estaba abriendo dentro de su mente. La Puerta de los Sueños no era solo una metáfora. Era un lugar real, una barrera entre el mundo de la vigilia y un reino más oscuro y etéreo, donde los deseos, miedos y secretos de las almas humanas quedaban atrapados en un ciclo interminable. A medida que leía, las palabras comenzaron a danzar en su mente, y los límites entre la realidad y los sueños empezaron a difuminarse.
El libro hablaba de un lugar más allá del tiempo y el espacio, una dimensión donde los íncubos y súcubos reinaban con poder absoluto. La Puerta de los Sueños no solo era el acceso a este reino, sino también el umbral que dividía el mundo consciente del subconsciente. Aquellos que cruzaban esa puerta sin preparación podían perderse para siempre en un laberinto de pesadillas y deseos insatisfechos.
Los íncubos, siendo los guardianes de este reino, tenían la capacidad de entrar y salir a voluntad. Para ellos, la Puerta de los Sueños era una herramienta para acceder a los miedos más profundos de sus víctimas, manipulando sus mentes hasta el punto de quiebre. Pero Lucía, según el libro, tenía un vínculo especial con esta puerta. El legado de su familia, una antigua estirpe conectada con los poderes oscuros, le otorgaba una conexión única con este lugar.
Lucía cerró el libro de golpe, sus manos temblando. Había escuchado al íncubo hablar de este lugar, pero hasta ahora no había comprendido su verdadero significado. Sabía que si quería enfrentarse a él y descubrir la verdad detrás de su conexión, tendría que cruzar esa puerta. Pero también sabía que hacerlo implicaba arriesgarse a perderse en las sombras para siempre.
Esa noche, mientras intentaba conciliar el sueño, Lucía sintió una presencia familiar. No era la primera vez que sentía la energía del íncubo rodeándola mientras dormía, pero esta vez había algo diferente. La atmósfera era más pesada, como si las mismas paredes de su habitación estuvieran cargadas de una electricidad oscura e inquietante. Los susurros comenzaron poco después de que sus ojos se cerraran, suaves al principio, como un viento lejano que acaricia las copas de los árboles.
"Lucía..." la voz del íncubo resonaba en su mente como una melodía hipnótica, pero con un trasfondo de amenaza velada. "La puerta está esperando."
Lucía se removió en la cama, luchando contra la somnolencia que parecía arrastrarla hacia las profundidades de su subconsciente. Sabía lo que estaba ocurriendo. El íncubo la estaba atrayendo hacia la Puerta de los Sueños, intentando debilitar sus defensas para que cruzara el umbral sin darse cuenta. Pero esta vez, Lucía estaba preparada. Había leído suficiente sobre los métodos de los íncubos como para saber que no podía permitir que su voluntad fuera doblegada por él.
Sin embargo, a medida que los susurros se intensificaban, sintió cómo su cuerpo empezaba a ceder. La sensación de ser arrastrada era cada vez más fuerte, como si las sombras en la habitación la estuvieran empujando hacia algo invisible. Y entonces, lo vio.
En la penumbra, justo al pie de su cama, una figura oscura comenzó a materializarse. El íncubo, envuelto en un manto de sombras y niebla, la observaba con esos ojos incandescentes que parecían perforar su alma. Pero esta vez no vino solo.
A su lado, un portal etéreo comenzó a formarse. Era como una abertura en el aire, una grieta en la realidad que pulsaba con una energía oscura y atrayente. Lucía sabía, sin necesidad de que nadie se lo dijera, que esa era la Puerta de los Sueños.
"Es hora, Lucía," dijo el íncubo, su voz un susurro suave pero lleno de autoridad. "Cruza la puerta y descúbrelo todo. Descubre quién eres realmente."
Lucía se sentó en la cama, su corazón latiendo con fuerza en su pecho. Sabía que cruzar esa puerta era arriesgado, pero también sabía que no podía continuar viviendo con la incertidumbre que la consumía. El libro había advertido que aquellos que no estuvieran preparados perderían su mente dentro de los confines del reino de los sueños. Pero tal vez, pensó, su conexión con el íncubo y con el linaje oscuro de su familia le otorgaba una ventaja. Tal vez era la única manera de encontrar las respuestas que tanto buscaba.
Respiró hondo y se levantó de la cama. El íncubo la observaba en silencio, su presencia imponente llenando la habitación. A medida que se acercaba a la puerta etérea, la oscuridad a su alrededor parecía cobrar vida, arremolinándose a su paso como si el mismo aire estuviera impregnado de sombras.
Con una última mirada a la figura del íncubo, Lucía extendió la mano hacia la puerta. Al tocarla, sintió una oleada de energía atravesar su cuerpo, como si una corriente de electricidad oscura la recorriera desde la cabeza hasta los pies. La puerta vibró bajo su mano, y en ese momento, supo que no había vuelta atrás.
Con un último suspiro, cruzó el umbral.
El cambio fue inmediato. Al cruzar la puerta, Lucía sintió como si hubiera sido arrancada de la realidad y lanzada a un mundo completamente diferente. El aire a su alrededor era denso, casi irrespirable, y la luz –si es que se podía llamar luz– era una mezcla de sombras y destellos etéreos que creaban una atmósfera surrealista y confusa.
Frente a ella, el paisaje era desconcertante. A su alrededor, formas y figuras se arremolinaban como si estuvieran atrapadas en un sueño febril. El suelo bajo sus pies era inestable, cambiando de forma y textura a cada paso que daba. En la distancia, podía ver estructuras retorcidas que parecían desafiar las leyes de la física, como si el propio espacio estuviera distorsionado en este reino onírico.
"Bienvenida, Lucía," la voz del íncubo resonó en el aire, aunque esta vez no provenía de ninguna dirección en particular. "Has cruzado la Puerta de los Sueños. Aquí, todo lo que has temido y deseado se manifestará."
Lucía giró sobre sí misma, intentando localizar la fuente de la voz, pero no había nada a su alrededor. Estaba sola en este extraño paisaje, rodeada de figuras borrosas y sombras que parecían observarla desde la distancia.
"¿Dónde estás?" gritó, su voz resonando en el aire denso. "¿Qué es este lugar?"
El íncubo rió suavemente, su voz envolviéndola como un manto de sombras. "Este es el reino de los sueños, Lucía. Un lugar donde los deseos y los miedos toman forma. Aquí, no hay reglas ni límites. Todo lo que has ocultado en tu corazón se revelará.
A medida que avanzaba por el extraño paisaje, Lucía comenzó a notar que las sombras a su alrededor empezaban a tomar forma. Figuras familiares, rostros que había visto en sueños y pesadillas, comenzaban a manifestarse a su alrededor. Primero fue su madre, una imagen distorsionada de la mujer que la había criado. Luego su padre, siempre ausente, siempre distante. Ambos la observaban con ojos vacíos, sus rostros pálidos y desencajados.
"¿Por qué nos dejaste?" susurró la figura de su madre, sus palabras cargadas de un reproche que caló hondo en el corazón de Lucía. "¿Por qué no regresaste?"
Lucía dio un paso atrás, su respiración acelerándose mientras las figuras de sus padres se desvanecían en la niebla. Sabía que no eran reales, pero las palabras seguían resonando en su mente. Estaba claro que este reino jugaba con sus miedos y culpas más profundos.
Siguió avanzando, pero a cada paso las sombras parecían volverse más intensas, más opresivas. Y entonces, apareció una figura que no esperaba ver.
Frente a ella, materializándose desde la niebla, estaba Samuel. Pero no era el Samuel que conocía. Este Samuel tenía los ojos vacíos, su rostro retorcido en una mueca de dolor y traición.
"¿Por qué no me lo dijiste?" preguntó la figura, su voz un eco del verdadero Samuel. "¿Por qué ocultaste todo esto?"
Lucía sintió que su corazón se rompía. Sabía que esto no era real, que el Samuel que estaba frente a ella no era más que una manifestación de sus propios miedos y arrepentimientos. Pero aún así, las palabras dolían.
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Sombras en la Noche: El Llamado del Íncubo
TerrorSombras en la Noche: El Llamado del Íncubo: es una novela oscura y envolvente que combina terror psicológico con elementos sobrenaturales, narrando la historia de Lucía, una joven atrapada entre el mundo real y un universo de sombras y pesadillas. T...