Capítulo 25: El Precio de la Magia

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El aire era denso en el santuario subterráneo, cargado con una energía antigua que parecía susurrar a través de las piedras. Lucía avanzaba despacio, sintiendo el peso de cada paso mientras las sombras bailaban alrededor, proyectadas por las antorchas que se mantenían encendidas por medios sobrenaturales. Este era el corazón del Santuario, un lugar oculto en las profundidades de la tierra, sellado durante siglos para evitar que el poder contenido en su interior cayera en las manos equivocadas.

El santuario había sido construido por magos olvidados en la historia, guardianes de un conocimiento prohibido que controlaba los hilos de la realidad. Lucía sabía que se encontraba en el umbral de algo inmensamente peligroso. El Oscuro había sido sellado, pero su influencia no había desaparecido por completo. Algo aún persistía, una vibración constante en el aire que indicaba que la batalla no había terminado.

A su alrededor, las paredes estaban cubiertas de símbolos arcanos, grabados por los magos originales como parte de una red de protección que mantenía la magia encerrada. Sin embargo, algo había cambiado. Las runas parecían haberse apagado, y las protecciones que una vez habían sido impenetrables ahora estaban debilitadas. Lucía podía sentirlo: la magia dentro del santuario estaba a punto de desbordarse, y su control era cada vez más frágil.

Frente a ella, en el centro de la cámara, había un altar antiguo, construido de piedra negra que parecía absorber la luz en lugar de reflejarla. Sobre el altar reposaba un grimorio, un libro cubierto con un cuero extraño que emitía un brillo tenue y siniestro. Este era el Libro de los Destinos, un tomo que contenía los secretos más oscuros de la magia, aquellos que prometían un poder ilimitado a quien fuera lo suficientemente audaz para utilizarlo. Sin embargo, ese poder tenía un precio, y Lucía estaba a punto de descubrir cuál era.

Lucía se detuvo frente al grimorio, su respiración agitada mientras lo observaba. Las páginas del libro parecían moverse por sí solas, como si estuvieran vivas. Sabía que no era cualquier libro. Este tomo había sido creado por los magos más poderosos de su tiempo, aquellos que habían decidido apartarse del mundo para proteger sus secretos de quienes no estaban preparados para comprenderlos. El Libro de los Destinos contenía no solo el conocimiento sobre cómo manipular la realidad, sino también la clave para desatar el poder que podía destruirla.

Durante siglos, los magos habían pagado el precio por su uso. Ningún ser mortal podía controlar tal fuerza sin consecuencias. El poder corrompía, desgastaba, y finalmente destruía a aquellos que lo buscaban. Lucía sabía que el Oscuro había sido invocado a través de este grimorio, y ahora que su influencia estaba sellada, debía tomar una decisión: usar el libro para reparar el daño causado o destruirlo, arriesgándose a perder cualquier oportunidad de detener los desastres que podrían venir en el futuro.

Mientras observaba el grimorio, imágenes de aquellos que habían caído bajo el peso de su poder cruzaron por su mente. Cada uno de los magos que lo había utilizado había sido consumido, dejando atrás solo ruinas y muerte. ¿Podría ella evitar ese destino, o también sería consumida por la oscuridad que acechaba en cada página de ese libro maldito?

Sabía que no estaba sola en esta lucha. Los guardianes del Santuario habían dado su vida para proteger este conocimiento, y su sacrificio resonaba en los muros de la cámara. Sus almas todavía permanecían atadas a este lugar, vigilando desde más allá del velo de la muerte. Susurros sutiles, advertencias silenciosas, parecían emerger de las piedras.

"Lucía..." Una voz familiar resonó en su mente. Era la voz de Esteban, el último de los guardianes que había conocido antes de su muerte. "El poder del libro no es para los mortales. Si decides usarlo, debes estar preparada para pagar el precio."

Lucía cerró los ojos, recordando la lucha que había librado para llegar hasta aquí. Sabía que no podía retroceder ahora. El Oscuro había sido sellado, pero su influencia aún persistía. Había otros que buscarían aprovechar su debilidad para hacerse con el control del poder oscuro. Si no actuaba, todo lo que había logrado podría desmoronarse.

Con una mezcla de temor y determinación, Lucía extendió su mano hacia el grimorio. Al tocar su cubierta, una corriente de energía atravesó su cuerpo, inundándola con una oleada de conocimiento antiguo y prohibido. Podía sentir las capas de magia que envolvían el libro, protegiéndolo de ser abierto por cualquier mortal. Pero Lucía ya no era solo una mortal. Había sido marcada por el poder del Oscuro, y eso la hacía diferente.

Con un esfuerzo titánico, Lucía abrió el grimorio. Las páginas se desplegaron ante ella, revelando escritos en una lengua que no podía comprender, pero cuyos significados parecían impregnar su mente de inmediato. A medida que leía, el santuario comenzó a temblar, como si el propio mundo se resistiera a lo que estaba haciendo. Las sombras en las paredes se agitaban, y las runas antiguas brillaban débilmente, intentando contener el poder que emanaba del libro.

Cada palabra que leía la sumergía más en la profundidad de la magia. Su mente se expandía, abarcando no solo el presente, sino también el pasado y el futuro. Podía ver todas las decisiones, todas las consecuencias que seguirían a su elección. El poder del libro no solo la permitiría sellar la oscuridad para siempre, sino también moldear el destino de todos los que la rodeaban.

Pero entonces llegó la revelación que más temía. Usar el grimorio no solo consumiría su energía, sino que requeriría algo más: su propia alma. La magia antigua no era solo una herramienta; era una entidad que exigía tributo. Y el precio por desatar el poder del Libro de los Destinos era el sacrificio de quien lo utilizara.

Lucía retrocedió, su corazón latiendo con fuerza. ¿Estaba dispuesta a entregar su alma para salvar a los demás? Sabía que si usaba el grimorio, no habría vuelta atrás. Se perdería a sí misma en el proceso, se convertiría en un canal de poder puro, pero al costo de su humanidad. A lo largo de su viaje, había visto lo que el poder sin control podía hacer. El Oscuro era un recordatorio viviente de los peligros de la ambición desmedida.

La elección que enfrentaba era imposible. Por un lado, podía destruir el grimorio y perder la oportunidad de sellar el mal para siempre, dejando al mundo vulnerable a futuras amenazas. Por otro, podía usar el poder, salvar a los que amaba, pero condenarse a sí misma en el proceso.

Los minutos parecían horas mientras Lucía reflexionaba sobre su decisión. Las voces de los guardianes la rodeaban, instándola a tener cuidado, a no dejarse consumir por la tentación del poder. Pero también estaban las voces de aquellos a quienes había jurado proteger, aquellos que dependían de su fuerza.

Finalmente, tomó una decisión. Sabía lo que debía hacer, aunque el precio fuera más alto de lo que jamás había imaginado. Lentamente, cerró los ojos y concentró toda su energía en el grimorio. Sabía que no había vuelta atrás.

"Estoy lista", susurró, su voz firme pero temblorosa.

Las páginas del grimorio comenzaron a brillar con una luz oscura, y una fuerza invisible la envolvió. El santuario tembló violentamente, y las sombras que la rodeaban parecían gritar en agonía. Estaba liberando el poder contenido en el libro, desatando la magia que había estado encerrada durante siglos.

El dolor la atravesó como una espada. Podía sentir cómo su energía vital era absorbida por el grimorio, como si su alma fuera desgarrada. Pero no se detuvo. Sabía que este era el precio por salvar a los demás. La magia antigua exigía sacrificios, y ella estaba dispuesta a pagar el precio.

Mientras el poder fluía a través de ella, Lucía podía sentir cómo la barrera entre los mundos comenzaba a repararse. El Oscuro, aunque sellado, ya no tendría ningún medio para regresar. La magia estaba restaurando el equilibrio que había sido roto, y el mundo, una vez más, estaba seguro.

Finalmente, cuando pensó que ya no podía soportar más, el proceso terminó. El grimorio se cerró de golpe, y la energía que había inundado el santuario desapareció. Lucía cayó de rodillas, exhausta, pero viva. Sabía que algo dentro de ella había cambiado, algo profundo e irrevocable. El precio había sido pagado, pero su alma no se había perdido por completo.

Cuando el temblor cesó y el santuario se calmó, Lucía se levantó lentamente, tambaleándose mientras recuperaba el aliento. El grimorio, que antes brillaba con una energía siniestra, ahora estaba inerte, como si todo su poder hubiera sido drenado.

Sabía que su lucha no había terminado, pero también sabía que había sobrevivido a la prueba más difícil de todas: el enfrentamiento con su propio deseo de poder.

Sombras en la Noche: El Llamado del ÍncuboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora