Capítulo 15: La Maldición Despertada

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Las primeras luces del amanecer apenas lograban disipar la oscuridad que se cernía sobre el mundo de Lucía. El antiguo templo donde había tenido lugar el ritual aún permanecía en pie, pero algo en su estructura parecía haber cambiado. Los muros, una vez desgastados por el tiempo, ahora vibraban con una energía que no era de este mundo, y las sombras, siempre presentes, parecían más densas, más vivas.

Lucía estaba de pie en el centro del lugar, observando el cuchillo ritual que aún descansaba en el altar. Sabía que había pagado un precio, pero todavía no comprendía completamente las repercusiones de su sacrificio. La libertad que había buscado, la liberación del íncubo y de su poder oscuro, era solo el comienzo de algo mucho más profundo y aterrador. Algo había despertado en su interior, una presencia que no podía ignorar ni controlar.

El viento soplaba con una fuerza inusitada, y las hojas secas volaban alrededor del templo como si fueran conducidas por una voluntad propia. Cada sonido parecía amplificado, y cada movimiento en las sombras se sentía cargado de una amenaza invisible. El lugar donde el ritual había sido realizado ya no era un simple sitio abandonado; ahora era un punto de convergencia entre el mundo de los vivos y las fuerzas que habitaban en los rincones más oscuros de la existencia.

Samuel, herido y agotado, observaba desde un rincón, sin atreverse a acercarse a Lucía. La batalla interna que ella libraba era evidente en su expresión, pero algo en su comportamiento lo hacía vacilar. No era solo el cansancio o las heridas lo que lo retenía, sino el miedo de que Lucía ya no fuera la misma. Desde que había pronunciado las palabras del ritual, una transformación silenciosa había comenzado en ella, y Samuel temía lo que eso significaría para ambos.

"Lucía..." su voz se quebró en el aire, pero ella no respondió. Sus ojos estaban fijos en el vacío, como si estuviera mirando más allá del tiempo y el espacio.

El eco de los antiguos cánticos aún resonaba en su mente, y las palabras del íncubo, a pesar de haber sido derrotado en el ritual, continuaban atormentándola. "No hay verdadera libertad sin consecuencias, Lucía. Siempre hay un precio que pagar.

En los días posteriores al ritual, Lucía comenzó a notar cambios en su entorno inmediato. Las plantas alrededor del templo empezaban a marchitarse sin razón aparente, los animales que alguna vez deambulaban libremente por el bosque ahora evitaban la zona como si percibieran un mal augurio. Incluso el aire parecía más pesado, cargado de una energía ominosa que se hacía más palpable con cada día que pasaba.

Lucía sabía que algo oscuro había sido liberado. Desde pequeña, había escuchado historias sobre la antigua maldición que pesaba sobre su familia, una maldición que, según decían, había sido sellada siglos atrás por los primeros de su linaje. Aunque nunca había creído completamente en esas leyendas, el despertar del íncubo y los sucesos recientes le hacían replantearse cada uno de esos relatos.

Su abuela, una mujer fuerte y devota, le había contado una vez sobre el pacto ancestral que los primeros miembros de su familia habían hecho con fuerzas oscuras para obtener poder y protección. Con el tiempo, este pacto se había convertido en una maldición, una cadena que ataba a cada nueva generación a un destino marcado por el sufrimiento y la oscuridad. Lucía, como la última de su linaje, siempre había sido la más vulnerable a esos poderes latentes, y ahora, tras el ritual, sentía que esa maldición había despertado completamente.

El íncubo no había sido la fuente de todos sus problemas; había sido solo un síntoma, una manifestación de algo más grande y antiguo que se había mantenido latente en su sangre. Y ahora, esa maldición estaba libre.

La primera señal clara de que la maldición había despertado llegó en sus sueños. Lo que alguna vez había sido un refugio para su mente cansada ahora se había convertido en un campo de batalla. Cada vez que cerraba los ojos, se encontraba en paisajes desolados, con cielos llenos de nubes negras y tierras áridas donde la vida no podía prosperar. En esos sueños, las sombras la seguían, susurrando secretos en idiomas que no comprendía pero que, de alguna manera, sentía que le pertenecían.

En uno de esos sueños, vio a una figura de pie en el horizonte. Era alta, delgada y cubierta con un manto oscuro que parecía moverse como si estuviera vivo. Sus ojos brillaban como brasas en la distancia, y aunque no podía ver su rostro, Lucía supo inmediatamente quién era: el ancestro que había sellado el pacto original. Este ser, esta entidad sombría, la observaba desde lejos, sin acercarse pero sin apartar la mirada, como si estuviera esperando que ella hiciera el próximo movimiento.

El terror que sentía en esos sueños era indescriptible, pero lo peor era el despertar. Cada vez que abría los ojos, se encontraba bañada en sudor frío, su corazón latiendo frenéticamente mientras intentaba recordar dónde estaba y quién era. Pero con cada noche que pasaba, la línea entre los sueños y la realidad se volvía más borrosa. A veces, al despertar, aún podía escuchar los ecos de las voces susurrantes en su habitación, y las sombras parecían moverse aunque no hubiera ninguna fuente de luz que las proyectara.

Era como si la maldición estuviera reclamando su lugar en el mundo real, desafiando la barrera entre lo tangible y lo etéreo.

Mientras Lucía luchaba con sus propios demonios, Samuel no estaba ajeno a lo que estaba sucediendo. Como había prometido, no la abandonaría, pero sabía que su lugar en esta batalla era limitado. No poseía los conocimientos ancestrales ni los poderes que Lucía había heredado, pero tenía algo que ella no tenía: una mente lógica y un deseo incansable de entender.

Pasaba horas investigando, revisando libros antiguos, rastreando los pasos de aquellos que alguna vez habían tratado de romper maldiciones similares. Pero cuanto más profundizaba en su búsqueda, más comprendía que la maldición de Lucía no era común. Estaba arraigada en la misma esencia de lo que ella era, una combinación de herencia y poder que trascendía lo humano.

Un día, mientras exploraba una biblioteca oculta en las catacumbas de la ciudad, Samuel encontró un texto perdido. Era un fragmento de un manuscrito que hablaba sobre los "Marcados por la Sombra", un grupo selecto de individuos cuyas familias habían sellado pactos con entidades más allá de la comprensión humana. El texto explicaba que estos "marcados" eran tanto los herederos del poder como los esclavos de las fuerzas oscuras que sus antepasados habían desatado.

Lo que más lo alarmó fue una sección que describía el "despertar de la maldición". Según el manuscrito, una vez que un descendiente realizaba un acto de liberación —como el ritual que Lucía había hecho—, la maldición se liberaba completamente, pero no en la forma en que ellos esperaban. La libertad que habían buscado era solo un espejismo, una falsa promesa creada por las fuerzas oscuras para manipularlos. La verdadera consecuencia era que el "marcado" se convertía en el conducto por el cual las entidades oscuras podían manifestarse en el mundo real.

Esto significaba que la libertad de Lucía no era realmente suya. El precio de su liberación era convertirse en el portal a través del cual la maldición original podría reclamar su lugar en el mundo.

Esa noche, mientras Samuel regresaba al templo con el manuscrito en mano, encontró a Lucía de pie en el mismo lugar donde había realizado el ritual. La energía en la sala era casi tangible, como si algo o alguien estuviera a punto de atravesar el velo que separaba los mundos. Las sombras alrededor de ella se movían de manera antinatural, y el aire estaba tan cargado que apenas podía respirar.

"Lucía, he encontrado algo..." comenzó Samuel, pero su voz se apagó cuando vio los ojos de ella. Eran diferentes, no en color, sino en esencia. El brillo humano que había conocido estaba desapareciendo, reemplazado por una oscuridad insondable.

"Ya lo sé, Samuel," dijo Lucía, su voz era baja, pero no era la voz de alguien derrotado. Era la voz de alguien que había aceptado su destino. "La maldición ha despertado."

Y en ese momento, el aire a su alrededor estalló en sombras vivas, y la realidad misma pareció romperse. La maldición, finalmente, había reclamado lo que le pertenecía.

Sombras en la Noche: El Llamado del ÍncuboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora