Capítulo 10: El Llamado del Íncubo

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El aire era pesado y denso. La sensación de opresión parecía envolver cada rincón de la casa mientras Lucía permanecía sentada en la penumbra de su habitación, los ojos clavados en la tenue luz de la vela que aún ardía débilmente en el rincón. Habían pasado días desde la Noche de los Secretos, pero la atmósfera de su vida cotidiana no había regresado a la normalidad. Los susurros seguían resonando en su mente, ecos distantes de verdades apenas reveladas.

Sentía la presencia del íncubo más cerca que nunca, como si la criatura estuviera esperando el momento exacto para hacer su movimiento. Había algo que él deseaba, algo que la Noche de los Secretos había empezado a desvelar, pero que aún permanecía oculto en las sombras de su conciencia. Y aunque Lucía no podía evitar sentir miedo, también notaba que la conexión con la criatura se hacía más fuerte. Había un lazo invisible que parecía tensarse entre ambos, como si sus destinos estuvieran entrelazados de maneras que ella apenas empezaba a comprender.

La sensación de inminencia era imposible de ignorar. El llamado del íncubo se acercaba.

Lucía había pasado los últimos días tratando de entender lo que había experimentado durante la Noche de los Secretos. Las revelaciones, las advertencias, todo parecía señalar hacia algo mucho más grande de lo que había imaginado inicialmente. Pero, entre todas esas verdades fragmentadas, una cosa se destacaba por encima de todo: el íncubo no era lo que ella había pensado al principio. Sí, era una entidad oscura y peligrosa, pero no actuaba solo. Había una fuerza mucho más grande controlando sus movimientos, una entidad más antigua y poderosa que acechaba desde las sombras, esperando que las piezas del tablero cayeran en su lugar.

Las noches de Lucía se habían vuelto inquietantes. Cada vez que intentaba dormir, sentía que estaba siendo vigilada, como si los ojos invisibles del íncubo se posaran sobre ella, siguiéndola en sus sueños y en sus momentos de vigilia. El aire de su habitación se volvía más pesado con cada noche, y el espacio que una vez había sido su refugio ahora parecía ser un escenario para el juego oscuro que se desarrollaba entre ella y la criatura.

Las visitas a Samuel e Irene, quienes habían sido sus principales aliados en esta batalla sobrenatural, se habían vuelto más frecuentes. Pero ni siquiera ellos, con toda su sabiduría y experiencia, podían darle respuestas claras. Samuel había mencionado antiguas leyendas sobre íncubos que actuaban como emisarios de entidades aún más peligrosas, pero esas historias eran vagas y llenas de lagunas. Lucía estaba sola en su búsqueda de respuestas.

Y entonces, una noche, ocurrió.

Era pasada la medianoche cuando Lucía sintió un cambio en la habitación. No era la primera vez que experimentaba algo fuera de lo normal, pero esta vez, la sensación era mucho más intensa. El aire se enfrió de manera drástica, y una densa niebla comenzó a formarse en el centro de la habitación. La luz de la vela se extinguió con un suspiro, sumiendo el espacio en una oscuridad abrumadora.

Lucía se quedó inmóvil, su respiración entrecortada, mientras la niebla empezaba a tomar forma. La figura que emergía de ella era inconfundible: el íncubo, con su presencia imponente, finalmente se había manifestado. Aunque su figura seguía envuelta en sombras, podía distinguir su silueta alta y esbelta, sus ojos brillando como carbones encendidos en la penumbra.

Durante un largo momento, la habitación quedó en completo silencio. Lucía podía sentir la energía que emanaba del ser frente a ella, una mezcla de poder seductor y amenaza latente. A pesar de su miedo, no pudo evitar sentirse atraída por la presencia del íncubo. Había algo en su mirada, algo que la atrapaba de una manera que no podía explicar.

Finalmente, la criatura habló. Su voz era profunda y resonante, como el eco de un trueno lejano.

"Lucía..." pronunció su nombre con una familiaridad inquietante. "Has sentido mi presencia durante semanas, pero hoy... es el día en que ya no podrás ignorarme."

Ella tragó saliva, intentando mantenerse firme, aunque sentía que sus rodillas podrían ceder en cualquier momento.

"¿Qué es lo que quieres de mí?" preguntó, con la voz apenas audible.

El íncubo dio un paso hacia adelante, y aunque seguía envuelto en sombras, la cercanía hizo que su presencia fuera aún más aplastante. "Tu destino está ligado al mío. Siempre lo ha estado. Te he observado desde el principio, pero no como un depredador... sino como un guía. Tú eres especial, Lucía. Hay algo en ti que me pertenece."

Lucía sintió una punzada en su pecho. ¿Era esto lo que había sentido durante tanto tiempo? ¿Había algo dentro de ella que el íncubo reclamaba como suyo? Las palabras de las sombras durante la Noche de los Secretos comenzaron a resonar en su mente: el íncubo es solo una pieza del juego, pero también busca algo más.

"Te equivocas," murmuró Lucía, intentando recobrar su compostura. "No soy tuya. No pertenezco a nadie."

La criatura se detuvo, y aunque su rostro seguía siendo un misterio, Lucía pudo sentir una sonrisa siniestra formándose en las sombras. "Ah, pero eso es lo que aún no comprendes. Nos pertenecemos el uno al otro de una manera que aún no alcanzas a ver. Y cuando llegue el momento, lo entenderás."

Antes de que Lucía pudiera responder, el íncubo dio otro paso hacia atrás, desvaneciéndose en la misma niebla con la que había llegado. La habitación volvió a quedar en silencio, pero el eco de sus palabras permaneció en la mente de Lucía, reverberando como una advertencia oscura.

A la mañana siguiente, Lucía no podía sacudirse la sensación de que algo en su vida había cambiado para siempre. El encuentro con el íncubo había sido breve, pero sus palabras seguían rondando su mente. Había algo en su historia, algo que conectaba con un pasado que aún no comprendía completamente.

Decidió que era hora de profundizar en sus raíces. Desde pequeña, Lucía había escuchado historias vagas sobre sus ancestros, pero nunca les había prestado demasiada atención. Ahora, sentía que había algo importante que debía descubrir sobre su linaje, algo que tal vez la conectaba directamente con la entidad que la perseguía.

Se dirigió a la biblioteca de Samuel, buscando en los textos más antiguos que él poseía. Durante horas, revisó libros de mitología, historia y esoterismo, buscando cualquier referencia que pudiera iluminar su situación. Fue entonces cuando encontró una mención a una antigua línea de sangre, un linaje que se decía que estaba marcado por un pacto con entidades de otro mundo.

El libro hablaba de un antiguo clan, una familia que había sido bendecida –o maldecida– con la capacidad de comunicarse con los seres del otro lado. Algunos de sus miembros se habían convertido en poderosos brujos y médiums, mientras que otros habían sido consumidos por las fuerzas oscuras que intentaban controlar. El nombre de la familia era vagamente familiar para Lucía, y mientras seguía leyendo, la verdad comenzó a caer sobre ella como una losa.

Su propia familia estaba conectada con ese linaje.

Había algo en su sangre, algo que había atraído al íncubo hacia ella. La criatura no la había elegido al azar; su destino había sido sellado siglos atrás por un pacto que ella apenas comenzaba a entender.

Esa noche, Lucía volvió a sentirse inquieta, como si la oscuridad estuviera esperando a devorarla en cualquier momento. La revelación sobre su linaje había abierto una nueva puerta en su mente, una puerta que no podía cerrar. Ahora entendía por qué el íncubo había dicho que se pertenecían mutuamente: su sangre lo llamaba, lo atraía como una polilla a la llama. Pero no podía permitir que esa conexión la definiera.

A medida que la noche avanzaba, Lucía sintió una vez más la presencia del íncubo. Esta vez, no se manifestó físicamente en su habitación, pero su presencia era palpable. Y entonces, lo escuchó en su mente.

"Lucía... pronto deberás tomar una decisión. Nuestro destino está entrelazado, pero tú aún tienes el poder de elegir. Ven a mí. Te esperaré en el lugar donde todo comenzó."

Las imágenes comenzaron a formarse en su mente: un antiguo castillo en ruinas, perdido en algún rincón remoto, un lugar que Lucía no reconocía pero que de alguna manera sabía que debía encontrar. Era el lugar donde el pacto había sido sellado, el lugar donde todo terminaría o comenzaría de nuevo.

El llamado del íncubo había llegado, y Lucía sabía que no podía ignorarlo.

Sombras en la Noche: El Llamado del ÍncuboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora