La tenue luz de las velas titilaba en las paredes de piedra, proyectando sombras inquietantes que parecían bailar al ritmo de un antiguo conjuro. En el centro de la habitación, un espejo de cuerpo entero, cubierto por una tela de terciopelo rojo oscuro, dominaba el espacio. Era una pieza antigua, de bordes dorados, con grabados en lenguas olvidadas. Lucía lo miraba con una mezcla de temor y fascinación. El espejo no era un simple objeto decorativo; contenía una energía oscura, una puerta hacia algo mucho más profundo, hacia un reino donde las almas se entrelazaban con los sueños y las pesadillas.
Estaba en el antiguo refugio subterráneo que Samuel había descubierto semanas atrás, siguiendo las pistas dejadas por generaciones de su familia, una estirpe marcada por lo sobrenatural. El lugar, oculto bajo una mansión abandonada en las afueras de la ciudad, estaba cargado de una energía espesa que parecía filtrarse por las paredes. Cada rincón susurraba secretos olvidados, y el aire mismo se sentía denso, impregnado por siglos de rituales oscuros. Era el escenario perfecto para lo que estaba por ocurrir.
Lucía había llegado a este punto tras una serie de revelaciones que la habían empujado al límite de la cordura. El íncubo que la atormentaba desde la Noche de los Secretos le había susurrado verdades inquietantes, desvelando una conexión entre su linaje y el oscuro mundo al que él pertenecía. Pero lo más aterrador era la sensación de que una parte de ella misma deseaba entender más, sumergirse en esas sombras para descubrir la verdad oculta. Ahora, estaba a punto de realizar el Ritual del Espejo, un antiguo y peligroso conjuro que, según los textos antiguos, le permitiría vislumbrar la esencia misma de su ser y el destino que la esperaba.
Las instrucciones para el ritual habían sido complicadas, mezcladas en fragmentos de manuscritos deshechos, páginas de grimorios cubiertas de polvo y sangre seca. Lucía había pasado días estudiando cada detalle, asegurándose de que no cometiera ningún error. Sabía que cualquier desliz podía costarle no solo la vida, sino su alma.
Sobre la mesa, dispuestas en un círculo alrededor del espejo, se encontraban las herramientas necesarias para el ritual. Cada objeto tenía un significado simbólico y era esencial para abrir el portal entre su mundo y el otro lado. Frente al espejo, un cáliz de plata lleno de una mezcla de aceites sagrados y su propia sangre destacaba, mientras que a su lado reposaban tres velas negras dispuestas en un triángulo invertido, representando la conexión entre los mundos. Una daga ritual con grabados ancestrales estaba cuidadosamente colocada sobre un paño de seda, lista para ser utilizada en el momento más crítico.
Lucía se arrodilló frente al espejo, su respiración pesada y controlada. Su mente estaba llena de preguntas, pero sabía que no podía permitirse ninguna distracción. Los textos antiguos hablaban de la capacidad del espejo para mostrar las verdades ocultas del alma, pero también advertían sobre los peligros. Las sombras del otro lado no eran meros reflejos, sino entidades que podían atrapar a los incautos, arrastrándolos a una prisión de sufrimiento eterno.
Con una última mirada a los objetos dispuestos a su alrededor, Lucía cerró los ojos y comenzó a recitar las palabras del conjuro. Su voz era apenas un susurro al principio, pero a medida que repetía las frases en el idioma arcano, el poder del ritual comenzó a cobrar vida. El aire en la habitación cambió de inmediato, volviéndose más pesado, casi como si una presencia invisible estuviera tomando forma.
Mientras recitaba el conjuro, Lucía sintió una presión en el pecho. El ambiente estaba cargado de una energía densa, y el espejo parecía responder, como si una fuerza al otro lado estuviera escuchando sus palabras. La superficie del espejo, hasta ahora opaca y cubierta por la tela, comenzó a brillar débilmente, como si una luz tenue y misteriosa estuviera tratando de atravesarla desde dentro.
Cuando Lucía terminó de recitar las últimas palabras, sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Sus manos temblaban ligeramente, pero tomó la daga con determinación y, sin dudar, hizo una pequeña incisión en la palma de su mano. La sangre goteó en el cáliz frente a ella, mezclándose con los aceites sagrados, y una tenue niebla comenzó a elevarse del líquido, envolviendo el espejo.
El aire alrededor del espejo vibraba, y el brillo en su superficie se intensificaba. Con cuidado, Lucía se levantó y retiró la tela que lo cubría. Lo que vio no fue su propio reflejo, sino una sombra borrosa que parecía moverse al ritmo de su respiración, como si algo estuviera atrapado al otro lado, esperando ser liberado.
El miedo comenzó a apoderarse de ella. Sabía que estaba al borde de algo peligroso, que lo que iba a ver podría cambiar su vida para siempre. Pero también sabía que no podía retroceder. Ya había cruzado demasiadas líneas, había ido demasiado lejos en su búsqueda de respuestas. Con una mezcla de temor y determinación, dio un paso hacia adelante y miró fijamente la superficie del espejo.
La figura en el espejo comenzó a tomar forma. Al principio, era solo una sombra indistinta, pero poco a poco se fue definiendo. Era ella, pero no del todo. Era una versión de sí misma que nunca había visto antes: más oscura, más fría, más peligrosa. Los ojos del reflejo brillaban con una intensidad que le resultaba inquietante, como si esa otra Lucía supiera cosas que ella misma desconocía.
"¿Quién eres?" susurró, su voz apenas audible.
El reflejo sonrió, una sonrisa fría y desprovista de toda emoción. No hubo respuesta inmediata, solo un silencio pesado que pareció extenderse durante una eternidad.
"Soy tú," respondió finalmente la figura, su voz un eco distorsionado de la de Lucía. "Soy la parte de ti que has negado, la que siempre has intentado enterrar en lo más profundo. Pero no puedes ocultarme para siempre. No aquí, no ahora."
Lucía sintió una oleada de pánico. Las palabras del reflejo resonaban en lo más profundo de su ser, tocando fibras que había tratado de ignorar durante mucho tiempo. Sabía que había algo oscuro en su interior, algo que había heredado de su familia, de los secretos que rodeaban su linaje. Pero hasta ahora, siempre había intentado luchar contra esa parte de sí misma. Ahora, frente a este reflejo oscuro, se daba cuenta de que no podía seguir huyendo.
"El ritual te ha mostrado la verdad," continuó la figura. "Aquí, en este espejo, no hay lugar para mentiras ni ilusiones. Lo que ves es lo que eres, lo que siempre has sido."
Lucía dio un paso atrás, su mente luchando por procesar lo que estaba viendo. No podía aceptar lo que esa figura estaba diciendo. No podía ser verdad. Ella no era como el íncubo, no era una criatura de las sombras. Había luchado toda su vida contra las fuerzas oscuras que la rodeaban, había intentado mantenerse alejada de ese mundo.
"Debes aceptarlo," insistió el reflejo. "Solo entonces podrás tener el poder necesario para enfrentarte a lo que está por venir. El ritual del espejo no es solo una ventana al pasado, es una llave al futuro. Pero debes estar dispuesta a ver todo lo que eres."
A medida que el ritual avanzaba, el reflejo comenzó a cambiar, adoptando diferentes formas. Lucía vio destellos de su vida, momentos de dolor, de pérdida, pero también de poder. Vio imágenes de sí misma dominando las sombras, controlando fuerzas que antes le habían parecido incontrolables. Vio un futuro en el que, aceptando la oscuridad dentro de sí, podría vencer al íncubo y liberarse del ciclo de miedo y control que había definido su vida hasta ese momento.
La tentación era palpable. Sentía cómo una parte de ella quería abrazar ese poder, dejarse llevar por la promesa de control absoluto. El ritual del espejo no solo mostraba lo que ella era, sino lo que podía llegar a ser si aceptaba todas las partes de sí misma, incluidas las más oscuras.
"Este es tu destino," dijo el reflejo, extendiendo una mano hacia ella. "Acepta lo que eres, y todo lo que deseas será tuyo."
Lucía estaba al borde de una decisión crítica. Sabía que si aceptaba la oferta del reflejo, su vida cambiaría para siempre. Tendría el poder para enfrentarse a cualquier amenaza, pero también sabía que ese poder venía con un precio. ¿Podría mantener su humanidad si abrazaba la oscuridad que habitaba en su interior? ¿O se perdería, como tantos otros antes que ella, en el abismo?
Lucía respiró hondo, su mente una tormenta de dudas y emociones. Frente a ella, el reflejo esperaba pacientemente, su mano todavía extendida, la promesa del poder latiendo en el aire.
Sabía que no podía tomar esta decisión a la ligera.
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Sombras en la Noche: El Llamado del Íncubo
HorrorSombras en la Noche: El Llamado del Íncubo: es una novela oscura y envolvente que combina terror psicológico con elementos sobrenaturales, narrando la historia de Lucía, una joven atrapada entre el mundo real y un universo de sombras y pesadillas. T...