El sonido de los pasos de Lucía resonaba con un eco inquietante en el pasillo oscuro, como si cada golpe contra el suelo reverberara en la misma estructura de la realidad que ahora comenzaba a fracturarse a su alrededor. Desde el momento en que la maldición se había desatado por completo, algo profundo y oscuro había despertado en su interior. Aunque luchaba por aferrarse a la persona que solía ser, sabía que, en lo más recóndito de su ser, algo estaba cambiando. La esencia de lo que alguna vez fue una joven valiente y llena de esperanza estaba desvaneciéndose rápidamente, reemplazada por una entidad que apenas comprendía.
El templo, donde todo había comenzado, se erguía ahora como un reflejo distorsionado del lugar que una vez conoció. Las paredes, que alguna vez estuvieron cubiertas de moho y decadencia, ahora respiraban con una vitalidad oscura. Sombras sinuosas se arrastraban por cada esquina, y una sensación palpable de desesperación emanaba de cada piedra. Los ojos de Lucía, vacíos y oscuros, se movían de un lado a otro, pero su mente estaba en otro lugar, atrapada entre el mundo tangible y el abismo que había abierto en su alma.
Desde que la maldición había despertado, Lucía ya no podía distinguir claramente entre lo que era real y lo que era una manifestación de las sombras. La línea entre el mundo físico y el espiritual se había vuelto borrosa, y sus pensamientos eran asaltados constantemente por recuerdos que no le pertenecían. Visiones de vidas pasadas, de aquellos que habían caído bajo el peso de la misma maldición, se filtraban en su conciencia como un río desbordado. Cada historia, cada alma atrapada por el poder oscuro, se convertía en parte de su ser, y la conexión entre ellos y ella se hacía más fuerte con cada segundo que pasaba.
Caminaba por el templo como si estuviera en trance, sus pasos guiados por una fuerza invisible que la empujaba hacia lo inevitable. Sabía que no estaba sola, aunque nadie más estaba físicamente presente. Las almas perdidas de los que habían sucumbido antes de ella la seguían, susurros etéreos llenaban sus oídos, llamándola por su nombre, advirtiéndola, rogándole que retrocediera.
Pero Lucía no podía retroceder. No había marcha atrás ahora.
Mientras tanto, Samuel se encontraba en el borde de la desesperación. Después de haber presenciado la transformación de Lucía, sabía que había perdido algo esencial en ella, algo que no podría recuperar con palabras ni actos. Aun así, no podía rendirse. No podía permitir que el ser oscuro que ahora residía en el cuerpo de Lucía ganara la batalla.
Había pasado días en la biblioteca oculta, rastreando cada fragmento de conocimiento que pudiera ayudarlo a revertir lo que había sucedido. Las páginas amarillentas de los antiguos tomos hablaban de maldiciones, de pactos oscuros y de almas condenadas a vagar entre mundos, pero nada ofrecía una solución definitiva. Cada respuesta que encontraba parecía llevarlo a más preguntas, cada esperanza de redención se desvanecía en cuanto profundizaba en el texto.
El único consejo claro que pudo encontrar era simple, pero devastador: para liberar un alma condenada por una maldición tan profunda, era necesario un sacrificio. Samuel sabía lo que eso significaba, pero la sola idea de perder a Lucía lo destrozaba.
"No puede ser," murmuró para sí mismo, cerrando uno de los libros con fuerza. "Debe haber otra manera..."
Pero en el fondo, sabía la verdad. Sabía que para salvarla, alguien tendría que tomar su lugar.
A medida que Lucía avanzaba por el templo, comenzó a sentir una fuerza que la llamaba desde lo más profundo de su ser. Era una llamada familiar, una que resonaba con las mismas vibraciones oscuras que había experimentado durante el ritual. Era el íncubo. No había sido completamente destruido como había pensado. Su esencia aún persistía, escondida en las sombras, aguardando el momento perfecto para reclamar lo que era suyo.
El íncubo había jugado un juego más largo del que Lucía había comprendido. Su verdadera intención nunca fue liberarse por completo, sino atar su existencia a la de Lucía, transformándola en el conducto perfecto para su regreso. Ahora, con la maldición despierta y las sombras reclamando el templo, estaba más cerca de alcanzar su objetivo final.
Lucía podía sentirlo. Podía sentir cómo su propia esencia se desvanecía, siendo reemplazada por algo mucho más antiguo y malvado. Pero no podía luchar. La conexión entre ella y el íncubo, forjada por el pacto de sangre, era demasiado fuerte. La voluntad del ser oscuro invadía cada rincón de su mente, haciendo que sus pensamientos se entrelazaran con los del demonio.
"Sabía que vendrías a mí, Lucía," susurró una voz seductora en su mente. "No puedes escapar de lo que eres. Tu alma me pertenece."
El cuerpo de Lucía tembló mientras las palabras del íncubo se repetían una y otra vez en su mente. Intentó resistirse, pero el peso de las almas atrapadas dentro de ella, las mismas que había absorbido sin saberlo, la arrastraban más y más profundo en la oscuridad.
Samuel no tenía más tiempo. Sabía que el proceso de transformación de Lucía estaba casi completo. Si no actuaba pronto, perdería a la mujer que amaba para siempre. Tomó el cuchillo ritual que había encontrado en uno de los textos y lo escondió en su chaqueta. Había leído lo suficiente como para entender que necesitaría enfrentarse directamente al íncubo para intentar salvarla.
Cuando llegó al templo, lo que vio lo dejó sin aliento. Lucía estaba de pie en el centro, rodeada por un torbellino de sombras que se movían de manera errática. Su cabello flotaba en el aire como si estuviera bajo el agua, y sus ojos, una vez cálidos y llenos de vida, eran ahora pozos vacíos de oscuridad. El íncubo estaba a punto de reclamarla por completo.
"¡Lucía!" gritó Samuel, su voz llena de desesperación.
Ella no se movió, pero las sombras alrededor de ella lo hicieron. Formaron figuras distorsionadas que avanzaban hacia él, como si quisieran proteger a Lucía de cualquier interferencia.
"Samuel..." murmuró Lucía, pero no era su voz. Era una amalgama de voces, una mezcla del ser que ella había sido y la entidad que intentaba apoderarse de su alma. "Es demasiado tarde..."
"¡No!" gritó él, esquivando a las figuras oscuras mientras avanzaba. "No es demasiado tarde. Voy a salvarte."
Pero mientras se acercaba, el íncubo apareció completamente en el espacio entre ellos. Era una figura alta y delgada, con piel pálida y ojos que brillaban con un fuego demoníaco. Su sonrisa era una mueca cruel.
"¿Crees que puedes salvarla, humano?" se burló el íncubo, acercándose lentamente a Samuel. "Ella es mía. Siempre ha sido mía."
Samuel apretó los dientes y sacó el cuchillo ritual. "No voy a dejar que te la lleves.
El aire alrededor de ellos parecía detenerse mientras Samuel y el íncubo se enfrentaban. La oscuridad del templo se intensificaba, y las sombras se alargaban como tentáculos que buscaban envolver a Samuel. El íncubo se lanzó hacia él, pero Samuel, con el cuchillo en mano, lo bloqueó.
Lucía, atrapada en medio de la confrontación, gritaba en silencio. Sabía que estaba perdiéndose. Las voces de las almas dentro de ella eran más fuertes que nunca, y su voluntad propia era apenas un susurro.
Entonces, en un acto de desesperación, Samuel tomó la decisión. "Si necesitas un alma, toma la mía," murmuró antes de clavar el cuchillo en su propio pecho.
El íncubo, sorprendido por el acto, rugió de furia. Las sombras alrededor de ellos se agitaron violentamente, y un viento sobrenatural barrió el templo. Pero la esencia de Samuel, su alma, comenzó a ser absorbida por el cuchillo, mientras un destello de luz envolvía a Lucía.
La maldición, confundida por el sacrificio, comenzó a retroceder. Lucía cayó de rodillas, liberada por el precio que Samuel había pagado.
Cuando todo terminó, Lucía estaba sola en el templo. Samuel había desaparecido, y las sombras se habían disipado. Pero aunque el íncubo había sido derrotado, el precio que Samuel había pagado era demasiado alto.
Lucía, ahora libre de la maldición, se arrodilló en el suelo frío del templo, con lágrimas silenciosas corriendo por su rostro. Sabía que, aunque su alma había sido salvada, había perdido a la única persona que siempre había creído en ella.
Y así, el alma perdida no era la suya, sino la de Samuel, el hombre que había sacrificado todo por ella.
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Sombras en la Noche: El Llamado del Íncubo
HorrorSombras en la Noche: El Llamado del Íncubo: es una novela oscura y envolvente que combina terror psicológico con elementos sobrenaturales, narrando la historia de Lucía, una joven atrapada entre el mundo real y un universo de sombras y pesadillas. T...