Las primeras luces del amanecer comenzaron a colarse por las cortinas de Lucía, tiñendo la habitación de tonos naranjas y rosados, pero ella no podía verlos. Permanecía sentada en su cama, con las piernas cruzadas y la mirada fija en un punto indeterminado de la pared, como si aún estuviera atrapada en el sueño, en la oscuridad palpable que había sentido la noche anterior.
La visita del íncubo la había dejado vacía, confundida y aterrada. Sabía que lo que había experimentado no era simplemente una pesadilla o una alucinación; había algo real en esa presencia. Lo había sentido en su piel, en su mente, en lo más profundo de su ser. Era una fuerza que no entendía, una oscuridad que la acechaba y que no podía ignorar más. Sin embargo, ¿qué podía hacer al respecto? ¿A quién podía acudir para obtener respuestas? Su mente buscaba un ancla en medio de la tormenta de emociones que la asaltaban, y solo una palabra emergía entre las sombras de su mente: investigar.
Tenía que entender qué le estaba ocurriendo. Necesitaba saber más sobre esa criatura, sobre el íncubo que había invadido su vida. Pero no podía hacerlo sola. Necesitaba ayuda, y aunque sentía una creciente sensación de aislamiento, Sofía era la única persona en quien podía confiar.
Lucía miró su reloj. Las agujas marcaban las 7:15 de la mañana. Sabía que Sofía estaría despierta, probablemente preparándose para ir al trabajo. Se obligó a salir de la cama, su cuerpo rígido por la tensión de la noche anterior. Sus movimientos eran automáticos mientras se dirigía al baño, se lavaba el rostro y se miraba al espejo. Sus ojos reflejaban el cansancio, con sombras oscuras bajo ellos, como si las sombras de la noche se hubieran quedado allí, atrapadas en su mirada.
Sacó su teléfono del bolsillo y, sin dudarlo, marcó el número de Sofía.
"¿Lucía? ¿Estás bien?" La voz de Sofía sonaba alerta, preocupada. Probablemente porque Lucía nunca llamaba a esas horas, y menos después de la tensión que había sentido en los últimos días.
"Tengo que hablar contigo. ¿Puedes venir a mi casa esta tarde?", preguntó Lucía, sin siquiera intentar ocultar el temblor en su voz.
"Claro, pero ¿qué pasa? ¿Ha ocurrido algo?" Sofía no podía disimular su preocupación.
"Es complicado. Te lo explicaré cuando llegues. Necesito tu ayuda, Sofía. No sé qué está pasando, pero ya no puedo manejarlo sola", admitió Lucía con un susurro, sintiendo cómo su voz se quebraba al final de la frase.
Después de una breve pausa, Sofía respondió con firmeza. "Estaré allí a las 6. No te preocupes, Lucía, encontraremos una solución."
Lucía colgó el teléfono, sabiendo que Sofía siempre cumplía su palabra. Pero seis horas parecían una eternidad, y su mente no podía dejar de moverse en círculos, buscando respuestas. Sabía que no podría quedarse quieta. Tenía que hacer algo por su cuenta antes de que Sofía llegara.
Se dirigió al escritorio de su habitación y encendió su computadora portátil. Era un acto mecánico, como si su cuerpo supiera lo que debía hacer antes que su mente. Abrió el navegador y, por un momento, no supo por dónde empezar. Escribió las palabras "íncubo" y "demonio" en el buscador, pero la avalancha de información que apareció la abrumó. Miles de páginas sobre mitos, leyendas y teorías esotéricas llenaron la pantalla, pero ninguna de ellas parecía ofrecer una respuesta concreta.
"Íncubo: una criatura demoníaca que se alimenta de la energía sexual de sus víctimas, usualmente atacando durante la noche, en los sueños o a través de manifestaciones físicas."
Lucía leyó esas palabras con un nudo en el estómago. El concepto en sí no era ajeno para ella; había oído hablar de leyendas urbanas y cuentos antiguos sobre íncubos y súcubos, pero nunca había creído en ellos más allá de su valor como historias de miedo. Sin embargo, lo que estaba experimentando no era un cuento. Era real, o al menos, lo parecía. Desplazó la página hacia abajo, buscando algún relato, alguna historia de alguien que hubiera experimentado lo mismo que ella.
Se encontró con un foro oscuro, una página de aspecto rudimentario donde los usuarios compartían experiencias paranormales. "Encuentros con entidades demoníacas", decía el título del hilo. Lucía vaciló antes de hacer clic, pero la curiosidad y el miedo la empujaron. Al abrir el hilo, cientos de mensajes aparecieron, algunos tan vagos y disparatados que eran difíciles de tomar en serio. Sin embargo, hubo un comentario que captó su atención de inmediato:
"Sentía su presencia en mis sueños, pero con el tiempo, comenzó a manifestarse cuando estaba despierta. Al principio era una sombra en la esquina de la habitación, luego, sentí su toque en mi piel. Alguien me dijo que era un íncubo. No sabía si creerlo hasta que una noche... lo vi. No en mis sueños, no en mi mente, sino frente a mí, en mi habitación. Si estás leyendo esto, te diré una cosa: no ignores las señales. Hay formas de protegerse, pero necesitas encontrar a alguien que sepa cómo enfrentarlos. No lo hagas sola."
Lucía sintió cómo su piel se erizaba. El relato era inquietantemente similar a lo que ella había estado experimentando. El miedo se mezclaba con una desesperación creciente. Pero la frase que más la golpeó fue: "No lo hagas sola".
¿A quién podía acudir para enfrentar algo así? ¿Quién podría tener respuestas? No era como si pudiera ir a la policía o a un terapeuta y decirles que estaba siendo acosada por un demonio. Probablemente la tomarían por loca. Tenía que encontrar a alguien que entendiera lo que estaba ocurriendo, alguien que hubiera lidiado con lo sobrenatural antes. El relato del foro mencionaba "formas de protegerse", pero no ofrecía detalles concretos.
Mientras Lucía seguía navegando por el foro, su mente la llevó de vuelta a su madre. Beatriz Villalobos había sido una mujer profundamente espiritual, fascinada por lo oculto y lo místico. Cuando Lucía era niña, había visto a su madre realizar rituales extraños en la casa, quemando incienso, dibujando símbolos que ella nunca comprendió, y manteniendo libros antiguos en un estante apartado, cubiertos de polvo. En aquel entonces, todo le había parecido una excentricidad sin sentido. Pero ahora, esos recuerdos volvían a ella con una fuerza inesperada.
"Mi madre..." murmuró Lucía para sí misma, mientras una idea comenzaba a formarse en su mente. ¿Y si su madre había sabido algo? ¿Y si esos libros antiguos que guardaba contenían información sobre lo que estaba pasando?
Lucía cerró la computadora de golpe y se dirigió al desván de la casa. No había subido allí en años, y el simple pensamiento de remover esos recuerdos la llenaba de una mezcla de nostalgia y aprensión. Subió los estrechos escalones de madera, sintiendo cómo el polvo se agitaba bajo sus pies. El desván estaba oscuro y desordenado, lleno de cajas viejas, muebles cubiertos con sábanas y los restos olvidados de una vida que había quedado atrás cuando su madre murió.
Tras unos minutos de búsqueda, encontró lo que estaba buscando: una vieja caja de madera con grabados en los bordes, oculta bajo una manta. Recordaba haber visto a su madre guardar cosas allí, aunque nunca había sabido exactamente qué contenía. Se arrodilló frente a la caja, y tras tomar aire, levantó la tapa.
Dentro, había una colección de libros antiguos, algunos con cubiertas de cuero desgastado y otros escritos a mano. También encontró pequeños objetos: cristales, amuletos y cartas de tarot, todos los instrumentos que su madre había utilizado en su vida de prácticas esotéricas. Tomó uno de los libros más grandes, con la cubierta oscura y sin título. Lo abrió con cuidado, temiendo que las páginas se desmoronaran bajo sus dedos.
El texto estaba escrito en una caligrafía antigua, y aunque muchas de las palabras eran incomprensibles, Lucía pudo distinguir algunos términos familiares: "demonios", "protección", "sellos".
Había una página marcada con un pequeño símbolo en la esquina. Lucía la abrió y se encontró con un capítulo que hablaba específicamente de entidades demoníacas y cómo podían manifestarse en el mundo de los humanos. Lo que leyó la hizo estremecerse. Describía cómo ciertos demonios, conocidos como íncubos y súcubos, podían invadir los sueños y extraer la energía vital de sus víctimas, debilitándolas poco a poco hasta que sus almas se volvían vulnerables.
Pero lo más importante era la parte que seguía: Rituales de protección.
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Sombras en la Noche: El Llamado del Íncubo
HorrorSombras en la Noche: El Llamado del Íncubo: es una novela oscura y envolvente que combina terror psicológico con elementos sobrenaturales, narrando la historia de Lucía, una joven atrapada entre el mundo real y un universo de sombras y pesadillas. T...