Capítulo 1: El Primer Susurro

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El reloj marcaba las dos de la madrugada cuando Lucía se despertó de golpe, con el pecho agitado y las sábanas pegadas a su piel por el sudor frío. La habitación estaba sumida en una oscuridad espesa, la única luz era el tenue resplandor de la luna colándose por los bordes de las cortinas cerradas. A pesar de la familiaridad de su entorno, un escalofrío recorrió su espalda al instante, como si la misma oscuridad la vigilara. No sabía si había despertado por una pesadilla o por algo más. Todo lo que recordaba era un murmullo, un susurro que apenas había logrado distinguir, pero que parecía haber viajado desde los rincones más profundos de su mente.

La sensación era abrumadora. Algo estaba mal, terriblemente mal.

Lucía intentó recordar el sueño del que había despertado, pero las imágenes se desvanecían tan rápido como aparecían. Sombras, movimiento, algo, o alguien, la observaba desde lo lejos. Era una presencia oscura, una figura que no podía ver claramente, pero que sentía a cada instante más cerca. Ese susurro... ¿había sido real? ¿O sólo una trampa de su subconsciente?

El sudor en su frente comenzó a enfriarse, dejándole una sensación de inquietud que se arrastraba por todo su cuerpo. Con un movimiento lento, como temiendo que cualquier sonido pudiera llamar la atención de algo no deseado, se levantó de la cama. El silencio de la madrugada era espeso, interrumpido solo por el eco distante del viento golpeando suavemente las ventanas. Los pies descalzos de Lucía tocaron el frío suelo de madera, y una extraña tensión se apoderó de sus músculos, como si algo más allá de su percepción la estuviera observando.

Se acercó a la ventana, abrió las cortinas con cuidado, y miró hacia el exterior. La calle, vacía, era un mar de sombras bajo la pálida luz de los faroles. Nada se movía, no había signos de vida, ni siquiera un gato callejero cruzando la acera. Pero aun así, esa sensación persistía. Esa sensación de no estar sola, de que algo invisible la acompañaba, no la abandonaba.

Con un suspiro, Lucía cerró las cortinas y se alejó de la ventana, intentando calmar sus pensamientos. Todo esto, se dijo a sí misma, es fruto de la falta de sueño. Desde hacía semanas, sus noches eran un caos de insomnio y sueños inquietantes. Había intentado ignorarlo, convencerse de que solo eran producto del estrés de su trabajo y su vida diaria, pero ahora empezaba a preguntarse si había algo más detrás de esas noches perturbadoras.

Lucía era una mujer pragmática, siempre había buscado razones lógicas para todo lo que le sucedía. Nunca había creído en lo sobrenatural, ni en las historias de fantasmas y demonios que solía escuchar de niña. Pero esa noche, mientras caminaba lentamente de vuelta hacia su cama, no podía evitar preguntarse si algo más grande estaba en juego.

Se recostó nuevamente, pero esta vez no cerró los ojos. No podía. El miedo latente en su pecho crecía con cada minuto que pasaba, como si algo en su interior le advirtiera que no debía permitirse volver a caer en el sueño. Pero el cansancio era abrumador. Su cuerpo exigía descanso, aunque su mente luchaba por permanecer alerta. Un susurro lejano, el eco de una voz que no pertenecía a este mundo, parecía flotar en el aire. Era suave, casi imperceptible, pero ahí estaba.

El sonido la invadía lentamente, como si quisiera tomar posesión de cada pensamiento, de cada fragmento de su mente. Lucía cerró los ojos, no por voluntad, sino porque el peso del sueño era ineludible. Y cuando lo hizo, las sombras volvieron a aparecer, esta vez más claras que antes.

La figura oscura se encontraba de pie, a lo lejos, en un rincón de su subconsciente. No se movía, pero tampoco estaba inmóvil. Era como si la sombra misma respirara, como si tuviera vida propia, fluctuando con el ritmo de la respiración de Lucía. No podía distinguir su rostro, ni ninguna característica que la definiera como humana. Sin embargo, su presencia era abrumadora, como si llenara toda la habitación, todo el espacio a su alrededor.

Y entonces, lo escuchó.

Un susurro.

"Luuucía..."

La voz resonaba en su mente, pero también parecía provenir de todas partes al mismo tiempo. Era una voz profunda, cargada de un poder antiguo, y aunque no la reconocía, algo en ella le resultaba familiar. Se estremeció de miedo, pero sus pies no respondían, su cuerpo estaba congelado en ese lugar onírico.

—¿Quién eres? —trató de preguntar, pero las palabras no salieron de su boca. No había sonido en ese mundo de sombras, solo esa presencia que la envolvía. El aire era pesado, casi irrespirable, como si todo lo que la rodeaba se hubiera detenido en el tiempo.

La figura avanzó, apenas un paso, pero fue suficiente para que Lucía sintiera que el suelo bajo sus pies temblaba. El pánico comenzó a tomar el control de su mente, y aunque sabía que estaba en un sueño, la sensación de realidad era insoportable. Quería despertar, escapar, pero algo en esa figura la mantenía atrapada. Había una conexión, un lazo invisible que la ataba a ese ser.

De repente, la figura extendió una mano hacia ella. Era una mano pálida, casi transparente, y aunque no tenía forma definida, parecía sólida. Lucía trató de retroceder, pero sus pies seguían sin responder. El miedo la paralizaba, pero al mismo tiempo, una extraña curiosidad comenzaba a invadirla. ¿Quién era este ser? ¿Por qué la llamaba por su nombre?

El susurro se repitió, esta vez más cercano, más íntimo.

"Luuucía..."

Sentía su aliento frío en el cuello, como si la figura estuviera justo detrás de ella, susurrándole al oído. El corazón de Lucía latía con fuerza, cada latido resonaba en sus oídos, en su cabeza, como un tambor implacable. Y entonces, justo cuando la mano estaba a punto de tocarla, despertó de golpe.

Se sentó en la cama, respirando de forma entrecortada, con los ojos abiertos de par en par. Miró a su alrededor, asegurándose de que estaba en su habitación, a salvo, lejos de esa presencia. Pero el miedo no desapareció. La oscuridad de la habitación le parecía más opresiva, más densa. Algo había cambiado.

Por unos momentos, todo lo que podía escuchar era el sonido de su propia respiración, rápida y desordenada. Sin embargo, a medida que su mente comenzaba a tranquilizarse, empezó a notar algo extraño. El susurro. Todavía estaba ahí. No provenía de sus sueños, no había desaparecido con su despertar.

Paralizada por el terror, Lucía giró lentamente su cabeza hacia la esquina de la habitación, el lugar donde la figura había aparecido en su sueño. La oscuridad era impenetrable, pero la sensación de que algo o alguien la observaba desde allí era inconfundible. El susurro volvió a resonar, más claro, más real que nunca.

"Luuucía..."

Sombras en la Noche: El Llamado del ÍncuboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora