Capítulo 9: La Noche de los Secretos

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Esa noche, mientras trataba de conciliar el sueño, Lucía sintió una presión en el pecho, una especie de llamada interna que la arrastraba hacia las profundidades de su subconsciente. El sueño vino a ella de forma repentina, como si una mano invisible la hubiera empujado hacia el abismo del descanso involuntario.

Cuando abrió los ojos, se encontraba en un paisaje irreal: un vasto y sombrío desierto bajo un cielo teñido de rojo sangre. El aire estaba quieto, sofocante, y el horizonte parecía deformarse con sombras que se movían lentamente, como si estuvieran observándola desde la distancia.

"Sabía que vendrías," resonó una voz familiar detrás de ella.

Lucía se giró y encontró al Guardián de los Sueños, esa figura alta y misteriosa con rostro parcialmente oculto bajo un manto oscuro. Sus ojos brillaban con una intensidad que parecía perforar el velo de lo irreal y revelaba una verdad más allá del entendimiento humano.

"Esta noche," dijo el Guardián, "los secretos que han estado escondidos durante siglos comenzarán a revelarse. La caza del íncubo no fue más que un primer paso hacia algo mucho más grande. Algo que siempre ha estado ahí, oculto en las sombras de tu pasado."

Lucía frunció el ceño. "¿Qué es lo que no me has contado, Guardián? He seguido tus instrucciones, pero siento que hay algo más que no estoy viendo."

"Lo hay," respondió el Guardián, su voz grave. "No se trata solo de ti, Lucía. Eres parte de algo más grande, algo que ha estado desarrollándose en las sombras desde hace generaciones. El íncubo no es el único en busca de tu alma. Hay fuerzas más oscuras que quieren lo que hay dentro de ti."

"¿Dentro de mí?" preguntó, sintiendo una creciente ansiedad. "¿Qué es lo que tengo que es tan importante?"

El Guardián no respondió de inmediato, pero en sus ojos Lucía vio algo parecido a la compasión, como si lo que estaba a punto de decirle fuera una verdad dolorosa. "Es tu sangre, Lucía. No eres una víctima cualquiera. Tu linaje está ligado a antiguas prácticas esotéricas, a una línea de sangre que fue tocada por lo sobrenatural hace siglos. Eres la última de esa línea, y por eso, el íncubo te ha estado buscando. No quiere solo tu alma, quiere reclamar el poder que llevas dentro."

Lucía se quedó en silencio, tratando de procesar la magnitud de esas palabras. Siempre había pensado que todo lo que le ocurría era una consecuencia desafortunada del azar, pero ahora entendía que su destino había sido sellado mucho antes de su nacimiento.

"Esta noche," continuó el Guardián, "deberás enfrentar verdades que han sido enterradas en tu pasado. Pero no estarás sola. Te guiaré, y juntos, revelaremos lo que se ha mantenido oculto."

El Guardián extendió su mano hacia Lucía. Ella, dudando un segundo, finalmente la tomó, y en ese instante, el paisaje del desierto comenzó a desvanecerse, siendo reemplazado por imágenes de su propia vida. No eran simples recuerdos, sino fragmentos distorsionados, como si alguien hubiera entretejido momentos del pasado con ecos de algo más antiguo, algo que no pertenecía a este mundo.

Se encontró en una antigua casa que no reconocía al principio, pero pronto se dio cuenta de que era el hogar de su abuela, un lugar donde había pasado varios veranos cuando era niña. El olor a madera vieja y hierbas secas llenaba el aire, y las paredes estaban cubiertas de símbolos extraños, grabados que no recordaba haber visto antes.

"Este lugar..." murmuró Lucía, recorriendo con la mirada los detalles del entorno. "Nunca noté estos símbolos cuando era pequeña."

El Guardián asintió. "Tu abuela los mantenía ocultos a simple vista, pero estaban ahí, protegiendo la casa y, sobre todo, protegiéndote a ti. Ella sabía que un día, las fuerzas oscuras vendrían por ti."

Lucía se acercó a una de las paredes y tocó uno de los símbolos. Al hacerlo, una oleada de recuerdos reprimidos surgió en su mente: su abuela, hablándole de las antiguas tradiciones, de las noches en las que había encendido velas y murmurado palabras en un idioma extraño mientras Lucía dormía en la habitación contigua.

"No eras una niña común, Lucía," dijo el Guardián. "Tu abuela lo sabía. Por eso te enseñó en secreto, por eso te protegió. Pero ni siquiera ella pudo evitar lo inevitable."

"¿Qué fue lo que sucedió?" preguntó Lucía, sintiendo que el peso de la verdad se cernía sobre ella.

El Guardián miró hacia una esquina de la habitación, donde un antiguo baúl de madera se encontraba cubierto de polvo. "Dentro de ese baúl están las respuestas que buscas. Las claves de tu linaje, y de por qué el íncubo te ha perseguido."

Lucía, con el corazón latiendo desbocado, se acercó al baúl. Con manos temblorosas, lo abrió, revelando una colección de viejos documentos, diarios y objetos rituales. Uno de los diarios tenía el nombre de su abuela grabado en la portada.

Al abrirlo, comenzó a leer las primeras páginas. Su abuela había detallado su lucha contra fuerzas oscuras que habían intentado apoderarse de su linaje, describiendo rituales de protección y pactos con entidades poderosas para mantener a salvo a su familia. Pero lo que más le impactó fue una sección del diario que mencionaba a Lucía específicamente.

"Cuando Lucía nació," leyó en voz alta, "su destino quedó sellado. Mi nieta es la heredera de un poder antiguo, un poder que ha sido transmitido de generación en generación. El íncubo la buscará, y cuando lo haga, será ella quien deberá enfrentarlo."

Las palabras la golpearon como un puño invisible. Su abuela había sabido todo desde el principio. La razón por la que el íncubo la había cazado no era simplemente porque la había elegido al azar, sino porque su sangre contenía un poder ancestral.

De repente, la habitación comenzó a temblar, y las sombras en las paredes se agitaron como si cobraran vida propia. Lucía retrocedió, instintivamente levantando el diario como si fuera un escudo.

El Guardián se colocó frente a ella, protegiéndola de las sombras que se acercaban. "Esta es la Noche de los Secretos, Lucía. Esta es la noche en que todo lo oculto será revelado. Pero no debes temer. Ahora conoces la verdad sobre quién eres, y con ese conocimiento, puedes enfrentarlos."

Una de las sombras se separó del resto, tomando forma humana. Era una figura alta, con ojos vacíos y una sonrisa cruel en su rostro. El íncubo había regresado, pero esta vez no estaba solo. Las sombras que lo rodeaban parecían estar bajo su control.

"Pensaste que podías esconderte de mí, Lucía," dijo el íncubo, su voz como un susurro venenoso. "Pero los secretos de tu sangre no pueden ser ocultados por siempre. Esta noche, reclamaré lo que es mío."

Lucía sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral, pero también una nueva fuerza en su interior. La verdad sobre su linaje le había dado una claridad que nunca antes había experimentado.

"No soy tuya," respondió con firmeza, su voz más segura de lo que esperaba. "Y esta vez, no estás tratando con la misma persona que conociste antes."

El íncubo rió, un sonido escalofriante que reverberó en la habitación. Pero Lucía no se inmutó. Sabía que la verdadera batalla estaba por comenzar, y esta vez, estaba lista para enfrentar no solo al íncubo, sino a todas las fuerzas oscuras que habían conspirado en su contra desde el principio.

Sombras en la Noche: El Llamado del ÍncuboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora