Capítulo 11: El Susurro en la Oscuridad

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El viento azotaba las ramas de los árboles como si la misma noche quisiera advertirle de lo que estaba por venir. Lucía caminaba a través de la espesa niebla que envolvía el bosque, sintiendo cómo la oscuridad parecía cerrar su paso. Las hojas secas crujían bajo sus botas, rompiendo el inquietante silencio que la rodeaba. A cada paso, los murmullos aumentaban, esas voces susurrantes que resonaban en el fondo de su mente, como si vinieran desde un lugar más allá del tiempo y del espacio.

Había pasado una semana desde el encuentro con el íncubo, y las palabras que le había susurrado aquella noche seguían grabadas en su mente. Pronto, deberás tomar una decisión. Esas palabras, que en ese momento habían parecido vagas y enigmáticas, ahora tenían un peso ineludible. Sabía que se acercaba el momento en que tendría que enfrentarse a la oscuridad, pero lo que no sabía era qué implicaría realmente esa decisión.

Esta noche, sin embargo, algo era diferente. Había un cambio en el aire, una tensión palpable que hacía que el corazón de Lucía latiera con fuerza en su pecho. Se sentía más vulnerable que nunca, como si algo o alguien la estuviera vigilando desde las sombras. No estaba segura de si era el íncubo o alguna otra fuerza aún más siniestra, pero la sensación de ser observada era innegable.

El camino hacia las ruinas del antiguo castillo que había visto en sus visiones estaba trazado de manera borrosa en su mente. Era como si cada paso que daba estuviera siendo guiado por una fuerza que no comprendía del todo. Cada vez que se detenía para orientarse, las voces en su cabeza se volvían más fuertes, dirigiéndola hacia adelante. ¿Eran estas voces un eco del pasado o una advertencia del futuro?

El susurro llegó como un aliento frío, acariciando la nuca de Lucía. Se detuvo de inmediato, el pánico apoderándose de su cuerpo mientras el eco de la voz resonaba en su mente.

"Lucía..." La voz era familiar, pero había algo perturbador en su tono, algo que le erizaba la piel. No era el íncubo, pero tampoco era una voz completamente desconocida. Era como si hubiera escuchado ese susurro en sus pesadillas más oscuras, en los rincones más profundos de su subconsciente.

"¿Quién eres?" murmuró en voz alta, aunque sabía que la respuesta no vendría de los labios de ningún ser humano.

No hubo respuesta. Solo el silencio, interrumpido por el susurro del viento entre los árboles. Pero algo había cambiado. Lucía podía sentir una presencia en el aire, algo que la acechaba desde las sombras, esperando el momento adecuado para mostrarse.

El bosque que la rodeaba parecía cobrar vida. Las ramas se movían con mayor violencia, y la niebla se espesaba, oscureciendo aún más el ya sombrío paisaje. Lucía apretó el amuleto que colgaba de su cuello, un pequeño talismán que Samuel le había dado para protegerla de las fuerzas oscuras. Aunque no sabía si sería suficiente, era lo único que la conectaba con la realidad en ese momento.

A medida que avanzaba, la sensación de ser observada se intensificaba. Las sombras parecían alargarse, extendiéndose como dedos espectrales que se estiraban para atraparla. El aire se volvió más frío, y su aliento se condensaba en pequeñas nubes que flotaban frente a su rostro. Sentía que, en cualquier momento, algo surgiría de las sombras y la arrastraría hacia la oscuridad.

Y entonces, lo escuchó de nuevo.

"Lucía..."

Esta vez, la voz era más clara, más cercana. Podía sentir el aliento frío en su oreja, como si la voz hubiera susurrado directamente a su lado. Se giró rápidamente, esperando ver algo, pero no había nada. Solo la oscuridad y la niebla.

"Muéstrate," exigió, su voz apenas un susurro en la quietud del bosque.

El silencio fue su única respuesta.

Lucía sabía que algo la estaba siguiendo, algo que no podía ver pero que definitivamente podía sentir. Su instinto le decía que corriera, que huyera de ese lugar maldito, pero algo más profundo dentro de ella, una fuerza que no entendía completamente, la impulsaba a seguir adelante.

Después de lo que pareció una eternidad, Lucía llegó a su destino: las ruinas del castillo. La estructura, que alguna vez debió haber sido majestuosa, ahora estaba en un estado de completo abandono. Las piedras que formaban las paredes estaban cubiertas de musgo y líquenes, y gran parte del techo se había derrumbado, dejando solo fragmentos de lo que alguna vez había sido.

Pero había algo en ese lugar, algo que la atraía. Sentía una energía oscura emanando de las ruinas, una fuerza que la llamaba, que la obligaba a adentrarse más.

Mientras caminaba hacia el interior del castillo, las voces en su cabeza se volvieron más insistentes. Los susurros se mezclaban unos con otros, creando un caos en su mente que la hacía sentirse mareada. Trató de concentrarse, de separar las palabras para entender lo que le decían, pero era inútil. Las voces eran como un torrente incontrolable que amenazaba con arrastrarla hacia la locura.

Cuando llegó al centro de lo que alguna vez había sido el gran salón, la sensación de opresión era tan intensa que apenas podía respirar. Se detuvo en seco, mirando a su alrededor. Las sombras se arremolinaban a su alrededor, y la niebla que había envuelto el bosque parecía haber seguido sus pasos hasta aquí, llenando cada rincón del castillo con su presencia.

De repente, un susurro se destacó por encima de los demás.

"Ven a mí, Lucía."

Era la voz del íncubo. No había duda.

La niebla comenzó a agitarse con una vida propia, formando una figura en el centro del gran salón. Poco a poco, las sombras se solidificaron, revelando la figura alta y esbelta del íncubo. A pesar de la oscuridad, sus ojos brillaban intensamente, dos orbes incandescentes que parecían perforar el alma de Lucía.

"Sabía que vendrías," dijo el íncubo, su voz suave pero cargada de poder. "El llamado era demasiado fuerte para que lo ignoraras."

Lucía dio un paso hacia atrás, su corazón latiendo con fuerza. Aunque había sentido la presencia del íncubo durante semanas, verlo de nuevo, tan tangible y real, la llenaba de un miedo que no podía controlar. Pero también había algo más, una atracción inexplicable que la empujaba hacia él.

"¿Qué quieres de mí?" preguntó, su voz apenas un murmullo.

El íncubo dio un paso hacia adelante, y aunque su rostro seguía envuelto en sombras, Lucía pudo sentir su sonrisa, una sonrisa fría y cruel. "No es lo que yo quiero, Lucía. Es lo que tú deseas."

Esas palabras resonaron en su mente, y por un momento, sintió una oleada de confusión. ¿Qué significaba eso? ¿Qué podría ella desear de una criatura como él?

"Has sentido mi presencia desde el principio," continuó el íncubo. "Has soñado conmigo, has escuchado mis susurros. Y aunque lo niegues, una parte de ti ha querido encontrarme, ha deseado comprender lo que somos."

Lucía negó con la cabeza, tratando de sacudirse las palabras que el íncubo estaba sembrando en su mente. "No... tú me has estado persiguiendo. Me has atormentado."

El íncubo soltó una risa suave, que resonó en el gran salón vacío. "Oh, Lucía, ¿aún no lo entiendes? No soy yo quien te persigue. Es tu propio destino el que te llama. Yo solo soy un mensajero, un susurro en la oscuridad que te guía hacia la verdad.

Las palabras del íncubo comenzaron a tener sentido. Desde la Noche de los Secretos, desde que había comenzado a desentrañar las oscuras conexiones de su linaje, había sentido una atracción hacia este ser. Como si algo dentro de ella resonara con la oscuridad que él representaba.

Sombras en la Noche: El Llamado del ÍncuboDonde viven las historias. Descúbrelo ahora