-Lo siento.- susurré un tanto nervioso. Por alguna extraña razón me daba mucha vergüenza cuando alguien lograba verme mal.
Ambos nos habíamos sentado en el piso de los baños de la escuela. Era una escena algo deprimente, pero no tenía ni cabeza para pensar en lo ridículos que nos veíamos aquí.
-No te disculpes Sam.- Dante seguía sin soltarme. Parecía preocupado.- ¿qué sucedió?
Mi mente volvió a nublarse, pensar en eso simplemente me derrumbaba.
-Tuve unos cuantos problemas.- susurré como pude. Me sentía culpable, más que nada porque sabía cuánto le emocionaba a Dante el diseccionar un cerebro.
Por mi culpa se lo había perdido, y lo más probable era que conseguiríamos una mala calificación.
-No creo que esté bien que vengas a la universidad de esa manera.- dijo delicadamente, como si tuviera miedo de decir algo malo.- tienes que cuidar tu salud mental más, me preocupa que vayas a recaer.- posé mis ojos en los suyos un tanto confundido.
-¿Recaer?
-Vi tus muñecas el otro día.
Y ahí iba, de nuevo las personas fijándose en una parte de mi vida a la que ya no pertenecía. Era como si mi pasado me encadenara en una especie de estereotipo en el que me miraba débil para los demás. En donde simplemente la mayoría preguntaba por ello y me lo recordaban día tras día.
-Me preocupa más que nos hayamos perdido la disección del cerebro.- el chico sonrió. Recargando su cabeza en la pared de forma suave.
-No te preocupes por eso, hablé con la maestra.- respondió simplemente.- al fin y al cabo ella también es psicóloga y entiende eso.
Una pequeña sonrisa se escapó de mis labios. Me tranquilizaba saber que él se había tomado la molestia de hacer eso solo porque yo no me encontraba bien, y de cierta manera era como si le importara un poco aunque sea.
-¿Quieres salir de aquí?- y para sorpresa mía, esa pregunta sonó un tanto irreal. Jamás creí que Dante y yo algún día fuéramos a saltarnos alguna clase juntos. Más que nada porque nunca creí que yo fuera de las personas que le agradasen.
-¿Qué tienes en mente?- una sonrisa radiante se asomó por sus labios.
-Solo sígueme.
Dante me ayudó a levantarme delicadamente y ambos salimos del lugar a pasos rápidos. Era como si tratara de distraerme lo más que fuera posible, porque en todo el camino no paraba de hacer bromas bobas o sin sentido.
De forma tonta lograba sacarme una sonrisa de vez en cuando.-¿Siempre has sido así?- pregunté en cuanto llegamos a un sitio un tanto alejado de todo.
Ambos nos sentamos en el césped lentamente y miré el paisaje. Podía ver toda la ciudad desde aquí y era realmente hermoso.-Aunque no lo creas, yo antes era muy tímido.
-Mientes.- eso le sacó una risa. Era verdad que él reía con mucha facilidad, como si nada en el mundo fuera más importante que pasársela bien.
-Es verdad. Me costaba mucho hablar con las personas y hacer amigos, aparte de que era horrible.
Tuve que haber hecho una cara de no creerle un carajo. Porque después de sonreír y teclear algo en su teléfono, Dante me tendió una fotografía donde se le mostraba un poco pasado de peso y con un peinado súper extraño.
Tapé mi boca sorprendido. Era verdad que se veía muy poco agraciado.
-Eras difícil de ver.- bromeé un poco.
Aunque me costara admitirlo. Era como si yo en mi interior necesitase esto.
El distraerme me había hecho olvidar un poco el mal momento que estaba pasando, y era muy tranquilizadora la presencia de Dante. Tenía una extraña habilidad para que los demás se sintiesen cómodos a su lado.-Creo que la vida se trata de comprender que los malos momentos nunca duran para siempre.- miré el atardecer un tanto pensativo, los tonos rosáceos del cielo y las nubes haciendo contraste se me hicieron hermosas. Mirando ese paisaje, pude sentirme un poco mejor, y esas palabras por fin me parecieron sinceras.
Hace un año yo creía que todo lo malo que me pasaba iba a durar para siempre. Y gracias al tiempo, logré salir adelante.
No sería muy diferente con todo esto, claro que me iba a doler, pero saldría adelante como siempre lo hacía.-Gracias por acompañarme.- miré a Dante con una sonrisa, y él también me sonrió.
-Todo va a salir bien Sam.
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Ambos caminábamos a mi casa en silencio. Por alguna extraña razón no quería estar solo, y como si el chico a mi lado leyera mis pensamientos, insistió en acompañarme.
La noche había llegado rápidamente, y ni siquiera nos dimos cuenta de cuando ya era tiempo de volver.-¿Vas a estar bien?- preguntó en cuanto llegamos.
Miré el suelo un tanto pensativo y asentí. Tal vez no sería el mejor rato de mi vida, pero no iba a morirme por esto.
-Creo que sí.- le respondí amablemente.
Un silencio algo incómodo se presentó entre ambos, y aunque no estuviera muy acostumbrado al contacto físico, acepté el abrazo que me brindó de forma cálida. Porque siendo sinceros, en estos momentos lo necesitaba.
-Trata de dormir y comer bien.-dijo, dándome unas palmadas en la espalda.
Estaba a punto de agradecerle por ayudarme tanto el día de hoy, pero una voz conocida me interrumpió.-¿Sam?
Ambos miramos en esa dirección, y casi se me cae el corazón al suelo cuando vi a Nilak en el porche de mi casa sosteniendo unas maletas.